Crisis. Por qué los odontólogos se están yendo de las cartillas
Desde la pandemia, muchos profesionales dejaron de atender prepagas y obras sociales
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Cuando empezó la pandemia, la odontóloga Victoria Lozano, de 32 años, se animó a tomar una decisión que venía pensando desde hacía algún tiempo: abandonar las cartillas de las prepagas y las obras sociales para atender exclusivamente de forma particular. Hoy, a casi un año de esa decisión no se arrepiente. “Trabajo menos pero estoy mucho mejor”, sintetiza.
Lo que la llevó a tomar esa decisión es lo mismo que impulsó a muchos otros odontólogos a abandonar las prepagas y asociaciones: la brecha casi irreconciliable entre lo que se paga por prestaciones y el costo de los insumos y equipos de bioseguridad. Nadie tiene un número certero, pero por lo bajo, muchos dicen que tres de cada diez dentistas ya salieron del sistema.
Se calcula que en el país hay unos 55.000 odontólogos. Aun así, por estos días, conseguir turno para atenderse puede ser un dolor de cabeza. Lo sabe Nora Flores, de 54 años, que desde hace dos semanas está llamando a todos los odontólogos de su cartilla, sin éxito. “Me dicen que no están atendiendo, o que ahora sólo atienden en forma privada. No entiendo para qué tengo una prepaga tan cara y tengo que pagar aparte”, dice la mujer, indignada.
No es la única. Son muchos los pacientes que por estos días llaman al consultorio donde se atendían siempre y reciben respuestas que los desconciertan, tales como, “no el doctor no atiende más su prepaga”, o bien, “está atendiendo sólo en forma particular”. También a muchos se les explica que la atención sigue limitada, aún en esta etapa de la pandemia, a emergencias, aunque desde septiembre último se habilitaron otras prácticas. Ante el reclamo de los odontólogos para que las obras sociales y prepagas cubran el costo del kit de bioseguridad y suban los honorarios para cubrir los materiales, muchas empresas optaron por limitar las atenciones sólo a urgencias, con un máximo de diez casos por prestador. Esto demora aún más la asignación de turnos.
En el mejor de los casos, al llamar al consultorio, la respuesta será que hay turno para dentro de dos meses. Porque la suspensión de la atención por varios meses al comienzo de la pandemia hizo que en este momento la demanda sea mayor. Y, sumado a eso, explican los odontólogos, se pueden atender apenas dos pacientes por hora, porque se debe ventilar el consultorio y desinfectar las superficies antes de volver a atender.
“Es una realidad. Muchos odontólogos han decidido durante la pandemia salir del sistema y atender sólo de forma privada. Esto va a ser un punto de inflexión para la profesión. El problema no es nuevo, viene de una situación que se arrastra desde hace tiempo pero que explotó este año”, explica Pablo Rodríguez, decano de la Facultad de Odontología de a UBA. “Hoy, lo que se paga por consultas y prácticas está por debajo del costo de los materiales e insumos”, detalla. “Probablemente esto signifique un quiebre a futuro. En otros países, la odontología se atiende en forma privada. En España, existen planes dentales que se pagan aparte. En Argentina, como está incluida dentro del Plan Médico Obligatorio (PMO), se volvió insostenible”, explica.
¿Qué debería ocurrir? “Pienso que la odontología debería salir del PMO y que la cobertura total sea únicamente para niños, adultos mayores y embarazadas. Y para la población económicamente activa, que implante un sistema de copagos”, apunta Rodríguez.
Ricardo Lilloy es presidente de la Cámara Argentina de Empresas de Medicina Privada, que agrupa a las principales prestadoras del país y confirma la situación crítica que se vive por estos días en cuanto a la atención odontológica. “Existe un reclamo legítimo de los odontólogos, por el atraso de los montos de los honorarios que durante la pandemia se vieron incrementados. Además, muchos de los insumos que ellos utilizan han tenido aumentos exorbitantes, muy superiores a la inflación. Nosotros denunciamos esta situación y le pedimos también a las autoridades de Salud que autoricen un aumento en las cuotas de las prepagas, que están congeladas por decisión política”, apunta. “Congelar tarifas en un contexto inflacionario es como si te obligaran a bajar las cuotas. Las prestaciones se resienten. En algunos casos, se autorizó el copago y en otros, el pago por parte del afiliado del kit de bioseguridad, pero la situación está lejos de resolverse”, dice Lilloy.
LA NACION consultó a las principales empresas de medicina privada para conocer cuál era la situación ante la renuncia de muchos odontólogos, o ante la decisión de por el momento no atender pacientes, pero al cierre de esta edición no había respuestas.
Nahuel Márquez es presidente del Círculo de Odontólogos del distrito 2 de la Provincia de Buenos Aires. “La situación es complicada. Hoy, buena parte del trabajo de los odontólogos es explicarles esto a sus pacientes, intentando que no se rompa la confianza y que entiendan que no es mala voluntad. Hoy, lo que pagan prepagas y obras sociales no se cubre ni un 25% de los aranceles mínimos que fija el Colegio de Odontólogos”, dice.
Existe un meme que circuló entre los grupos de Whatsapp de los odontólogos durante la cuarentena. Y comparaba los valores que pagan las prepagas con el precio de un Big Mac. En la mayoría de los casos, no alcanzaba para pagar el ícónico menú de hamburguesa, gaseosa y papas fritas.
Hoy, las empresas de medicina privada y obras sociales pagan una consulta odontológica entre los $150 y los $450 pesos, cuando de forma particular se cobran entre $1500 y $2000, explica Márquez. El kit de bioseguridad por la pandemia cuesta unos $1500 y no todas las empresas los cubren. El arreglo de una caries, se paga entre $250 y $1200, en la prepaga que mejor paga. En forma particular, se cobra desde $2500.
Salir del sistema
Cuando decidió dejar de atender prepagas y obras sociales, Victoria Lozano sabía que empezaba una etapa difícil. Muchos odontólogos continúan en el sistema, porque evalúan que, a la larga, les aseguran un caudal de gente y un ingreso mensual en base a honorarios acumulados. Pero, la mayoría de las empresas pagan con un retraso de tres meses. Entonces, los honorarios se devalúan con la inflación.
“Para darme de baja, tuve que estar tres meses sin trabajar, para cobrar todo lo que me debían. Todo eso es dinero que uno puso, para la compra de materiales, el pago de los gastos del consultorio, y los profesionales terminamos financiando a las empresas. En cambio, ahora mi relación es directa con el paciente. Por supuesto que hubo gente que decidió buscar otro odontólogo y otros lo entendieron y continuaron en forma privada. Tengo menos pacientes que antes, pero en términos económicos estoy mejor y con más tranquilidad”, dice.
Nahuel Márquez tiene su consultorio en Banfield y siempre trabajó de forma particular. “Hay dos formas entre los odontólogos. Los que trabajan con prepagas y obras sociales, atienden muchos pacientes por día y compensan los bajos honorarios con la cantidad de pacientes. Otros, deciden trabajar sin intermediarios. Esa modalidad es la que yo elegí. Son menos pacientes, pero permite ofrecer otra calidad de tratamientos, desde el tipo de materiales hasta la capacitación en nuevas técnicas y la incorporación de equipamiento”, explica.
El decano de Odontología de la UBA explica que lo que ocurrió durante la pandemia es que para muchos profesionales dejó de ser redituable. “Algunos se dedicaron a otras cosas, los más grandes dejaron de atender y se jubilaron anticipadamente. Y otros se fueron del sistema. Al quedar menos odontólogos en el mercado, y al estar obligados a espaciar las atenciones, se explica por qué conseguir un turno puede ser tan complicado”, apunta.
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