Cuando los porteños eran multados por conducir a más de 14 km/h
En 1905 se dictó la primera reglamentación para el tránsito de Buenos Aires
El 29 de noviembre de 1905 -hace cien años-, se dictó la primera reglamentación del tránsito porteño. Entre otras disposiciones, la velocidad máxima permitida para los automóviles que circularan por el sector más populoso de la ciudad fue fijada en 14 km/h; así, se adoptaba el límite establecido en Francia dos años antes.
De ese país se habían importado las primeras marcas, hasta que en la década del 20 reinaron los dos modelos de Ford, T y A, cuya primera fábrica local se había instalado en 1913.
En América latina, nuestro país fue pionero en esto de imponer restricciones en el manejo. Se juntaron varios hechos para ello: una seguidilla de accidentes; el más grave ocurrido en Florida y Paraguay, en el que murió atropellado un niño de 6 años; además, el impresionante crecimiento de la urbe, con una población que ya rondaba el millón de habitantes.
También influía el auge importador de automóviles (el parque de unidades llegaba casi al medio centenar, 50 de ellos, taxis, y serían 40.000 sólo algo más de una década después) y la peligrosa suma de éstos más los tranvías eléctricos (ese año de 1905 se suprimieron los tirados por caballo) y las antológicas "bañaderas".
Ciudad con límites
La celeridad de los autos, además, también iba in crescendo. Cuando de los inicialmente modestos 30 kilómetros horarios se llegó a la "escalofriante" performance de 65 km/h, un diario publicó una nota en la que un alarmado redactor advertía que "esas máquinas asoman por las calles como fantasmas y tan sólo los que están dispuestos a arriesgar sus vidas pueden conducirlas. Los más asustados dicen que son como diablos, envueltos en humo".
En realidad, fueron las vidas ajenas las que influyeron en la decisión de la entonces municipalidad porteña (intendencia de Carlos Roseta). En la recopilación del Digesto Municipal, que en 1907 estuvo a cargo de Eugenio Soria, figura la reglamentación, en la que se destaca el límite de los 14 km/h, "dentro del perímetro comprendido por las avenidas Callao, Entre Ríos, Brasil, Paseo de Julio, Paseo Colón y la avenida Alvear hasta Palermo".
Forman parte de la disposición un par de curiosidades, a tono con esos tiempos: la obligación de que los coches llevaran un "aparato de seguridad", que debía aplicarse en al menos una de las ruedas, "con objeto de evitar patinadas en caso de paradas bruscas".
Durante la noche, en la parte delantera, los bólidos debían contar con un farol blanco, y dos más en la trasera, uno para iluminar la patente. También los tranvías tuvieron una innovación oficial: la prohibición de fumar, que incluía "llevar un cigarro encendido, aunque no se le den pitadas".
Respecto de la patente, vale la pena recordar un singular episodio, protagonizado por Dalmiro Varela Castex, primer presidente del Automóvil Club Argentino, creado en 1904. En materia de autos, Varela Castex fue un emprendedor de nota. Importó en 1887 el primer vehículo "manejable", una especie de triciclo con motor Dion Bouton. Casi a fines de siglo, ya poseía un Daimler, tipo voiturette, capaz de desplazarse a 35 km/h, y luego adquirió un Benz, que casi duplicaba esa velocidad y hacía salir corriendo a más de uno.
Con ésos y otros antecedentes, el fanático de las 4 ruedas gestionó y logró incorporar a su coche la primera patente argentina para autos, que se hizo de hierro enlozado, negra y con el número blanco. Medía 30 x 12 cm. Y, por supuesto, hizo que le colocaran el número 1. Todo iba bien, y resultó común, al ver pasar el Benz, escuchar: "Ahí va el número 1".
Hasta que en 1910 se hizo cargo de la intendencia Joaquín de Anchorena y exigió que su vehículo exhibiera ese número, alegando que le correspondía por su investidura. Varela Castex no se quedó atrás. Su reclamo fue una singular mezcla de derechos adquiridos y cuestiones sentimentales. La disputa llegó a la Justicia, que falló en su contra. La rendición del presidente del ACA fue sólo parcial. Aceptó el cambio de numeración, aunque en un costado de la patente hizo colocar un 1, pequeño, pero visible.
Mientras a fines de 1905 se imponían los prudentes 14 km/h, en febrero de ese año Hipólito Irigoyen lideró la frustrada revolución radical contra Quintana; se fundaron varios clubes de fútbol; nacieron Raúl González Tuñón y Osvaldo Púgiles y murió Miguel Cané; se editó "La guerra gaucha", de Leopoldo Lugones, y se celebraron las primeras dos décadas.