El Litoral argentino y los territorios adyacentes conservan temperaturas que pueden estar por encima de los 30 grados en esta época
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¿Es posible el verano en pleno invierno? La Argentina, con su intensa y compleja biodiversidad de regiones, lo permite. El Litoral y los territorios adyacentes conservan valores térmicos que pueden llegar a elevarse por encima de los 30 grados en esta época. Las vacaciones de invierno, asociadas a la nieve y las actividades en espacios cerrados calefaccionados, a comidas de olla y una gastronomía hipercalórica, quiebran su esquema al noreste del país.
Corrientes, Misiones y Chaco son destinos de verano mientras el resto del país vive días en modo bajo cero. Es el territorio de frutas exóticas como la pitanga, la acerola, la guayaba, guabirá y la mburucuyá; platos típicos que se alejan de la clásica comida invernal de todo el país. El reviro, el vorí vorí, mbeyú, sopa paraguaya y el chipá. Desde el tereré al licuado de ucle, en el monte chaqueño. Si la Patagonia ofrece frío y nieve, el noreste, colores, animales silvestres, caminos que llevan a selvas, esteros, y montes nativos: la exuberancia de la vida.
Acá, cuatro destinos de verano para visitar en pleno invierno.
Puerto Libertad, Misiones
“La naturaleza es un descubrimiento que necesita su tiempo”, afirma Juan Zorraquín, manager de la Posada y Casa Puerto Bemberg, hoy Puerto Libertad, un lodge en plena selva dentro de un establecimiento yerbatero de fines de la década del 30, que está rodeado de una reserva natural privada, a media hora de las Cataratas del Iguazú y sobre el río Paraná. “La desconexión es real”, agrega Zorraquín.
El lugar tiene una gran historia. La familia Bemberg fue pionera en la producción de yerba mate, cuando este territorio ni siquiera era una provincia argentina, sino un territorio nacional. Tanto la posada como la casa no fueron modificadas, sino mejoradas. Son el sostén de este lodge selvático y costero. Concebida como una posada literaria, cada habitación tiene una biblioteca propia, y el living, una de grandes dimensiones. “No tener televisión es una declaración de principios”, afirma Zorraquín.
Aunque tienen WI-FI, se invita a la lectura y las caminatas. “Asombra dormir con los sonidos de la selva”, manifiesta. La pileta es el punto de encuentro en el invierno, con días de hasta 30 grados.
El ritmo es lento. Asimilar la idea de estar dentro de la selva virgen es un ejercicio que se completa con las caminatas o la navegación al Salto Yasi, una recoleta y escondida cascada donde es posible bañarse. Se tiene la sensación de formar parte de una expedición exploratoria, todo el tiempo. Existe una energía especial. “Buscamos la conexión con la naturaleza porque somos seres naturales, esa conexión te enseña cosas y solo la podés adquirir viviéndola. El lujo hoy es volver a lo natural”, confiesa Zorraquín.
Puerto Libertad, que se puede visitar (tiene una capilla de época muy bella), y desde donde salen las lanchas para navegar, fue a principios del siglo pasado el centro de la industria yerbatera. La gastronomía juega un papel crucial en la posada. En alianza con productores vecinos y regionales, el menú se puede entender con este concepto: productos locales con imaginario internacional: mbeyú, chipas, vorí vorí, reviro y churrasco a la espada. Carnes y pescados, frutas exóticas. Con una cava espaciosa, se invita a hacer un viaje por la Argentina a través del malbec.
Las actividades son múltiples: las minas de Wanda están a solo 20 kilómetros, el Parque Nacional Iguazú, a media hora. En un deck con vista al río, se hace la ceremonia del verdadero mate cocido tal cual lo hacían los guaraníes. “Estás en otro mundo”, concluye Zorraquín.
Saltos del Moconá, Misiones
La naturaleza se tomó más tiempo para crear este rincón del mapa misionero y eso se materializa en la perfección del paisaje y en una peculiaridad: le hizo un corte al río Uruguay, longitudinal a su curso, y creó los Saltos del Moconá. Majestuosos, son el destino emergente más visitado de la provincia. Se trata de cataratas de entre cinco y diez metros de altura que acompañan por tres kilómetros al río. Dependiendo del volumen del agua, a veces son visibles, otras no. La naturaleza, es caprichosa con su belleza.
El pueblo más cercano es El Soberbio y, desde aquí y por la ruta 2 (que conduce a los Saltos), que corre paralela al río, se desarrolla una comunidad muy pintoresca, por la proximidad con Brasil (Tiradentes Do Sul, Porto Soberbo, Tres Passos, Tenente Portela, Derrubadas y Criziumal, son las localidades con más vínculos). El idioma que más se habla es el portuñol. Música, gastronomía, cultura, estaciones de radio y cada pequeña actividad del quehacer diario están atravesadas por las identidades de ambos países. “Acá está la selva misionera en su máximo esplendor”, afirma Víctor Motta, director de turismo de El Soberbio.
“Libertad, alegría, paz, felicidad”. Así resume Motta lo que se siente en esta tierra. Los restaurantes ofrecen pacú frito o la plancha, boga, surubí, gallinada, feijoada, reviro con Ticueí. La caipiriña es una bebida popular.
Si El Soberbio es todo frenesí, a pocos kilómetros, desconectado de este clima fronterizo, la naturaleza vuelve a la calma. “Estamos aislados de la civilización”, afirma Mauro Ragone, gerente de La Misión Moconá Lodge de Selva. Madera y vidrio, dos elementos que se destacan en la construcción de este hospedaje que se inspira en la necesidad de estar en contacto directo con la naturaleza, el agua y la vegetación.
“De repente, estás dentro de la selva y aparece el lodge”, relata Ragone. A orillas del río Uruguay, todas las suites tienen vista privilegiada al agua. Es la mejor música de fondo, desde aquí se puede hacer base para conocer la Reserva de Biosfera Yaboty, y los rincones más bellos, con navegación directo a los Saltos del Moconá. También hacen cabalgatas y senderismo. Naturaleza salvaje. Para amantes de tener un diálogo aún más puro con ella, está la opción del glamping. El lodge tiene tres piscinas de diferentes niveles que se disfrutan en el invierno. “Tomar sol y disfrutar del paisaje”, define Ragone los pasos recomendados. Por la noche, en el house se enciende el hogar a leña, las pocas noches en donde el invierno se anima a pasar por Misiones. Tiene un embarcadero propio.
Concepción del Yaguareté Corá, Corrientes
Los Esteros del Iberá son un destino turístico que creció en el último lustro, y mucho más en tiempos de pandemia. Sus diferentes portales de acceso (hay diez) proponen un escenario en común, aunque diferentes historias. Naturaleza en estado puro. Es lo que el turista viene a buscar: la experiencia de estar en uno de los más grandes humedales del planeta, sin dejar el confort de lado. En época invernal, los días se pasan con remera y bermudas.
El Parque Nacional Iberá, un área natural protegida de 183.500 hectáreas, es el centro de todas las actividades. Concepción del Yaguareté Corá configura el Portal Carambola. Fundado en 1796, el poblado en esa época tenía 86 españoles y 26 originarios. Manuel Belgrano asentó aquí su ejército para luchar en la batalla de Itapúa. Sobran pergaminos. En la actualidad el pueblo tiene restos del patrimonio colonial. Es muy pintoresco y tranquilo, hay comedores, banco y una estación de servicio, museos históricos y la “típica vida rural correntina”, un atractivo indispensable para viajeros que disfrutan de lo simple, sus calles de tierra son el plan perfecto para el paseo aliviado.
A 20 kilómetros, escondido entre los montes, está El Tránsito Hotel Boutique. Se asienta en las instalaciones de una estancia ganadera de 1920 que reciclaron y reconvirtieron en hospedaje de lujo, dentro de una reserva natural privada. Es una alternativa relajada para estar en un privilegiado escenario para disfrutar de los Esteros en primera fila. “Con lo que primero te encontrás es con la calidez correntina”, afirma Dahiana Mansilla, la gerente.
Todas las habitaciones tienen vista al horizonte dorado y verde de espinillos, guayabíes, pindós y caranday. ¿Qué se encuentra el visitante? “Tranquilidad, el sonido de la naturaleza, animales silvestres, aves —describe Mansilla—. Tenemos el concepto de que el huésped sienta que llegó a una casa de un familiar o de un amigo”.
Alejado del pueblo, el hotel es una isla alrededor de un mar de tierra húmeda y agua dulce. Con días de 24° a 28°, las actividades y los días se desarrollan con ropa liviana. La piscina es un recurso deseado. Navegaciones en lancha, paseos en canoas tiradas por caballos recreando la vieja ruta del mariscador del Estero, cabalgatas diurnas y bajo las estrellas; algunas de las actividades. La gastronomía, completa el viaje: chipa soó, pacú frito, mbeyú, mbaipy, pacú, mandioca frita y tomate asado. Las emociones dulces pueden ser: arroz con leche en infusión de mate cocido, o crumble de mamón y mandarina. “Buscamos crear sabores únicos, aromas y texturas que marquen una expresión cultural”, puntualiza Mansilla.
El Impenetrable, Chaco
Es el secreto de la Argentina. Pensar en visitar como turista uno de los territorios más aislados, bellos y extremos del país era impensado hasta hace algunos años. “Hacemos turismo para conservar la vida silvestre y apoyar las comunidades”, afirma María Elena Mercado, coordinadora de turismo naturaleza de la Fundación Rewilding, quien está detrás de este proyecto con pocos precedentes en el país.
El Parque Nacional El Impenetrable resguarda 128.000 hectáreas de bosques nativos, con sus comunidades originarias. El Bermejito está en el paraje La Armonía, en la entrada al Parque, donde se congregan 12 casas con 50 habitantes. Son tres carpas para un máximo de tres personas cada una que cuentan con todo el confort a orillas del río homónimo (electricidad para cargar dispositivos electrónicos y baño individual). La experiencia es un desafío y un lujo para estos tiempos: vivir algunos días dentro del espeso monte chaqueño de palos santos, algarrobos y quebrachos, en contacto con los pobladores del paraje, en julio la temperatura trepa hasta las 30 grados, y en la noche suele bajar a los 15.
Es común ver un oso hormiguero, un tapir o un pecarí cruzar por los caminos. Los pobladores de La Armonía fueron capacitados por Rewilding en la escuela taller El Bermejito, para atender al turismo, pero también ofrecen servicios de paseo en kayaks, bicicletas y sus artesanías en cuero, madera o cerámica. Las mujeres son las cocineras que ofrecen platos típicos. Es posible conocer sus casas o en la plaza y sentarse con ellas y oír historias mientras se prueban platos típicos. Empanadas de charqui, chivo con zapallo al rescoldo, chipa, ricota de cabra, bebidas como licuados de ucle (cactus) y whisky de algarroba.
En plena libertad, los días se ocupan en conocer el corazón del Parque Nacional, en navegación, por caminos solitarios, en bicicleta o senderos. También dentro del área protegida está el Camping La Fidelidad (es gratuito), a orillas del río Bermejo, a cargo de los pobladores, tiene una capacidad para diez carpas y las mismas se pueden alquilar allí con catres y bolsas de dormir. “El turista busca destinos alejados, donde encontrar la tranquilidad que no la halla en la ciudad”, afirma Mercado.
Amabilidad, y contacto casi visceral con la naturaleza. El Destino Impenetrable, como su nombre lo indica, es por momentos inaccesible, pero se nos deja un hueco por dónde pasar y poder ver aquello que pocos ven. Sus comunidades viven con sus costumbres ancestrales, y el turismo que plantea Rewilding es de acción directa. Al no haber otros servicios ni bancos ni comercios ni “nada para comprar”, todo lo que consumimos es suministrado por los pobladores. “Es la mejor manera de ayudarlos”, afirma Mercado, y de ayudarnos a entender cómo aún es posible vivir en la naturaleza sin dañarla.
Algunas advertencias: viajar en vehículo doble tracción, cargar combustible cada vez que sea posible, tener dinero en efectivo, casi nunca hay señal telefónica y de internet, llevar siempre bolsa para la basura personal, la luz proviene de paneles solares y es limitada. Llevar protector solar, repelente de insectos y abrigo en capas (la amplitud térmica en invierno es muy grande). “Y lo fundamental: estar preparado para la aventura”, confiesa Mercado.
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