Las dosis contra el Covid-19 deben actualizarse para combatir las subvariantes de ómicron, como la BA.1. BA. 4 y BA. 5
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Después de un año y medio desde que se administraron las primera dosis, las vacunas contra el Covid-19 deben actualizarse para combatir las subvariantes de ómicron, como la BA.1. BA. 4 y BA. 5.
Se espera que entre septiembre y octubre de 2022 estén disponibles, acorde a lo planificado en las agencias reguladoras de medicamentos y farmacéuticas como Moderna y Pfizer, ambas productoras de vacunas ya aprobadas y usadas a gran escala en gran parte del mundo.
“Es sumamente recomendable y necesario que tengamos nuevas vacunas”, considera el pediatra e infectólogo Renato Kfouri, director de la Sociedad Brasileña de Inmunizaciones.
En la práctica, el proceso de actualizar las dosis es más complicado de lo que se pensó en un principio.
El principal obstáculo fue la aparición rápida e imprevisible durante el año pasado de nuevas variantes de Sars-Cov-2, el coronavirus responsable de la pandemia actual. Por ejemplo, cuando los investigadores estaban trabajando en el desarrollo de una vacuna para combatir las variantes alfa y beta, el surgimiento de la delta ya se había convertido en un problema.
La buena noticia es que las vacunas que actualmente están disponibles y que se administran en tres o cuatro dosis, en función del grupo de edad y de las condiciones de salud, siguen protegiendo contra las formas más graves de Covid-19 asociadas a la hospitalización, intubación y muerte.
La BBC habló con distintos expertos para comprender los contratiempos y las posibles soluciones para aumentar la protección de las personas contra el Covid-19 en el futuro.
Etapas inevitables
En diciembre de 2020, cuando las primeras vacunas estaban a punto de estar listas, una de las informaciones que más circulaba tenía que ver con la eventual facilidad para actualizar las dosis.
“Al principio se decía que ese proceso sería muy rápido, que en unos 20 días se podrían tener nuevas vacunas”, recuerda la médica y epidemióloga Denise Garrett, vicepresidenta del Instituto Sabin de Vacunas, en Estados Unidos.
“A medida que pasaba el tiempo, vimos que no era del todo así”.
El proceso para hacer las modificaciones en la formulación original no es tan complicado. En las vacunas ARNm, como las de Pfier y Moderna, o en las de vectores virales, como las de AstraZeneca y Janssen, basta con modificar la secuencia de genes que “enseñan” a nuestro propio organismo a producir la proteína S, una estructura en forma de espiga que se asienta en la superficie del coronavirus y se adhiere a los receptores de las células para iniciar la infección.
Cabe recordar que la primera generación de vacunas se desarrolló a partir del virus “original”, detectado en Wuhan (China) a finales de 2019.
La espiga (proteína S) es la parte del virus que más mutaciones genéticas ha sufrido a medida que aparecen nuevas variantes.
El proceso de “editar” la secuencia de genes que hay en la vacuna es sencillo y se puede hacer en el laboratorio en pocos días.
Pero es precisamente en la siguiente etapa donde aparecen los mayores obstáculos.
“Las vacunas modificadas deben pasar por ensayos clínicos para ver si funcionan, si causan alguna respuesta inmune y si son igualmente seguras”, detalla la médica Sue Ann Costa Clemens, directora del Grupo de Vacunas Oxford-Brasil en Reino Unido.
“Si todos esos resultados son satisfactorios, entraríamos en la fase regulatoria en la que los países analizan los datos y deciden si las vacunas estarán disponibles para su uso”, añade la especialista, que también es jefa del Instituto de Salud Global de la Universidad de Siena, en Italia.
En el mejor de los casos, si el proceso se hace rápido, toma al menos unos meses en completarse. Eso sin contar el tiempo que se necesita para producir y distribuir los millones de dosis del producto.
La cuestión principal es que el coronavirus funciona a una velocidad completamente diferente: desde la aparición de la variante omicron a finales de 2021, en pocos meses han surgido diversas subvariantes aún más infecciones y con la capacidad para eludir la respuesta inmune.
Solo en la primera mitad de 2022, el mundo vio cómo BA.1 (la primera subvariante de ómicron) fue seguida de la subvariante BA.2 y, recientemente, por las subvariantes dominantes BA.4 y BA.5.
Además de este desfase, las nuevas versiones parecen tener más capacidad para escapar de la respuesta inmune fruto de la vacunación y de previas infecciones de Covid. De hecho, el número de personas que se están reinfectando por segunda o tercera vez aumenta cada día que pasa.
Pero, ¿qué vendrá después? ¿Cuál será la futura variante o subvariante por la que preocuparse? Nadie sabe la respuesta.
¿Cómo resolvemos esta ecuación?
Tenemos un problema tanto a corto como a largo plazo. En los próximos meses, las agencias reguladoras y las farmaceúticas deben discutir cómo acelerar ese proceso de pruebas y aprobación para ampliar la inmunidad de las personas más susceptibles a los efectos del Covid-19.
En esta línea, la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA, por sus siglas en inglés), parece haber dado un primer paso.
A finales de junio, los representantes de la agencia determinaron que la dosis de refuerzo que se utilizarán en ese país a partir de otoño (finales de septiembre para el hemisferio norte), deberán tener algún tipo de protección contra las subvariantes de ómicron, de preferencia contra la BA.4 y la BA.5.
Incluso antes de este anuncio, las farmacéuticas ya estaban trabajando para actualizar sus productos. Por ejemplo, Moderna anunció que estaba probando una vacuna capaz de proteger contra el coronavirus “original” y también contra la subvariante BA.1.
Los últimos resultados divulgados por la empresa, que aún deben ser revisados por investigadores independientes, indican que la nueva versión de las vacunas doblan la producción de anticuerpos neutralizantes contra la BA.1 en comparación con las dosis más antiguas.
Pfizer también está avanzando en una vacuna actualizada contra la BA.1 y los primeros datos que la empresa ha compartido también indican un aumento de la respuesta inmunitaria.
Los dos laboratorios dicen estar trabajando en fórmulas específicas para ampliar la protección contra las subvariantes BA.4 y BA.5. En este caso, esto se encuentra en una fase aún inicial y los resultados previos pueden demorarse aún un poco en ver la luz.
Independientemente de cómo vaya a desarrollarse este proceso en los próximos meses, sí hay un consenso en torno a encontrar el modo de disminuir la ventaja del virus en esta carrera, de modo que las dosis que se utilicen en las próximas campañas de vacunación se acerquen más a la variante que haya en circulación en ese momento.
“Lo que necesitamos es que la vacunación contra el coronavirus sea algo similar a lo que actualmente tenemos para la gripe, para la que las autoridades sanitarias analizan y determinan las cepas que probablemente circularán con mayor intensidad en cada temporada”, propone Garrett.
“A partir de ahí sería posible producir vacunas sin necesidad de ensayos clínicos más largos y con todo el proceso de aprobación reglamentaria”, añade.
Sin embargo, para que este escenario sea una realidad, será necesario que la circulación del coronavirus se estabilice.
“Estamos ante un panorama imprevisible, en el que todavía no podemos predecir qué variante circulará en los próximos meses”, analiza Kfouri.
Mirar al presente con vistas al futuro
Los expertos entienden que el uso de las vacunas bivalentes, es decir, que protegen contra el virus “original” y también contra la variante de ómicron, como proponen las farmacéuticas, puede ayudar a resolver el problema a corto plazo. Pero el futuro de la vacunación pasa necesariamente por soluciones más integrales.
“Tenemos que cambiar nuestra estrategia. No sirve de nada limitarse a adaptar las vacunas con cada nueva cepa que surge”, señala Clemens, quien también es asesora principal de la Fundación Bill y Melinda Gates.
“Necesitamos desarrollar soluciones capaces de protegernos no sólo del Sars-CoV-2, sino de toda la familia de coronavirus, que tienen el potencial de causar otras pandemias en el futuro”, añade la investigadora.
Estos proyectos, que incluyen tecnologías como las vacunas de nanopartículas o soluciones aplicadas por la nariz, están aún en una fase muy temprana y no se verán resultados más sólidos hasta dentro de uno o dos años.
Garrett habla de la necesidad de invertir de modo masivo en este tipo de investigación. “Crear vacunas es un negocio de muy alto riesgo. Las posibilidades de que una que funcione bien y sea aprobada ronda el 7% de media”, calcula.
“Como estamos hablando de algo muy arriesgado y muy caro, los gobiernos tienen que hacer una alta inversión con las empresas farmacéuticas. Porque sin un incentivo, estas empresas por sí solas no asumirán el riesgo”, dice.
Para hacernos a una idea, el gobierno de Estados Unidos invirtió US$18.000 millones en la Operación Warp Speed, que sirvió de base para el desarrollo de vacunas y tratamientos contra el Covid-19 y ayudó en la creación de las vacunas de Janssen, AstraZeneca y Moderna.
Hasta que todas estas ideas sean una realidad, es importante seguir las orientaciones de las autoridades sanitarias y estar al día con la vacunación.
Al fin y al cabo, como se ha mencionado anteriormente, las dosis que tenemos actualmente siguen protegiendo en la mayoría de los casos contra los síntomas más graves y que pueden derivar en hospitalización, intubación o, incluso, muerte.
BBC Mundo- 1
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