Los porteños y los bonaerenses parecen haber perdido su vínculo con el Río de la Plata. Quizá por eso no toman tanta conciencia de cómo las actividades cotidianas impactan en ese curso de agua y en su flora y fauna. En eso, pensó Agustina Raimondi, guardaparque de la Reserva Ecológica de Vicente López, a la hora de organizar las jornadas de limpieza de la costa. Con la iniciativa, busca que quienes participen puedan dimensionar la cantidad de basura que llega a la orilla, y a escasos metros de este refugio de vida en plena ciudad, y hacer algo al respecto. El objetivo se cumplió ayer cuando unas 60 personas recorrieron cerca de 100 metros de costa para recolectar 360 kilos de basura.
La reserva recrea ambientes naturales de la provincia como el juncal, el pantano, la selva marginal, el talar, el pastizal, la laguna, el matorral ribereño y el sauzal, en unas dos hectáreas y media de terreno "ganado al río". Este espacio se forjó gracias a la conciencia ambiental de varios vecinos que, en la década del 80, se organizaron y lograron que este "relleno asilvestrado" fuera reconocido por el municipio como reserva urbana. Después de 20 años de mucho trabajo, la reserva abrió al público.
Ayer llegaron a este espacio miembros del grupo de scouts Hipólito Bouchard de Olivos para ayudar con la limpieza. Bárbara Vieytes, una de sus líderes, cuenta que la iniciativa surgió de los propios jóvenes, cuando visitaron la reserva y vieron la cantidad de basura en el agua. "No puede ser que no estemos haciendo nada", recuerda que reflexionaron sus compañeros. Mientras los 40 chicos y chicas scouts recorrieron la orilla juntando desechos, señalaban lo que iban encontrando: "Una tapita", "una botella", "una lata", "una pelota de rugby en perfecto estado".
En la orilla, donde hay juncos, sauces, ceibos y otro tipo de vegetación, se acumulan residuos que el río devuelve a la ciudad. Es un terreno difícil: hay que caminar sobre escombros y piedras.
Entre la enorme cantidad de desechos que hay, la gran mayoría corresponde a algún tipo de plástico o derivados, como bolsas de supermercado, botellas y tapitas de bebidas, entre otros. También es llamativa la cantidad de zapatillas que aparecen. Entre la pila de basura, sobresalen una parte de un motor de un auto completamente oxidado, paragolpes, llantas y algunos pedazos poco reconocibles de vehículos. También hay partes de bicicletas y juguetes rotos.
¿Cuál fue el elemento más extraño que encontraron alguna vez? Un arma. "La halló un voluntario que se llama Carlos. Yo pensé que era de juguete, pero cuando la levanté noté que era pesada. Era un revólver real", cuenta Norberto Roncadi, uno de los voluntarios más antiguos. Y completa: "Finalmente, Carlos tuvo que ir a declarar a la comisaría para dejar todo bien asentado. El arma tenía número de registro y todo".
Un espacio educativo
Raimondi es guardaparque en la reserva hace más de tres años. Nació en Zárate, pero siempre tuvo interés por la naturaleza y, por eso, decidió viajar hasta Buenos Aires para estudiar la profesión. No es fácil para una mujer elegir esta carrera, que tradicionalmente se reservaba solo a los varones, pero hoy el panorama está cambiando. En la reserva trabajan ocho personas: las biólogas Florencia Gavirati y Denise Mesquiatti; Marisa Izzi, que hace tareas administrativas, y hay tres guardaparques de carrera, además de Raimondi, Pablo Malchiodi, Joaquín Colonna y Nicolás Ducros. También está Mario Lafont, que es naturalista.
Para Raimondi, el objetivo principal de la reserva es promover la educación ambiental. De hecho, aquí también se organizan jornadas en el vivero – "para meter las manos en la tierra y conocer a las plantas nativas"– .
En la reserva, apuestan por el trabajo con los voluntarios. De hecho, los vecinos, trabajan en el mantenimiento de senderos, hacen recorridas de observación de aves y participan de charlas ambientales. Además, plantan especies, que ellos mismos germinaron y cuidaron, en parques linderos.
"En estas actividades es cuando nos damos cuenta del sentimiento de pertenencia que tiene la gente por este espacio. Lo más hermoso es que es como un club de amigas y amigos, no solo es un refugio de plantas y animales, sino también de muchas personas. ‘El viento sopla y la sudestada nos amontona’, solemos decir", describió Raimondi.
Maximiliano Zalazar, que es voluntario en la reserva, comentó que la jornada de limpieza de ayer fue muy concurrida. "Hubo mucha solidaridad y se notó el compromiso de todos. De hecho, apareció, entre la basura, un trofeo en la orilla, como si fuera un gesto por el éxito que fue la jornada", indicó.
Este tipo de actividades se dan en un contexto de mayor conciencia medioambiental, en el que se conocen datos sobre el impacto de la actividad humana en los cursos de agua. Se calcula que unos 300 millones de toneladas de plástico están esparcidas por los océanos, lo que representa una grave amenaza para los ecosistemas marinos y la vida silvestre.
Esta fue la jornada de limpieza número 34 y se recolectaron 360 kilos de residuos. Aunque parece un esfuerzo demasiado grande para poco, todos los participantes coincidieron en que estas actividades son imprescindibles, porque sirven para difundir un mensaje directo y educador que se replica en la comunidad, e informa a todos cómo se puede ser parte de la solución del problema. "Después de hoy, los chicos que participaron de la limpieza jamás volverán a tirar basura donde no corresponda", concluye Raimondi.
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