Coronavirus. Con "microsalidas" y visitas secretas, muchos comienzan a romper la cuarentena
Cruzar a lo del vecino, visitar a un amigo que vive a pocas cuadras o ir a la casa de algún pariente que añora los encuentros familiares. Estas son las "microsalidas" que se han convertido en la forma de luchar contra una serie de sentimientos que ya compiten cabeza a cabeza con el temor a contagiarse de Covid-19 y la voluntad de cumplir con el aislamiento impuesto por el Estado. El hartazgo, la soledad y la incertidumbre son algunos de ellos.
Estas salidas están prohibidas y van en contra de del único método disponible para evitar contagios masivos y que el sistema de salud colapse, pero estas escapadas breves son un síntoma que habla de la necesidad de muchos de pasar a una etapa más flexible de la cuarentena.
"Al principio estaba re metida con la cuarentena, no quería salir, o que alguien venga a casa. Pero yo vivo sola y es muy difícil estar siempre en soledad, más viendo que esto va para largo y se puede extender varios meses más", dice Milena, de 28 años, que vive en Flores. Ella ahora empezó a juntarse con algunas amigas que van a su casa caminando para disminuir riesgos.
"Entonces empecé a verme con amigas. Algunas están en la misma que yo, otras están saturadas de su familia o discuten mucho con su pareja y necesitan salir. Obvio que tomamos todos los recaudos, nos lavamos las manos, no nos abrazamos y sabemos con quienes estuvieron. La incertidumbre es complicada, no tener una fecha final hace que tengas muchas más ganas de hacer cosas", agrega.
"En primer lugar, uno no debería transgredir la cuarentena y mantenerse en casa. En segundo lugar, si a una persona la supera la sensación de soledad lo aconsejable es que efectúe una pequeña caminata pero sin visitar a un amigo. De lo contrario, se produce una cadena de contacto difícil de predecir", explica Eduardo López, infectólogo y asesor presidencial durante esta pandemia. El especialista agrega que el comportamiento individual es fundamental para que la situación evolucione de la mejor manera. "El contacto que es considerado de bajo riesgo es aquel que se mantiene por no más de 10 minutos y a una distancia de un metro y medio", sostiene.
Según José Eduardo Abadi, médico psiquiatra y psicoanalista y didacta de la Asociación Psicoanalítica Argentina, la ausencia de una fecha que le ponga fin a la cuarentena hace que en el plano inconsciente muchos lo interpreten como una situación sin salida. "Sobre todo en las personas mayores despierta una angustia de soledad y de muerte".
"Fue el domingo pasado cuando no aguanté más estar solo. Necesitaba verme con alguno de mis amigos. A mis viejos no los visité porque no quiero ser irresponsable, ellos tienen 70 años. Pero la verdad que me agarró una angustia tremenda, mucha impaciencia, hasta bronca. Y salí. Ahora estoy un poco arrepentido", relata Martín, de 30 años que vive en Belgrano.
El sábado pasado, el presidente, Alberto Fernández, se explayó sobre los buenos resultados que trajo el aislamiento para controlar la curva de contagios. Entre sus propuestas para la siguiente etapa dijo que iban a permitir que la gente saliera a caminar no más de una hora y a un máximo de 500 metros de distancia de la casa de cada uno.
Esto generó entusiasmo, pero en los días siguientes debieron aclarar que la decisión final iba a estar en manos de los gobernadores, y tanto en la Ciudad como en gran parte de la provincia de Buenos Aires, aún están prohibidas. "La contradicción le quita veracidad y optimismo al futuro. La promesa de que se va a salir, seguida por una postergación, genera hartazgo.", dice Abadi.
Luego del anuncio fallido, el flujo de tránsito en la Ciudad fue similar al de las semanas anteriores. El número de autos fue de un 50% en comparación a un día normal. Desde el comienzo de la cuarentena, según el Ministerio de Seguridad de la Ciudad, ya hubo 15.605 personas detenidas o demoradas por infringir el aislamiento obligatorio.
Las "microsalidas" hicieron que se formen grupos que se prometen fidelidad entre ellos. "Nos reunimos siempre con el mismo amigo y él solo se junta con nosotros", explica Augusto, de 26 años que vive junto a su pareja en Palermo.
El encuentro surgió cuando comenzó el aislamiento social obligatorio, el 20 de marzo, y este amigo no tenía internet en su casa porque se había mudado hace pocos días. "Él tiene un restaurante y ahora se maneja con Instagram para publicar recetas y vender productos. Me pidió por favor de venir a usar internet, lo hizo una vez y ahora ya vamos por el tercer encuentro". Aunque resalta que fue un requisito que este compañero viva solo y no comparta espacios con personas mayores.
En algunas provincias del norte con pocos casos confirmados, se da una situación particular. Para que se mantengan esas cifras, han impuesto un aislamiento que hacen cumplir con controles aún más estrictos que en Buenos Aires.
"Después de las 20 está repleto de patrullas y si te paran vas a tener un problema. Los que vivimos solos nos juntamos con algunos amigos que viven cerca, pero sabemos que ellos no andan con otras personas y que son gente que se cuida. Pero por lo menos comemos juntos, sino estamos muy solos. Para que no nos pare la policía muchas veces nos quedamos a dormir", dice Tomás, de 30 años, que vive en Jujuy.
"Sé que a todos nos hubiera gustado vivir en otro tiempo, pero es el tiempo que nos tocó. No debe ser un sacrificio cuidar nuestra vida y la de otros, debe ser un orgullo", dijo el Presidente. Pero pareciera que en los tiempos que corren los sacrificios tienen fecha de vencimiento.
"Yo creo que hay un error, y es hablar sobre el aislamiento como si hubiera un blanco o negro. Este quedarse en casa fue muy útil, pero se podrían pensar posiciones intermedias, como microsalidas. Hay gente que por estar tanto tiempo en la casa empieza a tener ideas pesimistas, como ‘para qué voy a proyectar algo si ni se cuándo voy a salir’. Es decir, la pérdida del deseo. Otros pasan a tener miedo al exterior, por más que tengan muchas ganas de salir", concluye Abadi.
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