Gael Lapeyre resolvió en poco más de un segundo uno de los tipos de cubo Rubik que existen: Pyraminx; logró el récord nacional y sudamericano en la misma categoría
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Una cámara con un ángulo cenital muestra una imagen congelada. En primer plano se ve una tabla pintada con llamas rojas y amarillas sobre la que se cruza un brazo que sostiene un balde contra esa superficie; en segundo plano, unas manos reposan sobre unas piernas sentadas. El video comienza, el brazo levanta el balde y descubre un cubo Rubik mezclado -una pirámide que se denomina Pyraminx-, las manos tranquilas ahora están ansiosas y comienzan a escrutar el objeto descubierto, después lo sueltan sobre la tabla, se apoyan en el sensor reglamentario para que el tiempo comience a correr, levantan el cubo nuevamente, hacen girar sus piezas y en poco más de un segundo todos sus lados lucen colores uniformes.
Gael Augusto Lapeyre tiene 15 años y es el protagonista del video a través del que documentó sus logros: récord nacional, récord sudamericano y el sexto puesto a nivel mundial en single de la categoría Pyraminx de cubo Rubik: 1.03 segundos fue el tiempo que tardó en ordenar las piezas del rompecabezas tridimensional. Fue en el torneo Altavista Open 2023, en Montevideo, Uruguay.
“Cuando observé la mezcla supe todos los pasos a seguir para resolver el cubo. Después, solo me quedaba ejecutarlos”, indicó Lapeyre a LA NACION sobre la forma en que sus manos y su cabeza se organizaron para llegar al podio en Pyraminx.
La mezcla es la forma en la que el cubo fue desordenado. En los torneos, esto se hace a través de una aplicación, que determina la cuota de suerte de cada jugador. Hay mezclas que involucran más o menos pasos para resolver el cubo y, por ende, más o menos tiempo, determinante para lograr el triunfo. La inspección y el reconocimiento de los patrones a seguir, no obstante, queda en el entrenamiento y la habilidad de cada cubero -como se nombra a los jugadores de cubo Rubik-.
“Me di cuenta de que era un caso muy fácil. Hice siete movimientos sin pensarlos porque era una secuencia que ya tenía aprendida y la ejecuté de manera automática”, detalló el adolescente en su casa en el barrio porteño de Belgrano, mientras rotaban en sus manos diferentes tipos de cubos que armaba y desarmaba, produciendo un sonido ambiente similar al trajín de una máquina de escribir. Su única cábala en los torneos, según confesó, es sentarse erguido, respirar hondo y tratar de no pensar.
Cómo comenzó
Cuando tenía 5 años, Lapeyre se encontró con un cubo mágico comprado por su madre con el objetivo de estimular su crecimiento. Junto a su hermana Chloe, tres años mayor que él, buscaron videos en YouTube para poder resolverlo. La explicación que encontraron, no obstante, no fue lo suficiente clara para ellos y dejaron a un lado el juguete.
Tres años después se cruzó, navegando en internet, con un video recomendado que mostraba la forma de ordenar los colores de este objeto. Lo miró, lo entendió y le pidió a sus padres que le regalasen un nuevo Rubik que sí pudo resolver.
Fue así que cuando un compañero de colegio le comentó que tenía un cubo desarmado, Lapeyre se ofreció a ordenarlo. Tardó una semana en lograr su objetivo, tratando de recordar la manera en que, unos años antes, y con ayuda de un tutorial, había podido pintar de colores homogéneos cada uno de sus lados. Tenía 11 años cuando lo logró y se lo llevó de trofeo a su amigo: el puntapié que necesitó para empezar a practicar cómo hacerlo mejor y más rápido.
“Me divertía el desafío de aprender y mejorar mis tiempos porque eso lo podía demostrar en una competencia. Me pareció muy divertido y empecé a entrenar. Cuanto más bajaba los tiempos y mejor posicionado en los rankings me encontraba, más me motivaba. Empecé a tomármelo en serio”, explicó el joven cubero, quien detalló que actualmente le dedica entre 2 y 3 horas a practicar: “Antes entrenaba más porque estaba en primaria y tenía más tiempo”.
La memoria y la concentración
Aprender a ejecutar algoritmos y memorizarlos. Así es cómo el adolescente describe la forma en que se resuelve un cubo Rubik.
Un algoritmo es una secuencia de movimientos que cambia ciertas piezas y evita que se desarme todo lo demás. “Cuántos más algoritmos alguien sepa, más rápido podrá resolver el cubo. Al principio uno repite un algoritmo que tal vez no logra encontrarle el sentido, una lógica, pero te acordás los movimientos, aprendés qué piezas cambia y vas ordenando los colores”, indicó Lapeyre.
Para la categoría Pyraminx, en la que quedó en el sexto lugar a nivel mundial, el cubero precisó que conoce más de 300 algoritmos que resuelven potenciales escenarios de mezclas. “Ves una situación y buscás en tu cabeza el movimiento que la soluciona”, sumó.
La concentración, por otro lado, forma parte del combo esencial para lograr buenos resultados. Sin esto, los nervios podrían aparecer y con ello un temblor en las manos, fatal al manipular el cubo en una competición en la que cada milésima de segundo cuenta.
Para Lapeyre, esta es la parte más difícil. “Hay una cuestión psicológica muy importante. Es crucial mentalizarse para los torneos”, explicó a este medio, y precisó que desde fines del año pasado hizo un trabajo muy grande para evitar que los nervios y la frustración no eclipsaran horas y horas de trabajo.
“Tenemos que buscar la manera de que esto sea un disfrute porque así no no va más. Yo para esto no te traigo”, le advirtió un día su madre, Silvana D’Agostino, luego de angustiarse al verlo sufrir por los resultados que no lograba sacar.
Es que Lapeyre tenía un objetivo para 2022: obtener el récord sudamericano del promedio en la categoría Clock de cubo Rubik. Tenía que promediar un tiempo de menos de 6.1 segundos en cinco juegos. Durante los entrenamientos en su casa, 5.8 era la media que lograba, pero en las competiciones los nervios le jugaban una mala pasada y no podía cumplir su anhelo.
A mediados de noviembre pasado decidió cambiar su estrategia. “Me comprometí a sacarme la meta de la cabeza. La abandoné y fui al próximo torneo sin pensar en eso. Si me iba mal, ya lo tenía asumido”, indicó el cubero.
La oportunidad de demostrar su nueva forma de competir se dio en el torneo Buenos Aires Cubea. Y allí, sin una mayor obligación que la de disfrutar, lo logró: quebró el récord sudamericano y obtuvo un tiempo en Clock de 6.08.
“Obviamente en el fondo mi meta seguía estando, pero fui sin tenerlo presente. Cada vez que se me presentaba en la cabeza las ganas de ganar el récord sudamericano trataba de pensar en otra cosa. Así, llegué al torneo más liberado y sin tanta presión”, analizó el cubero.
Un deporte amateur
La Asociación Mundial del Cubo (WCA por sus siglas en inglés) es la organización internacional que escribe las reglas en las competiciones, valida los torneos, lleva los rankings y determina las categorías en las que se compite, que actualmente son 17, entre las que está 3x3x3 -la más popular- 2x2x2, Pyraminx, Clock, y hasta Square-1 -que al mover las piezas pierde la forma cúbica-. Todas estas son por tiempo, mientras que en otras, como 3x3x3 Menos Movimientos, se dispone de una hora para resolver el cubo de la forma más eficiente.
En cada categoría los competidores juegan 5 veces. En cada una de ellas, los cuberos pueden romper récords nacionales, sudamericanos y mundiales (single). Además, los jugadores compiten por bajar sus tiempos promedio de las 5 jugadas (media o average) en cada categoría en los mismos podios. Cada torneo, asimismo, tiene sus propios ganadores, con los mejores tiempos, en single y media, de cada categoría así como el ganador absoluto del torneo, que se le otorga al competidor que resuelve en el tiempo más bajo el cubo 3x3x3.
A pesar de que cada vez más jóvenes se interesan por este deporte, la organización de los torneos, así como el financiamiento de los viajes y la compra de los cubos corre por cuenta personal de cada jugador.
“Cada cubero paga una pequeña cuota para participar del torneo (durante el último fue de $2000). Con eso se asumen los viáticos y el alojamiento al delegado de la WCA para que oficie como escribano de la competición, se compran medallas y se imprimen los diplomas”, detalló D’Agostino, quien precisó que el lugar en donde se compite se trata de conseguir sin cargo dado que es muy difícil poder costearlo.
Lapeyre, no obstante, logró algo inusual. Speedcubing, una pyme importadora de cubos Rubik en la Argentina decidió patrocinarlo desde que arrancó a competir. Con tan solo algunos torneos en su haber, el joven cubero ya lucía con orgullo la remera de su sponsor que ocasionalmente le regala cubos y le da descuentos en algunas compras.
“Estas empresas no son millonarias, son muy pequeñas, de emprendedores jóvenes que importan cubos y los venden acá. Traer cubos es muy caro porque los matan con los impuestos, y tampoco los pueden vender a precios muy altos porque nadie se los compra”, indicó Lapeyre, quien destacó: “La ayuda que me dan es un montón y es lo mejor que pueden hacer”. El precio de los cubos puede ir desde U$S 15 hasta U$S 75 el más caro, que es el 3x3x3.
Luego de los arrasadores resultados en el campeonato sudamericano de Rubik en Brasilia, en julio pasado, el equipo argentino de cuberos inspiró, con las 22 medallas que logró, la elaboración de un proyecto de declaración de interés de sus logros en la Cámara de Diputados de la Nación. Entre sus fundamentos, el texto de la norma, presentada por el diputado Carlos Américo Selva (provincia de Buenos Aires-Frente de Todos) destaca: “Tengo la firme convicción de que hay que reconocer y promocionar desde el Congreso de la Nación todo tipo de actividad que fomente el desarrollo de la mente y la sana competencia, como en este caso”.
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