Crisis: Mar del Plata llegó a las vacaciones de invierno con solo un tercio de las camas hoteleras disponibles
En toda la costa atlántica, el sector acusa el tremendo golpe de las restricciones sanitarias que comenzaron en marzo del año pasado
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MAR DEL PLATA.– Cada cual guarda la inactividad a su manera en el rubro hotelero. Un hospedaje de dos estrellas está cerrado, como tantas decenas, con dos vueltas de cadena y candado en las rejas del acceso principal. A pocos metros, uno muy destacado se encierra con revestimiento de papel desde el interior sobre los vidrios que dan a la calle. En una esquina céntrica, los paneles de madera usados para tapiar puerta y ventanal de un lobby ofician como escaparate ampliado para los diarios y las revistas que ofrece el canillita que tiene su puesto en la vereda. Y otro, más cerca de la vieja terminal, abre sus puertas, pero ya no para recibir huéspedes, sino para convertir parte de sus instalaciones en una feria americana.
Gran parte de la hotelería de la costa atlántica anda a oscuras y acusa el tremendo golpe de las restricciones sanitarias que comenzaron allá por marzo del año pasado, con más de seis meses sin turismo. Y, en Mar del Plata en particular, sobrevive durante estas vacaciones de invierno entre una mayoría de establecimientos cerrados, un puñado de aperturas y las primeras salidas definitivas del negocio, reflejadas en los carteles de venta o alquiler que lucen en sus fachadas.
Transcurrida la primera semana del receso escolar invernal, la ocupación en el ramo apenas promedia un 40% en Mar del Plata y Pinamar. Cariló y Tandil sobresalen en la zona, con más de 70%. A partir del último jueves se ve buen movimiento en general, en gran medida por el aporte de propietarios que se alojan en casas y departamentos que tienen en la costa. Nada espectacular, pero suficiente para conformar tras la obligada nula llegada de turistas del año pasado para esta época.
En Mar del Plata, el sacudón mayor llegó hace un par de semanas con la confirmación del cambio de destino de Torres de Manantiales, el complejo de aparts que se despide como alojamiento vinculado al turismo tradicional para sumarse a la oferta de alquileres superiores a los 30 días.
De acuerdo con datos que maneja la Asociación Empresaria Hotelera Gastronómica (AEHG), de 55.000 camas que ofrece el sector en esta ciudad solo 14.000 estaban disponibles hasta el cierre de este primer semestre, con otras 2000 que se sumaron solo para estas vacaciones de invierno. El tiempo dirá cuándo y cuántas se recuperarán de las que permanecen hoy fuera del mercado.
A diferencia de otras localidades balnearias de la zona, más acostumbradas a un ritmo de funcionamiento estacional con suspensión de servicios después de Semana Santa y reanudación recién en vísperas del verano, Mar del Plata había logrado durante las últimas dos décadas una recuperación y demanda de 365 días al año. La multiplicación de fines de semana largos, una agenda de eventos cada vez más nutrida y el turismo de congresos y reuniones le imprimieron una dinámica sostenida al rubro.
Sin horizonte claro
Durante el último verano pudieron volver al trabajo, aunque menos de la mitad de los hoteles afrontó el desafío. La mayoría de los que dependen de gremios, pilares del turismo social que aporta un alto porcentaje del ingreso de visitantes a este distrito, optó por continuar fuera de servicios. En el mejor de los casos, aprovecharon la crisis y la obligada pausa para avanzar con obras y algunas mejoras en los edificios.
“Estamos muy preocupados porque la salida frente al coronavirus no es clara, no hay un horizonte despejado y la preocupación es que más establecimientos queden en el camino”, dijo a LA NACION el flamante presidente de la AEHG-Mar del Plata, Jesús Osorno. En la ciudad hay casi 600 hoteles que dan empleo directo a unas 16.000 personas. No tienen en la entidad un número confirmado de casos de cierres definitivos, pero sí confirman que el sector hoy ofrece solo una de cada tres camas que componen la oferta de alojamiento hotelero.
Aquí y en la zona hay grandes ilusiones hacia la próxima temporada estival, con señales claras que deberían asomar en los días previos al fin de semana largo de octubre, siempre termómetro de lo que se podrá vivir en estas playas entre el cierre del año en curso y principios del próximo.
El sector se siente estrangulado por la imposibilidad de facturar que tuvo durante casi todo el año pasado y parte del actual, el pago de salarios al personal y las cargas impositivas, que consideran variable fundamental para definir su supervivencia. “Hemos recibido del Estado los ATP y los Repro, ayudas para cumplir con los sueldos, pero los impuestos hay que afrontarlos como siempre”, dijo Osorno.
Los socios que componen la AEHG-Mar del Plata advirtieron hace casi dos meses que ante la situación de crisis dejarían de pagar tributos para priorizar el cumplimiento con sus empleados. Han pedido la exención del impuesto inmobiliario durante los períodos 2020/2021 y la reducción a la mitad del IVA, entre otras posibilidades. Solo recibieron de la Provincia una reducción de Ingresos Brutos, gravamen que está vinculado a una facturación que no tienen. “Es una tomada de pelo”, coinciden operadores del rubro.
En Pinamar
Pedro Marinovich, propietario de la Hostería Dalmacia y presidente de la AEHG de Pinamar, asegura a LA NACION que el planteo del sector a las autoridades es común más allá del destino donde se ofrece el servicio. “Hoy tenemos solo un 20% de establecimientos abiertos de los que teníamos en julio de 2019, previo a la pandemia”, explica para reflejar el impacto que hay sobre la oferta de servicios en el distrito. La excepción es Cariló, donde la demanda es intensa y aun con restricciones transcurrió el último verano y hasta la fecha con gran cantidad de turistas.
El directivo recuerda que el distrito mantenía un crecimiento sostenido del 2% a 3% anual en arribos y pernoctes turísticos durante la temporada baja, interrumpido el año pasado por el aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO) dispuesto por el Gobierno. “Había contribuido a inversiones y mejoras del servicio”, resalta.
Al igual que Osorno, advierte que hay pocas certezas frente a la continuidad de la pandemia, aunque mejores expectativas con la vacunación en curso. “Hay muchas consultas para el fin de semana largo, señal de que algo bueno está pasando porque la gente tiene ganas de viajar”, afirmó.
Por Pinamar confirman que el sector no tiene mayores cierres definitivos vinculados al impacto de las restricciones sanitarias. Mencionan dos establecimientos pequeños, demolidos para convertirse en edificios, y la salida de mercado del hotel Eternia, de 60 habitaciones, tras su última y reciente temporada. “Lo tengo cerrado hasta que lo venda, pero no es por la pandemia, sino que cuando llegás a mi edad solo querés descansar”, detalló a LA NACION el dueño, Juan Domínguez. “Con 80 años, ya no tengo más ganas”, acotó.
El empresario destacó que durante enero y febrero se trabajó bien y, desde su experiencia, dejó un mensaje optimista para el sector en medio de la crisis y la incertidumbre. “La gente tiene una o dos dosis de vacuna, más información y aprendió a convivir con esto”, rescató. Y, frente al cansancio de tanto encierro, advierte mayor predisposición a buscar nuevos aires para descanso y recreación. “Lamentable o afortunadamente es una oportunidad para el turismo nacional, porque irse al exterior es caro, no hay seguridad como antes y lo que aquí nos va a quedar por delante son cuatro o cinco temporadas buenas”, pronosticó.
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