Cuarentenials: "La primera vez que salió a caminar por la calle lloró desconsolado"
Luciana tiene un año y diez meses y canta a la perfección dos canciones que aprendió en marzo pasado: las que le enseñaron en el primer día de clases del jardín de infantes al que nunca pudo volver. Cuando comenzó la pandemia tenía poco más de un año y estaba terminando la adaptación. "Imaginate todo lo que hubiera aprendido en el año si hoy recuerda eso", dice Juan Granillo, su padre.
El aislamiento prolongado está manteniendo dentro de sus hogares a miles de bebés y niños pequeños que normalmente irían al jardín de infantes o se relacionarían en plazas y diferentes espacios con otros niños y adultos. Sin visitas posibles a otros lugares, el mundo queda limitado a las cuatro paredes del hogar y los padres se preguntan cuánto se están perdiendo sus hijos. Las políticas de reapertura de educación fueron, hasta ahora, dirigidas a los niños que están terminando los ciclos primarios y secundarios y ahora recién se proyecta la apertura de las salas de 5 en la ciudad de Buenos Aires. ¿Cómo afectó el desarrollo de los más chicos la pandemia y esta cuarentena que lleva siete meses?
La familia de Luciana había decidido que ella fuera a un jardín de infantes para que pudiera interactuar con otros chicos y adultos en vez de estar todo el día en su casa. Hoy su único contacto con el mundo exterior es la niñera que la cuida mientras sus padres trabajan, y las caminatas por el barrio "para que vea algo de verde". En el complejo de edificios en el que viven en San Isidro, los niños juegan en las áreas comunes. Pero a ella no la dejan ir: "Me muero de ganas de que pueda jugar con otros chicos, pero hoy privilegio la salud", explica Juan.
Para Verónica Cagnonero, psicopedagoga y directora de un jardín de infantes desde hace 25 años, el aislamiento está generando perjuicio en el desarrollo cognitivo, social y psicomotor de los niños pequeños. "Apenas una anécdota sencilla: una nena de dos años y medio que iba al jardín desde los dos meses, después de cinco meses de cuarentena vio un tobogán pequeño y no se acordaba cómo tenía que subirse. Enseguida aprendió nuevamente a usarlo. Pero si esto sigue así con las plazas cerradas y los niños encerrados en departamentos no sé qué va a suceder", se lamenta.
Bebés en cuarentena, los más protegidos
Benito nació en marzo. Durante los primeros meses, Lara Serrano, su madre, disfrutó el poder estar en su casa con su marido y su hijo sin visitas. Pero con el correr de los meses y a medida que el bebé crecía empezó a sentir que su hijo se estaba perdiendo de conocer el mundo. "Ya tenía siete meses y nunca había visto a otro bebé, ni a gran parte de su familia ni sabía lo que era un perro. O se asustaba cada vez que nos cruzábamos a un conocido por la calle". Con la visita de su hermana, Lara se dio cuenta de que nunca le había enseñado a aplaudir a su hijo. "Son pavadas, pero cada adulto que se cruza le aporta algo distinto", dice.
"Para un bebé o beba menor a un año la presencia de sus figuras de apego (padre, madre o cuidador principal) es lo que más necesita, no es que tienen que ver a mucha gente", dice la Dra. Angela Nakab, Jefa del Hospital de Día del Hospital Elizalde y miembro de la Sociedad Argentina de Pediatría. El buen desarrollo para estos niños, dice, pasa por los estímulos habituales: tocar al bebé, hablarle, cantarle canciones o permitirle el movimiento libre.
Existen, sin embargo, ciertos signos que alertan que un bebé puede estar pasando una situación de estrés: "Por un lado si hay retraimiento: si se encuentra demasiado pasivo, apático y poco demandante, con dificultad en la alimentación o, al contrario, un exceso en la alimentación. Y por otro lado, evaluar el desarrollo del sueño: si el bebé o la beba tiene un sueño tranquilo que les permita relajarse, o sea que no se duerma por agotamiento si no por relajación. Todos esos son signos a los que tenemos que estar atentos, teniendo en cuenta esta situación que es estresante para toda la población", explica Nakab.
Salvador aprendió a caminar, como casi cualquier otro niño, dentro de su casa. Cuando ya llevaba unos meses de entrenamiento bajo techo se habilitaron las salidas recreativas de chicos en Capital Federal. La primera vez que salió a caminar por la calle lloró desconsolado: tenía más de un año y era la primera vez que usaba zapatillas. "Fue muy fuerte", dice su mamá, Natalia Ramil, que lamenta que su hijo aún no sepa lo que es una plaza. "Noto que cuando salimos a caminar mira muchísimo a otros nenes y me genera mucho ruido, me impresiona que no tenga contacto con otra gente".
Desde mañana, después de siete meses, en la ciudad volverán las actividades en las salas de 5 de jardín de infantes. "No sabemos bien cómo va a ser el impacto en los niños preescolares que este año no tuvieron jardín ni interacción con otros niños o niñas, porque estamos ante una situación inédita", reconoce Nakab.
"Por supuesto que la socialización y la posibilidad de ir a un jardín es muy enriquecedora para cualquier niño o niña desde el punto de vista emocional y de aprendizaje de recursos cognitivos, por eso es importante que se pueda volver a reincorporarse dentro de jardines y escuelas lo antes posible", explica.
Por otro lado también remarca la importancia de que las familias lleven a los niños a los controles pediátricos y que cumplan con el calendario de vacunación. Y que se promueva la mayor cantidad de actividad física posible: aunque sea en niños pequeños los movimientos de subir, bajar, saltar, rolar, recorrer un espacio, salir a dar la vuelta manzana, ir al parque a ver verde.
"No se quiere quedar solo"
Cuando empezó la cuarentena, Benicio, hoy de tres años y medio, ya había dejado los pañales. Pero con el aislamiento volvieron los problemas de control de esfínteres y se agudizaron los berrinches. "Hoy está tan apegado a nosotros que no se quiere quedar solo con nadie, y eso que él nunca había tenido problemas con eso", explica Andrea Loria, su madre.
"Tuvimos una charla en la que le explicamos la importancia de quedarse en otros lugares y por suerte finalmente hace unos días aceptó ir a lo de mis papás. Y si sigue todo así, jamás aprenderá a nadar", reflexiona.
En su casa, tanto ella como su marido están haciendo home office y las bondades de tener a ambos padres en casa también se reflejaron en los últimos meses: "Pasamos tanto tiempo juntos que logramos estimularlo con otras cosas que por ahí no hubieran sucedido, como que aprenda a usar la bici sin rueditas o que ya hable como un catedrático".
Las regresiones en niños preescolares son esperables y son otro factor a observar. Algunas de ellas son angustia cuando no están los padres, falta de iniciativa lúdica, irritabilidad o agresividad. También volver a hacerse pis encima una vez que ya habían controlado esfínteres o tener dificultades en el sueño o el lenguaje.
Para la licenciada Susana Mandelbaum, psicóloga clínica de niños, adolescentes y familias y miembro de la Sociedad Argentina de Pediatría, comprender cómo afecta la pandemia a los bebés y niños pequeños llevará tiempo: "Dada la ansiedad que estaba generando el encierro surgió la necesidad de salidas para que los bebés y niños pequeños puedan conectar con el afuera y ver a otros niños y familiares a la distancia".
Para ella aún faltan los abrazos y la estimulación corporal de seres queridos que no sean los convivientes. También los jardines de infantes y guarderías y sus rutinas y juegos con pares. "La virtualidad salva para contactar con grupos de padres, con niños, familiares y pediatras. El no aislarse es fundamental para que los padres no se sientan tan solos resolviendo el día a día. Habrá aprendizajes demorados en la socialización, habrá demoras en las habilidades por falta de práctica. Las demoras se recuperarán ni bien afloje o cese la pandemia. Lo importante es escuchar y escuchar a cada hijo para ayudarlo a transitar el estrés que la pandemia provoca".
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