Cuando el militante le gana al maestro
"Cuando el docente pierde de vista lo público, aquello que supera las visiones particulares en la sociedad, privatiza la escuela", suele afirmar el especialista en educación Gustavo Iaies. En esa mirada está el límite que algunos pocos docentes, muchas veces aliados con padres, cruzan peligrosamente cuando ponen en marcha su militancia partidaria en el aula.
Esta es una situación que se viene dando más a menudo de lo que suponemos y que no es comparable con un adoctrinamiento institucional, como cuando se utilizan textos y materiales educativos tendenciosos, pero es ilegítimo y, quizás, hasta más peligroso, por tratarse de algo que no se puede controlar.
Los maestros son ciudadanos con todo el derecho a adherir a una ideología y a militar en un partido político. Lo cuestionable, y que pone en peligro el ámbito académico, comienza cuando esos docentes llevan esa militancia partidaria al aula o a la escuela.
En los últimos años se conocieron muchos casos donde algunos docentes, en actos escolares, y en convivencia con un grupo de padres, leen cartas o proclamas en favor del kirchnerismo o en contra de todo gobierno que no lo represente. Al principio se vivía como una rareza, pero con el correr del tiempo se transformó en algo habitual. Parecieran no darse cuenta de que están cometiendo una afrenta grave a la institución escolar, a los alumnos y a sus familias. El colmo de esta militancia se da cuando los propios docentes filman y viralizan cánticos, gestos, o actos escolares, donde participan los chicos, guionados con impronta partidaria.
Debate por dar
En sus discursos insisten con términos y nombres propios como "neoliberalismo"; "Macri", "derecha", en una arenga emparentada con una supuesta "privatización de la educación" o la "destrucción de la escuela". Un debate que no estaría mal dar, con todos aquellos que gestionaron los sistemas educativos, de todos los gobiernos, pero siempre fuera del aula.
Es tal la omnipotencia de esos maestros militantes que llegan a perder el sentido de la ubicación, confundiendo su rol en la formación de ciudadanía de sus alumnos con el adoctrinamiento militante. Y lo hacen convencidos de que están haciendo un bien a sus alumnos.
Existe una máxima dentro de nuestro sistema educativo que señala que nada entra al aula si no es de la mano de los maestros. Y está muy bien que el docente tenga esa autoridad cuando se trata de contendidos educativos. Para el alumno su palabra no se interpela, puede tener cierto cuestionamiento porque hoy la autoridad del adulto está en crisis, sucede en nuestros hogares y también en el aula, pero el rol del docente contiene un caudal de influencia indiscutida para los alumnos.
"Bajadas de línea"
Ese derecho es el que los maestros deberían cuidar e intentar no perder antes de caer una y otra vez en el cuestionamiento de las familias que comienzan a mirar si, además de enseñar bien, existen "bajadas de línea" en las aulas, alterando el contrato entre la escuela y la familia que supo hacer de nuestro sistema educativo un ejemplo. Y entender que defender la escuela pública desde la enseñanza es aferrarse a los discursos que nos unen, que nos dan formato de sociedad, aquellos que buscan confluir en un proyecto en común, no solo aquellos que representan los intereses de un sector de la política local.
Pero, sobre todo, comprender que la educación es un bien público, por lo tanto, es un cometido inapropiable y nadie tiene el derecho a adueñarse de ella. No lo pueden hacer los gobiernos, ni las familias, ni los sindicatos, ni los partidos políticos, ni las iglesias y, a pesar del rol fundamental que cumplen, tampoco los maestros.