"Cuando una flor no florece arreglás el entorno, no la flor"
Noticias varias (buenas y malas) fueron poblando en estos últimos días distintos medios de comunicación y por las redes sociales me fui enterando de otras situaciones que vale la pena que salgan a la luz.
Desde el peluquero que no dudó en tirarse al piso para cortarle el pelo a un niño con autismo hasta la historia de la docente que no fue demasiado amable en su trato con un niño que presentaba desafíos en la atención y en su nivel de actividad.
Desde un fallo histórico de la Justicia en el 2015 que obligó a la Gendarmería a reincorporar a Sergio, un cadete que había sido dado de baja por una discapacidad física adquirida, hasta la historia de 3 adultos con síndrome de Asperger que fueron incluidos laboralmente en una importante empresa ligada a la tecnología.
Desde el dato de que en 2015 el promedio anual de niños con discapacidad escolarizados en escuelas comunes fue del 55,17% a que el año pasado se registraron 495 denuncias al INADI por motivo de discapacidad y 323 ocurrieron en el ámbito educativo. Esto significa que miles de niños en el país no son aceptados en las escuelas comunes y que, en consecuencia, esas miles de familias se la pasan peregrinando (y cuasi rogando) que alguna escuela acepte a sus hijos.
Desde que sigue habiendo al día de hoy personas usuarias de sillas de ruedas que no pueden llegar adonde quieren ir porque hay autos estacionados sobre las rampas de las ochavas de la ciudad obstaculizando el paso, al caso de adultos jóvenes con condiciones del espectro autista que van a renovar su Certificado Único de Discapacidad (CUD) y se encuentran con un inusitado (mal) trato por parte de ciertos integrantes de la Junta Médica y puesta en duda de su discapacidad.
Desde las situaciones en que personas ciegas no pueden llegar a un aula en una universidad porque el Braille (u otro sistema de comunicación) brilla por su ausencia. O que una persona sorda no puede disfrutar de una charla sobre un tema de su interés porque no hay intérprete de lengua de señas en el lugar. O que una persona con esquizofrenia o con síndrome de Down difícilmente pasa la etapa de una entrevista laboral.
Desde un conductor de un colectivo que frena en la parada para que una persona con parálisis cerebral y que está en silla de ruedas pueda subir con su acompañante en el tiempo que sea necesario, hasta un director de teatro independiente que se anima y escribe una obra magistral sobre la historia (basada en hechos reales) de un adolescente trans y con síndrome de Asperger, que sucumbe al hostigamiento y a la no aceptación de su entorno. Actores sublimes y emociones muy fuertes. El lema de la obra perfora las retinas: “No se padecen las diferencias, se padece la incomprensión”.
Historias alegres e historias tristes que se entremezclan en la diaria. Vivimos inmersos en un mundo de derechos vulnerados, prejuicios, estigma, barreras, frustraciones por un lado, pero también héroes de carne y hueso, personas amables que se cruzan en el camino, apoyos, ajustes razonables, actitudes inclusivas, respeto por la diversidad…
Hay una frase que me encanta. Dice así: “Cuando una flor no florece, arreglás el ambiente en el que crece, y no la flor”. Es decir, para que florezca modificás el agua, la luz, la temperatura, etc. Y cada flor es única, necesita su singular dosis de luz, agua y temperatura para florecer. Es una bella imagen que sirve como metáfora del modelo social de la discapacidad. Todos los humanos están llamados a florecer. Para hacerlo, necesitan de un ambiente óptimo a su alrededor. Toda persona que se desarrolla en un ambiente óptimo, florece. Es tan simple como eso.