Cuál deberá ser la principal inversión de toda sociedad de cara al futuro, según el líder de una prestigiosa red científica alemana
Martin Stratmann, presidente de la Sociedad Max Planck, participó en Buenos Aires del Foro Futuro; la educación, dijo, es lo que permitirá adaptarse a los cambios vertiginosos que experimenta el mundo
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En poco más de media hora, la palabra “educación” es con la que más insistirá Martin Stratmann, presidente de la Sociedad Max Planck, al hablar sobre el futuro. Sostiene que en un mundo tan cambiante es indispensable la inversión educativa porque, según anticipa, “la mayoría de las personas sobrevivirán económicamente solo con educación”.
A los 59 años, lleva nueve al frente de esa prestigiosa red de institutos de investigación en Alemania e instituciones socias en más de un centenar de países, entre los que está la Argentina. Su agenda reciente en el país incluyó exponer sobre “¿Qué novedades hay en ciencia?” durante un encuentro del Foro Futuro en la embajada de Alemania, recibir el doctorado honoris causa de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y conversar con los investigadores del Instituto de Investigación en Biomedicina de Buenos Aires (Ibioba) sobre las líneas de trabajo en curso, entre otras actividades.
En un intervalo de esa visita al instituto socio de la Sociedad Max Planck en el Polo Científico del barrio de Palermo, conversó con LA NACION. Al repasar qué campos de investigación son los que en este momento de cambios vertiginosos están teniendo mayor impacto en las sociedades, señala enseguida el cambio climático por su “efecto enorme” para el mundo, seguido de la producción de energía sostenible y la inteligencia artificial ligada a Big Data. El Covid-19, en tanto, demostró la necesidad mundial de invertir en biomedicina, inmunología y desarrollo de medicamentos.
Ante la consulta, coincide en que la pandemia aceleró el acercamiento de la población con la ciencia y el trabajo en los laboratorios. “Pero ya antes se reconocía el gran impacto que tienen en las condiciones de vida. Lo que la gente percibe es que todo está cambiando”, dice. Pone, como ejemplo, los procesos de producción, lo que también genera temor de perder el empleo.
A partir de este escenario, Stratmann señala: “Los trabajos simples son cada vez más raros: los pueden hacer robots. Educar, entonces, se vuelve cada vez más importante. Todas las sociedades tienen que invertir fuertemente en educación porque la mayoría de las personas sobrevivirán económicamente solo con la educación”.
A velocidad
También en la ciencia los descubrimientos son cada vez más rápidos, permanentes y con un alto nivel de interacción entre grupos de trabajo y resultados transcontinentales. Ante esto, Stratmann opina que se necesita “una mejor comunicación”, capaz de recoger los temores que a partir de esos descubrimientos puedan surgir en la población.
“Los investigadores tienen que ser parte del proceso con el que ese conocimiento invade a la sociedad en general. La comunicación efectiva entre [ambos] es un asunto importante porque los científicos dependen de la confianza de la población”, señala.
Al hablar sobre fijar prioridades en investigación, de acuerdo con los recursos e intereses de cada país, y más allá de las diferencias entre Alemania y la Argentina, Stratmann avizora un camino común a futuro.
“En el mundo del próximo siglo, que es el que vivirán mis nietos, la educación será número uno –define–. Para tener una vida digna en un mundo que cambia tan rápido, la educación es lo que nos va a mantener en marcha. El nivel tiene que ser cada vez mejor y mejor. La inversión [educativa] es un deber”.
Hay, según percibe, un gran mercado que se abre ante la Argentina con sus recursos. El ejemplo, en este caso, es la extracción del litio. Pero no solo sacarlo del suelo, sino también transformarlo. Esto es solo posible, según insiste, con ciencia y educación. “Para países como la Argentina –señala–, eso podría ser un verdadero activo, pero solo funciona si se tiene gente talentosa, si no hay una fuga de cerebros y si se cuenta con institutos que atraigan a científicos del mundo”.
–¿Qué les aconsejaría a los jóvenes, estén o no interesados en alguna una disciplina científica?
–Lo primero que les diría es que se necesita buena educación. Y la Argentina la tiene: es un país en el que se pueden ver jóvenes científicos muy bien entrenados, por lo que la educación debe ser buena, lo que es un activo. Mi consejo para los jóvenes es que hagan lo que consideren totalmente fascinante. Es la fascinación lo que nos mantiene andando. La ciencia es un trabajo de alto riesgo: uno no sabe qué pasará al abrir una puerta. Se necesita esa fascinación para abrir la siguiente. Lo siguiente es salir al mundo para conocer: a veces se necesita estar afuera del propio país para poder volver y sacar el mejor provecho del conocimiento. Luego, [en el país] hay que tener centros competitivos, como este [por el Ibioba], para que quienes pasen años en el exterior encuentren instituciones a las que volver y no se produzca la fuga de cerebros.
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