Cuarentenas y reacciones sociales durante las epidemias de la historia argentina
La cuarentena, como forma de prevenir el contagio en un contexto de epidemia, es una de las políticas de salud pública más antiguas que existen. Sus orígenes pueden remontarse a fines del siglo XIV, en el contexto de la primera oleada de peste bubónica en Europa. A lo largo de la historia argentina, el Estado también aplicó medidas de reclusión y aislamiento de la población durante diversas epidemias. ¿En qué consistieron esas medidas, y qué reacciones generaron en la sociedad?
Cólera, fiebre amarilla y gripe
En la segunda mitad del siglo XIX, Argentina se vio afectada por la epidemia del cólera y de la fiebre amarilla. El historiador Maximiliano Fiquepron, cuyo libro Morir en las grandes pestes está próximo a ser publicado por Siglo XXI editores, me explicó que en ese contexto "en La Boca y San Telmo, los barrios más afectados por la epidemia, se hacían cordones sanitarios, pero los resultados eran muy malos porque en la práctica la gente seguía circulando". Por otro lado, dado que las epidemias entraban a través del puerto, "lo primero que hacían las autoridades era ir hacia los puertos, donde se controlaban los barcos y se los ponían en cuarentena -agregó-. Antes de 1870, los pasajeros tenían que permanecer en el barco aproximadamente veinte días. De 1870 en adelante, se los trasladaba a todos a la isla Martín García por dos o tres semanas. Allí permanecían hacinados y mal alimentados".
La cuarentena, en cambio, resultó un poco más estricta con la llegada de la mal llamada gripe española en 1918. Adrián Carbonetti, historiador y demógrafo de la Universidad Nacional de Córdoba y el CONICET, afirma que las políticas de reclusión eran consideradas draconianas para la época. Esas medidas incluyeron el cierre de todos los lugares que congregaran reuniones de carácter masivo: escuelas, cines, salones de baile o talleres con más del 30% de personal enfermo. Si bien no se trató de una cuarentena tan extrema como la que vivimos hoy en día, algunos sectores sociales reaccionaron con insatisfacción frente a la normativa.
Abajo el intendente, arriba el alcanfor
Tal fue el caso de "los noctámbulos" o habitués de la noche en la ciudad de Buenos Aires frente a la decisión de cerrar los bares, cafés y confiterías a las 23 horas. La medida, según Carbonetti, "generó una manifestación de toda la bohemia porteña. Cuando cierran los bares, salen en caravana y se le suman actores, gente de los teatros y bailes, y hacen una manifestación hacia la casa del intendente con un cántico que decía «abajo el intendente, arriba el alcanfor», que era una pastillita que largaba un olor a pino fresco. Esto tiene que ver con las teorías anteriores que sostenían que donde había olores había enfermedad".
Esta resistencia a las medidas tomadas por las autoridades de Buenos Aires también pudo observarse durante las epidemias del siglo XIX.
Según Fiquepron, en la ciudad se cerraron los saladeros porque había animales muertos y condiciones insalubres. Frente a eso, "se generó un terrible lío, porque era lo que producía más dinero para la ciudad. La prensa se trenzó en un debate entre quienes promovían el cierre y quienes sostenían que había que mantenerlos abiertos. Se replicaba, en parte, lo que se debate actualmente: si cerrás la economía ¿cómo sostenés la ciudad?". Algo similar ocurrió frente al cierre de los conventillos, que eran un caldo de cultivo para la propagación de la enfermedad: "Se cancelaban conventillos que eran un ingreso importante para los propietarios. Esto llevó a muchos choques entre lo que los inspectores querían hacer y la alternativa de dejar a toda la gente en la calle. ¿Hacia dónde llevarlos?".
La gripe de 1918 en el interior del país
Ahora bien, ¿cuál era la situación en el interior del país? En su libro de próxima publicación por la editorial de la Universidad de Córdoba, Gripe Española (1918-1919). La Argentina en tiempos de epidemia, Carbonetti y María Dolores Rivero muestran que la tasa de mortalidad fue mayor en las provincias más pobres como Catamarca, Salta, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero. Esto se debía a las desiguales condiciones socioeconómicas, a las altas tasas de analfabetismo y a las diferencias en el sistema sanitario. Otro problema fundamental era que las decisiones se encontraban descentralizadas, y la cuarentena llegaba a las provincias cuando ya era tarde: "El Departamento Nacional de Higiene se ocupaba de la ciudad de Buenos Aires y los territorios nacionales, mientas que del interior se ocupaban los diferentes Consejos Provinciales de Higiene. El problema era que los consejos provinciales mandaban médicos a Buenos Aires para ver de qué se trataba la enfermedad. Cuando esa persona llegaba a la provincia para sugerir medidas, la gripe ya había entrado y generado contagio. No había una política sincronizada. Aplicaban las mismas medidas que el Departamento Nacional de Higiene, pero a destiempo".
Un castigo divino
Las medidas tampoco fueron bien recibidas en algunas provincias del interior. Según Carbonetti, "en Córdoba, en pleno mes de julio, los sectores más conservadores y ultramontanos llaman a una procesión. Los médicos piden que no la hagan porque era una locura, se trataba del pico de la epidemia. Pero ellos llaman a la procesión porque desde su perspectiva la gripe era consecuencia del castigo divino". La procesión se terminó realizando con gran éxito y el gobierno provincial no actuó para impedirla. Una situación similar se vivió en Salta donde "lo que hay es una pelea más fuerte en relación a la municipalidad y la iglesia. La municipalidad había dicho que no se podían hacer reuniones y la Iglesia llama a misa, mantiene los templos abiertos. Finalmente, la municipalidad le aplica una multa a la Iglesia, una institución muy fuerte en la provincia".
La cuarentena, tal como se aplica en la actualidad, es más estricta a la vivida en otros momentos de la historia argentina. No obstante, la insatisfacción de diversos sectores de la sociedad que consideran draconiano el remedio aplicado por el Estado, y la preocupación por la actividad económica, son situaciones que reeditan los descontentos del pasado. El dilema que atraviesan las autoridades entre la economía y la salud o entre el apoyo de la sociedad y la salud se constituye en un deja vu propio de tiempos de epidemias.
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