El Palacio Barolo, obra del arquitecto italiano Mario Palanti, fue inaugurado el 7 de julio de 1923; alrededor de la obra, se tejen mitos que van desde una inspiración en la Divina Comedia hasta el lugar donde están los restos de Dante Alighieri
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Basta con pararse sobre el eje de la puerta del Palacio Barolo (Avenida de Mayo 1370) y mirar hacia arriba para maravillarse con las curvas que se entrelazan en un sistema complejo diseñado por el arquitecto Mario Palanti un siglo atrás. Uno de los edificios icónicos de la ciudad fue construido por el italiano por encargo de otro compatriota, Luis Barolo, empresario textil y agropecuario, en un estilo ecléctico que toma elementos del art nouveau y detalles de la arquitectura gótica y neorrománica.
“Con 100 metros de altura se inauguró el 7 de julio de 1923, era la construcción más alta de América Latina y el edificio de oficinas más alto del mundo fuera de Estados Unidos”, explica Leonel Contreras, historiador en la Dirección General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico de la ciudad. Hay que considerar que en los años veinte el país, al igual que sus vecinos, atravesaba una etapa de furor por las alturas. “Fue un fenómeno particular que nació de la mano de hombres que habían llegado como inmigrantes y se hicieron multimillonarios. La manera de demostrar su poderío era levantar los que fueron, en ese momento, los edificios más altos del mundo fuera de los Estados Unidos y Canadá. Otro ejemplo de esta carrera por la altura fue la construcción del edificio Mihanovich también en Buenos Aires, el Palacio Salvo, en Montevideo, obra de Palanti, y el Martinelli, en San Pablo”, aclara. El Barolo fue el primero de ellos, que fue superado en altura en 1936 por el Kavanagh. Sin embargo, la impronta de Palanti, “un enamorado de las curvas”, hábil en el manejo de las formas abstractas y de los simbolismos, le dio una singularidad distintiva que aún hoy sorprende y cautiva.
Sus mitos
Declarado monumento y patrimonio histórico de la ciudad en 1997, fue el sueño de Luis Barolo ver la magnífica obra terminada. Sin embargo, el empresario murió en 1922, un año antes de la inauguración. Había llegado al país a fines del siglo XIX y había sido pionero en traer máquinas de hilar algodón, además de establecer las primeras hilanderías en la Argentina. Barolo y Palanti se conocieron durante la celebración del centenario de la Revolución de Mayo, y se dice que el primero temía por el destino del patrimonio histórico en Europa debido a la guerra. Barolo creía que los restos de poeta italiano Dante Alighieri –del que ambos eran fervientes admiradores– corrían peligro y por eso encargó a Palanti esta colosal obra con la idea de que allí tuvieran su morada final.
Con el paso de los años, el palacio se hizo depositario de una serie de mitos y leyendas que lo acompañan hasta el día de hoy. La cuestión principal que da lugar a todo tipo de conjeturas es si el edificio está inspirado o no en La Divina Comedia, la obra del poeta italiano. Sobre este punto hay opiniones disímiles entre historiadores, arquitectos y especialistas en patrimonio. Se dice que toda la construcción tiene referencias a La Divina Comedia y que, según esta perspectiva, el palacio se divide en tres partes: el infierno, el purgatorio y el paraíso. Además, se habla de un paralelismo entre la estructura del edificio y la obra de Alighieri, por ejemplo, su altura es de 100 metros, lo que coincide con los 100 cantos de la obra, y sus 22 pisos son exactamente la cantidad de estrofas de los versos del escrito. En tanto, que el faro representa al Empíreo, es decir el punto más alto del cielo, “la luz divina” a la que se accede por una escalera angosta.
En uno y otro caso, las distintas interpretaciones no encuentran evidencias y cien años después hay preguntas que no tienen respuesta. ¿Planeaban Palanti y Barolo albergar allí a los restos de Alighieri?, ¿están ocultos en alguna parte del edificio? Uno de los relatos asegura que estaban escondidos en el interior de la estatua hueca de bronce realizada por el mismísimo Palanti, quien también era pintor y escultor, en 1919, pero la obra fue extraviada y recién pudo recuperarse hace unos pocos años solo su parte inferior. Esta se encuentra en la oficina museo del séptimo piso del Barolo y, originalmente, mostraba un águila con las alas desplegadas que lleva en su lomo a un hombre moribundo, en la base se lee la palabra Mausoleo, por lo que muchos consideran que esa figura representa al Dante y que allí estaban sus restos. Actualmente, en el pasaje de acceso al palacio puede verse una réplica realizada por Amelia Jorio, madre del administrador del edificio, hija de Carlos Jorio, uno de los primeros inquilinos del Barolo.
Otro de los mitos vinculado a la obra literaria del poeta italiano es el que asegura que existe un portal a otra dimensión en la cúpula del Barolo –que representa el cielo o el paraíso en el universo dantesco– que solo se abre en los primeros días de junio, cuando la constelación de la Cruz del Sur se alinea con el faro. Incluso se dice que un empleado del edificio habría sido el único en atravesarlo en los años cincuenta. También se menciona al faro en otra leyenda que asegura que Palanti quiso unir al Barolo con su “gemelo”, el Palacio Salvo, en Montevideo, mediante el haz de luz de sus faros. Ubicados a 200 kilómetros de distancia, uno de otro, esta “hazaña” se considera técnicamente imposible, además de que se duda de que el Salvo haya tenido un faro alguna vez.
Igual a ninguno
Si bien estuvo descuidado durante muchos años, el arquitecto Fernando Carral sostiene que el Palacio Barolo disfruta hoy de todo en su esplendor. El es quien realizó la reparación del faro que estuvo sin funcionar durante casi 40 años. Y subraya la importancia del edificio desde el punto de vista patrimonial: “El Barolo no se parece a nada”. Y advierte: “Su forma es inspiradora para los futuros arquitectos”. Carral destaca que el faro acompañó distintos momentos de la historia argentina y mundial, pero que con un sistema complejo solo se prendía en ocasiones especiales. “Anunció el fin de la Segunda Guerra Mundial o el resultado de la pelea entre Jack Dempsey y Luis Ángel Firpo en 1923, cuando con un filtro de color anunció el triunfo del boxeador norteamericano”, cuenta. Y recuerda que el Barolo también apareció en una de las fotografías del paso del dirigible Graf Zeppelin por la ciudad el 30 de junio de 1934.
Para los festejos por sus 100 años se prevé la presencia del arquitecto Pietro Romagnoli, de origen milanés y descendiente de Mario Palanti, que llega especialmente para conocer el palacio. “Palanti no es muy conocido en Italia y Romagnoli viene a participar del evento y difundir su arquitectura. Hay que tener en cuenta que Palanti venía de una familia muy humilde, su padre era carpintero y los mandó a estudiar a él y a su hermano a la Academia de Bellas Artes de Brera, en el centro de Milán, de modo que primero fue artista y luego arquitecto y eso se nota en toda su obra”, concluye.
Hoy, a las 19 comienza la celebración, con entrada libre y gratuita, la cita prevé un video homenaje que se proyectará en la planta baja del edificio con imágenes de distintos momentos de su historia. Luego, la Legislatura porteña entregará una placa conmemorativa a representantes del Palacio Barolo en manos del ministro de cultura porteño Enrique Avogadro. El evento, organizado por la Fundación Los Amigos del Palacio Barolo, contará con la presentación de Martha Noguera, pianista de reconocimiento internacional, quien ofrecerá un selecto repertorio dedicado a Frédéric Chopin. Los cupos para participar del encuentro, son limitados y se dará prioridad al orden de llegada. El festejo se transmitirá en vivo por streaming desde la cuenta de YouTube de la Fundación Amigos del Palacio Barolo. Por otra parte, durante todo el año se realizarán distintas actividades culturales para celebrar los cien años de una de las obras arquitectónicas más significativas de la ciudad.
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