Cuarentena en la Ciudad. Reabrieron un shopping a cielo abierto y comercios en avenidas
Son las 12 y los que van y vienen por la calle Paraguay al 4900, en Palermo, parecen caminar con un destino bien definido. Sin embargo, al pasar por la puerta de Distrito Arcos, muchos desvían su camino para dar una vuelta por el paseo de compras al aire libre que hoy volvió a abrir. Si bien casi todos están en pleno día laboral, luego de 137 días de aislamiento social obligatorio, ver los locales del paseo abiertos al público es una imagen irresistible. Muchos aminoran la marcha y deciden, por unos minutos, entrar y poner en pausa las obligaciones del día.
"No suelo venir, pero vi que abrió y entramos. Como pensamos que iba a estar tranquilo nos gustó la idea", dice Alejo Molins, de 42 años, que camina junto a su novia y aprovechan que es un mediodía templado, ideal para salir a caminar.
Hoy también volvieron a abrir los comercios ubicados en avenidas con alta circulación, como Cabildo, Córdoba, Coronel Díaz, Scalabrini Ortiz, Corrientes, Rivadavia, Pueyrredón y Alvear, entre otras. Así, por primera vez desde el 20 de marzo, cuando empezó la cuarentena, locales de indumentaria y calzado situados en estas arterias volvieron a levantar sus persianas. El horario es de 11 a 21, y permitirán el ingreso de clientes según la terminación del DNI: los terminados en número par, día par; los finalizados en número impar, día impar. Para esta nueva etapa, aún tienen prohibido abrir los comercios en grandes centros de trasbordo, como Retiro, Once, Constitución y Liniers.
Distrito Arcos, en tanto, cuenta con 60 locales y 30 góndolas que operan según los protocolos de cada rubro. Por ejemplo, en los locales de ropa los clientes no podrán probarse la indumentaria: deberán llevarse la prenda a la casa y, en caso de querer cambiarla, la llevarán de vuelta y los empleados tendrán que guardar esa prenda durante 48 horas. Estará abierto de lunes a viernes de 12 a 20. En el caso de los locales de comida, funcionarán con la modalidad delivery o take away.
"Como nos avisaron recién anteayer que íbamos a abrir, todavía nos estamos tratando de organizar", dice Paula Rosso, que atiende un local pequeño que vende bijouterie. Si un cliente desea probarse un par de aros, tienen un dispositivo especial para que se lo coloque al lado de la oreja, sin que entre en contacto con la piel. Pero en el caso de los anillos, una vez que el cliente se lo prueba, si no lo compra, ella lo desinfecta y lo aísla durante dos días. Por eso trajeron aún más stock que lo normal.
En el ingreso al paseo de compras hay una cámara que cuenta personas. Cuando el dispositivo llega a un máximo de 1984, es decir, una por cada 15 metros cuadrados, el personal de seguridad cerrará las puertas hasta que salgan algunos clientes. A cada uno de los que ingresa le toman la temperatura y debe pisar una alfombra sanitizante.
Más allá de los protocolos, los carteles y los puntos con alcohol el gel, las autoridades de Distrito Arcos destacan que todas esas medidas solo serán efectivas si los clientes cooperan y se mueven con responsabilidad.
"Está bueno venir. Doy una vuelta, camino, veo precios, me pido algo para comer y me vuelvo a casa. Es para tomar un poco de aire. Yo antes en la oficina siempre salía a comer al mediodía, es una pausa necesaria que durante esos últimos meses la perdí y ahora siento que la recuperé", dice Manuel Insua, de 33 años.
Protocolos
Al recorrer Distrito Arcos, todo está bien señalizado. Las escaleras y las rampas están divididas entre el carril que sube y el que baja, así los clientes no se cruzan. Además, en la puerta de cada local está indicada la capacidad máxima de personas que pueden ingresar. Por eso, cuando Martín, de 29 años, que atiende un lugar de trajes para hombre, vio que en su local podían ingresar 12 clientes, pidió que bajen ese número a nueve, por precaución.
"Nosotros somos tres empleados y podemos atender hasta nueve personas, más ya se nos complica. Nosotros también nos queremos cuidar porque vivimos con nuestra familia. Aunque sabemos que, mientras menos clientes entren, menos plata vamos a ganar y nosotros ganamos más de comisiones que del sueldo básico", indica Martín, que prefirió no dar su apellido. Aún estaba aguardando los protocolos para saber cómo actuar en caso de tener que tomarle las medidas de un traje a un cliente.
Juan Martínez y Martina Silva, de 28 y 27 años respectivamente, caminan contentos por el paseo, que a las 12.30, aún está bastante vacío. Ellos vinieron a ver zapatillas. "A mí la compra por internet no me convence. Entonces vine a ver qué hay y creo que me voy a comprar un par. Es incómodo el tema de no poder probarlas en el local, pero bueno, es lo que hay. Igual vivimos cerca de acá", relata Silva.
Entre los comerciantes que tienen sus locales en las avenidas si bien prima la alegría de poder volver a la actividad, también hay nerviosismo por el estricto protocolo. "Da miedo equivocarse u olvidarse de algo. Ahora es todo muy mecánico, muy estricto. Pero bueno, es lo indicado para evitar contagios. La verdad que dentro de todo estamos muy contentas de poder volver a atender al público", dice Carla Bustamante, de 34 años, encargada de uno local de ropa femenina en la esquina de Santa Fe y Coronel Díaz. En las vidrieras, hay carteles que indican descuentos de hasta el 60 por ciento para la liquidación de invierno.
A pocos metros de ahí, otro local, pero de electrodomésticos, también abrió hoy por primera vez. El comercio está casi vacío, solo hay una clienta. Dice Javier Caballero, de 43 años, quien le toma la temperatura a los clientes en la puerta, que ya rechazó a varios por tener DNI par, cuando hoy le toca a los impares. "Tenemos que ser muy estrictos y cumplir las normas para no volver atrás", afirma Caballero.
También sobre Santa Fe, además de los comercios que hoy volvieron a abrir, se ven reconversiones que llaman la atención. Por ejemplo, el lugar Panchoclo, que vendía panchos y choclos, hoy vende alcohol en gel, tapabocas y productos desinfectantes, mientras aún tiene la panchera y la heladera que muestran que, hasta hace algunos días, era un local de comida rápida. "Tuvieron que empezar a vender esto, no quedó otra, había que adaptarse a la situación", dice Rosmary Zapata, de 31 años, que atiende el local.
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