“Cuando muere el miedo, nace la libertad”: cientos de personas participan de una emotiva vigilia por la paz en Venezuela
A partir de las 18.30, habrá una ceremonia religiosa presidida por un sacerdote y un rabino en el Parque Rivadavia, delante del monumento a Simón Bolívar
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El Parque Rivadavia, epicentro de la vida social de la comunidad venezolana en Buenos Aires, se encontraba hoy de luto. Mientras anochecía, familias, grupos de amigos y parejas venezolanas se acercaban con velas y banderas hasta el monumento a Simón Bolívar, ubicado en el centro del parque, y convertido esta noche en el escenario y altar de la vigilia por la paz en Venezuela, organizada por un conjunto de asociaciones civiles de esta colectividad, junto con la Parroquia Nuestra Señora de Caacupé de Caballito, ubicada enfrente.
Incluso antes de que la vigilia comenzara, la emoción y la angustia ya se hacían sentir entre quienes se abrazaban y lloraban. “Tenemos el cuerpo fuera de nuestro país, pero la mente y el corazón adentro”, decía, mientras se limpiaba las lágrimas, la abogada Rosa Cedeño, de 47 años, que dejó Venezuela hace cuatro, junto con su marido, sus tres hijos y sus dos nueras. “¿Sabes lo que es irte de tu país cuando tienes tu vida hecha? Me fui a los 43, dejé atrás un hogar, y el sueño de que mis hijos y mis nietos se críen allí. Ahora ninguno quiere volver”, contó la mujer, que llevaba en un cochecito a uno de sus nietos, nacido en la Argentina.
A su alrededor parejas y amigos se abrazaban y lloraban. En los altoparlantes comenzaba a sonar como un himno la canción “Venezuela”, de Luis Silva. “Llevo tu luz y tu aroma en mi piel/ Y el cuatro en el corazón/ Llevo en mi sangre la espuma del mar/ Y tu horizonte en mis ojos”, cantaban de memoria, con los ojos en el escenario. Junto al monumento a Simón Bolívar, con el cartel: “Cuando muere el miedo nace la libertad”, había velas que formaban la palabra paz y una figura de Jesucristo cargando la cruz traída en procesión desde la parroquia de enfrente.
El encuentro religioso, presidido por un cura y un rabino, tuvo lugar en medio de una semana de extremada crispación social y política en ese país, donde la atribución del triunfo electoral por parte del régimen de Nicolás Maduro, en la madrugada del lunes pasado, despertó protestas en toda Venezuela e impulsó denuncias de fraude electoral.
“No puedo más de la bronca”, dijo, entre lágrimas, Oswel Luna, masajista terapéutico, de 33 años, que vive hace nueve en la ciudad de Buenos Aires. “Somos millones los que estamos afuera, trabajando, saliendo adelante, mandando dinero a nuestras familias que siguen allá”. Él, según contó, desea con desesperación poder volver a su tierra natal, pero la situación económica no se lo permite. “Es preferible que me quede acá, así le mando dinero a mi familia”, explicó.
Muchos de los presentes dijeron todavía conservar sus casas en Venezuela, con la esperanza de poder volver algún día. Este es el caso de Kenia Ubeto, de 59 años, y también de su amiga Rosa María Madriz, a quien conoció en esta plaza, y con quien comparte el dolor de no ver desde hace más de cinco años a gran parte de su familia.
“Ni votar nos dejaron. Nos pusieron todas las trabas para que no pudiéramos votar”, dice llorando Madriz, que cumplió 69 años el domingo pasado, el mismo día de las elecciones nacionales de Venezuela. “Ni ganas de festejar me dieron. Mi sueño era ganar las elecciones y volver a Venezuela para Navidad por primera vez desde que me fui, que ya van a ser seis años. Reencontrarme con mis hermanos, mis padres”, dijo la mujer
“Muchos de mis compatriotas, amigos médicos, ya estaban con las maletas hechas. Pensaban que se iba finalmente Maduro, y querían irse para allá a ayudar a reconstruir nuestro país, a reencontrarse después de tantos años con sus hijos. Tengo amigos que hasta se gastaron los ahorros en pasajes solo para ir a votar”, sumó Madriz.
En la vigilia se escuchó a través de altoparlantes un mensaje grabado que dedicó el arzobispo porteño y primado de la Argentina, Jorge Ignacio García Cuerva, a la colectividad venezolana, la comunidad migrante más grande de la ciudad: “Ustedes son parte de nuestras comunidades, son parte de nuestra vidas. Por eso su tristeza, su desazón, la sentimos como propia. Nos comprometemos a sostenerlos en la esperanza, a animarlos en la fe en Dios, y abrazarlos fuerte. Porque, más allá de todo, creemos en la Justicia, creemos que un mundo mejor es posible”, expresó.
“Muchas veces el mal se disfraza de bien e intenta ocultar todo el bien que hay y lo demoniza. Hoy venimos a pedir que ese mal se saque la careta. Para que por fin se pueda respirar el aire de libertad”, sumó durante su discurso el rabino Ioni Shalom, de la comunidad Bet Hilel y del Congreso Judío Latinoamericano.
Luego sonó el himno de Venezuela, y los compatriotas volvieron a unir sus voces. Elsi Porres, de 51, cantaba con una bandera de Venezuela sobre sus hombros, y la mirada fija en el escenario “¿Sabes? Estamos de luto, pero todavía no perdimos la esperanza. Yo creo que en cualquier momento puede cambiar todo”, dijo.
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