“Cuando lo vimos, no lo podíamos creer”: detalles inéditos del rescate de las víctimas tras la mortal avalancha en Bariloche
A una semana de la tragedia en la que murió una mujer escocesa, el guía Julián López recordó cómo fue el hallazgo de los dos sobrevivientes
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SAN CARLOS DE BARILOCHE.– Hace hoy una semana una enorme avalancha en el cerro López terminó con la vida de la escocesa Andrea Marshall, de 27 años, y provocó graves lesiones en Christian Javier Erausquin, de 52, y Augusto Gruttadauria, de 29, que permanece internado tras haber estado sepultado en la nieve durante más de diez horas. Mientras la comunidad escaladora local sigue consternada por el hecho, uno de los guías de alta montaña que fue testigo directo del desprendimiento y participó en los rescates brindó a LA NACION detalles inéditos.
Julián López había subido al cerro López el lunes anterior para guiar a un cliente y llevaba dos noches durmiendo en el refugio. “El miércoles estuve todo el día guiando en el Filo de las Cabras. Ese día subieron muchos guías de alta montaña y de esquí a trabajar, alrededor de ocho, porque fue el primer día lindo después de la tormenta. Todos fuimos a la misma zona”, cuenta el guía de 37 años de la Asociación Argentina de Guías de Montaña (AAGM).
Durante aquella mañana, mientras estaba esquiando con su cliente, López observó el ascenso de tres personas por las laderas contrarias. El grupo se dirigió a la zona de La Hoyita y luego al Pico Turista, adonde llegaron antes de las 15. Ya a la tarde, todos los guías que habían subido al cerro por esa día se habían ido, cuando Julián y su cliente emprendieron el descenso hacia el refugio.
“Sabíamos que esas tres personas que habíamos visto no habían bajado y dudábamos si se habían ido hacia Laguna Negra. Yo estaba volviendo al refu y otro guía, Gaspar, estaba unos diez minutos detrás mío, también bajando. A las 17.15 vimos la avalancha. Fue gigante, la más grande que he visto en vivo. Si bien estábamos fuera de peligro, nosotros en línea recta estábamos a menos de 400 metros de distancia”, explica López.
Ambos guías se sorprendieron por el tamaño del desprendimiento y empezaron a tener dudas sobre cómo se había gatillado semejante alud. Si bien Julián siguió caminando por unos cinco minutos con su cliente hacia el refugio, pudo ver que Gaspar se había acercado al depósito de la avalancha y estaba paleando la nieve.
Después de pedirle al cliente que siguiera solo hasta el refugio y de llamar al teléfono de guardia de la Comisión de Auxilio del Club Andino Bariloche (CAX) para dar aviso de lo ocurrido, López llegó hasta donde estaba el otro guía.
Alrededor de las 17.30, Gaspar encontró a Christian enterrado hasta el torso, con la cabeza y las vías aéreas descubiertas; también vio una mano fuera de la nieve, que pertenecía a Andrea, que había quedado sepultada por la avalancha. Ella ya no tenía signos vitales. Cuando terminaron de desenterrar a las víctimas, los guías sabían que faltaba una persona. Por eso, se dividieron para “barrer” con los detectores de víctimas de avalancha (DVA) los dos depósitos de hielo que se habían generado, aunque no encontraron ninguna señal.
“Era muy largo el depósito, de unos 300 metros. Desde donde estaban las víctimas, había por lo menos 150 metros de escombros hacia arriba y lo mismo hacia abajo. Con Gaspar subimos juntos hasta el final del depósito de la avalancha, pero tampoco encontramos a la persona que faltaba”, recuerda Julián.
En la parte más alta, el hielo estaba muy duro y a los dos guías les costó mucho abrir huella, porque no tenían crampones. Y hacia arriba la canaleta era muy empinada. “Christian nos había dicho que el tercero había quedado más arriba y no sabía si había esquiado. Tuvimos mucha incertidumbre porque, si Augusto estaba todavía arriba y decidía bajar esquiando, podía gatillar y tirarnos algo, estábamos muy expuestos en esa canaleta”, suma.
Un día de mucho peligro
Los guías de alta montaña sabían que ese era un día de mucho peligro para estar en esa cara del cerro. El boletín elaborado por el Centro de Información de Avalanchas (CIAV) había estimado un nivel de peligro 3 (considerable), con “probables avalanchas pequeñas y grandes en zona alpina y zona media”, así como “posibles avalanchas muy grandes en zona alpina y zona media, y posibles avalanchas pequeñas y grandes en zona baja”.
Christian se quedó un rato largo en shock, parado al lado de donde lo habían desenterrado. En esos minutos también se habían acercado otro guía y un esquiador desde el refugio, que acompañaron y brindaron asistencia al accidentado mientras Julián y Gaspar continuaban buscando a Gruttadauria.
Cuando arribaron los voluntarios de la CAX, cerca de las 19.30, empezaba a hacerse de noche y entre todos los rescatistas decidieron que no estaban dadas las condiciones para continuar con la búsqueda. “Además, habían pasado más de dos horas y la tasa de sobrevida de una persona sepultada en una avalancha después de ese tiempo es inferior al 3%”, advierte López.
A la vez, la información brindada por Christian tras ser rescatado no había sido muy confiable. Los rescatistas no tenían la certeza de que Augusto tuviera DVA. Por eso, antes de cancelar el operativo, se realizó una búsqueda con un perro especializado de la CAX, pero no se obtuvieron resultados.
Mientras los voluntarios de la CAX retiraron el cuerpo de Marshall, los guías volvieron al refugio con sus clientes. “Fue una noche difícil, miles de llamadas de teléfono, viendo cómo podíamos continuar la búsqueda al día siguiente. También teníamos la duda sobre si este chico podía volver caminando al refugio, entonces pusimos unas linternas titilando, orientadas hacia La Hoyita, pensando que quizás así podía encontrar el refugio”, señala el guía de alta montaña.
Cerca de la 1 de la madrugada se durmieron. Menos de tres horas después, Julián recibió un llamado de la CAX, avisándole que Augusto se había comunicado con el 911. “Desperté a Gaspar y a Juan Pablo, otro colega, y sabiendo que había una persona viva ni dudamos en salir. La condición no había cambiado mucho, la noche había sido cálida, el manto de nieve no se había recongelado y eso facilitó la subida”, dice.
Tardaron una hora y cuarto en llegar hasta donde estaba Gruttadauria. Hicieron unos 500 metros de desnivel. Mientras esperaban a los miembros de la CAX, los tres guías dieron los primeros auxilios a Augusto, que estaba muy emocionado y agradecido.
“No lo vimos a simple vista, tuvimos que usar el DVA, porque el depósito era muy grande y él estaba como detrás de una cumbrecita, un lugar muy convexo. Estaba muy enterrado, sus piernas estaban a más de un metro. Tuvo suerte de que la cabeza no le quedó tan enterrada y la mano le quedó por encima de la cabeza. Así pudo abrir un poco la nieve para respirar y se liberó desde la mitad del tórax hacia arriba. Cuando lo vimos no lo podíamos creer, tenía mucha nieve encima”, recuerda Julián.
Gruttadauria había quedado con los esquíes puestos, muy enterrados por la avalancha. Eso hizo que liberarse parcialmente le llevara mucho tiempo. “Él llamó al 911 desde el teléfono de Andrea. Ella se lo había dado para que la filmara y le sacara fotos. Tenía el celular en un bolsillo y tardó mucho tiempo en desenterrarse; primero, un poco la cara para respirar, y después para lograr sacar del bolsillo del pantalón el teléfono. Y cuando lo consiguió, era el de él, que no tenía batería. Así que tuvo que sacar el de ella del otro bolsillo. Tardó un montón, tardó horas”, revela López.
Augusto no podía caminar, porque tenía mucho dolor en una pierna. Por eso fue evacuado en un helicóptero a las 8.30. “Lo sacaron desde el medio de la ladera. A los diez minutos ya no se podía volar más, había un viento terrible y a las 9 nevaba sin parar”, agrega.
Además de detallar aquellas horas, López pone el acento en que “no había que estar ese día en ese lugar”. Y añade: “Hay una clasificación internacional de terrenos según su complejidad: simple, desafiante y complejo. Este era un terreno complejo. Una de las razones que lo hacen complejo es que, de punta a punta, estás expuesto a la senda de avalancha. Si querés gestionar una esquiada, lo más seguro es esquiar de a uno, desde arriba hasta abajo, y ellos no lo hicieron”.
Sobre el supuesto expertise de Erausquin, Marshall y Gruttadauria, Julián advierte: “Se dijo que estos chicos eran expertos, pero no es así. Quizás esquiaban muy bien en el cerro Catedral, pero por cómo gestionaron su bajada no eran expertos en esquiar fuera de pista. Si te metés en un terreno tan complejo siendo experto, te metés con herramientas como una radio o bajás de punta a punta de a uno, sin exponer al mismo tiempo a tres personas. Esa es una regla de oro y ellos la rompieron”.
Y cierra: “Además de la importancia de leer el boletín de la CIAV, es clave resaltar que hay que capacitarse específicamente para ir a la montaña. No alcanza con el nivel de esquí. Cada vez vemos más gente que se escapa del centro de esquí porque tiene un nivel técnico que se lo permite, pero que no tiene ninguna herramienta de gestión de riesgo. Este es uno de esos casos. Estadísticamente, más del 40% de las víctimas fatales suceden en días con peligro de avalancha nivel 3. Son días muy peligrosos, pero no es tan obvio como para que les dé miedo, entonces salen igual. El nivel de esquí es un componente necesario pero no suficiente para hacer esquí de travesía. Capacitarse es fundamental”.
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