Crisis e indignación por la masacre de Ramallo
Duhalde echó a los jefes del operativo en el que murieron dos inocentes; Lorenzo renunció, pero fue confirmado provisionalmente; uno de los ladrones apareció ahorcado en una celda
La imagen de los cuerpos acribillados de dos de los rehenes tomados en el Banco Nación de Villa Ramallo desencadenó una ola de indignación en todo el país por la inexplicable reacción de la policía, que tiró a matar hacia el auto en el que tres asaltantes y sus tres víctimas salieron de la sucursal, a las 4.10 de ayer, tras 20 horas de vigilia.
También profundizó hasta el límite del desconcierto la crisis de la seguridad en la provincia de Buenos Aires.
No se sabe quién dio la orden de disparar. Mientras que el juez federal Carlos Villafuerte Ruzo negó haberlo hecho, el gobernador bonaerense, Eduardo Duhalde, decidió disolver el Grupo Especial de Operaciones (GEO) de la policía provincial y relevar a los jefes del operativo. Además, estudiaba la renuncia presentada por su ministro de Justicia y Seguridad, Osvaldo Lorenzo.
La incertidumbre creció cuando se informó, por la tarde, que Martín René Saldaña, uno de los delincuentes, había aparecido ahorcado en la comisaría de Villa Ramallo, donde estaba detenido.
Las otras tres víctimas que murieron durante el intento de fuga eran Carlos Chávez, gerente del banco; Carlos Santillán, contador, y uno de los asaltantes, Sergio Benedetti.
Flora Lacave, esposa de Chávez, se salvó del tiroteo, que se vio en directo por televisión. La mujer está herida y en estado de shock. Otro de los asaltantes está hospitalizado.
Veinte horas que terminaron en tragedia
La toma del Banco Nación de Villa Ramallo terminó en forma sangrienta; murieron el gerente, el contador de la sucursal y un asaltante; otro ladrón después apareció ahorcado en la comisaría; creen que eran informantes de la policía
VILLA RAMALLO.- El asalto con toma de rehenes de la sucursal local del Banco Nación terminó en una masacre.
A las 4.10 de ayer, una parte de los 300 policías que rodeaban la entidad bancaria disparó contra el Volkswagen Polo verde que salió del garaje del banco.
Los 35 balazos policiales que impactaron en el vehículo mataron a dos rehenes: Carlos Chávez y Carlos Santillán, gerente y contador de la casa crediticia; y a un delincuente, identificado como Miguel Benedetti.
Los policías abrieron fuego contra el automóvil pese a que Chávez iba al volante. Al lado de él estaba Santillán, sentado en las rodillas de uno de los ladrones, que lo usó como escudo, y en el asiento trasero, en medio de otros dos malvivientes, estaba la esposa del gerente.
La negligencia policial costó la cabeza de varios oficiales. El gobernador bonaerense, Eduardo Duhalde, pasó a disponibilidad preventiva, "hasta que la Justicia establezca si existió algún grado de responsabilidad policial", a los responsables del operativo.Ellos son: el comisario inspector Santiago Allendes, director general de Investigaciones; el titular de la Delegación de Investigaciones de San Nicolás, Víctor Humberto Cechini; el jefe de la departamental Paraná, comisario inspector Adolfo Biardo, y a los jefes del grupo Halcón. También disolvió el Grupo Especial de Operaciones.
¿Quién dio la orden?
"Señor, los tenemos en la mira", expresó uno de los policías que habían llegado al techo del banco.Eran casi las 4.
"No, que nadie dispare", respondió por radio el juez federal de San Nicolás, Carlos Villafuerte Ruzo, desde el puesto de operaciones policial situado en la escuela vecina.
"Quiero hablar con el gerente", pidió a uno de los asaltantes Juan Brissi, alias Pablo, el negociador de la policía bonaerense.
"Lo voy a buscar. Está en el baño", respondió desde la línea instalada en el despacho de Chávez.
Unos instantes después, por teléfono, el negociador escuchó el motor del Polo verde y unos disparos.
Eran las 4.10. Uno de los asaltantes obligó a un rehén a abrir la puerta de dos hojas del garaje.
Durante los 112 metros que recorrió el Polo por la calle Sarmiento, el vehículo recibió 35 balazos, cruzó la avenida San Martín, chocó contra el cordón y con una rueda que sacaba chispas embistió el árbol de la casa de Sarmiento 982.
Flora Lacave de Chávez, la mujer del gerente, resultó herida en una mano. Fue la única rehén que sobrevivió a la lluvia de balas lanzada por la policía. Carlos Martínez y Martín Saldaña, identificados por los efectivos como los otros dos delincuentes que viajaban en el rodado, también salieron con vida. Al primero de ellos, un proyectil de FAL le fracturó el brazo izquierdo.
Después de las 14.30, Saldaña, el único ocupante del Polo que no había sufrido ni un rasguño -usó un chaleco antibalas-, apareció ahorcado en una celda de la comisaría local.
La extraña muerte ocurrió cuando la dependencia estaba rodeada por policías. Hasta anoche, ninguno de los jefes del operativo admitió haber dado la orden de disparar.
Después de 20 horas, algo había quedado en claro: que los asaltantes no eran seis sino tres y que no estaban armados hasta los dientes como lo habían hecho creer durante toda la negociación.
Según fuentes de la investigación, los asaltantes ordenaron a los rehenes decir que había una mayor cantidad de asaltantes dentro del banco para que pensaran dos veces antes de intentar cualquier rescate.
Hubo un cuarto delincuente que los esperaba en un automóvil, pero huyó del lugar. Anoche, en la departamental de San Nicolás, no confirmaron si lo habían detenido.
Si bien tenían un explosivo -un pan de trotyl y una granada- no habían sembrado con bombas la sucursal. Usaron sólo armas cortas: un revólver calibre 38 y dos pistolas: una 45 y una 9 mm.
Fuentes de la investigación aseguraron que los delincuentes intentaron abrirse paso a los tiros entre las barricadas y que los efectivos que rodeaban el banco repelieron la agresión en forma desmedida.
Sin embargo, otra versión indicó que los primeros en disparar -desde atrás, contra el rodado- fueron los efectivos de la División Especial Operativa Halcón, de la policía bonaerense.
Un segundo después, al escuchar los primeros tiros, se habrían acoplado los "snipers" (francotiradores) del Grupo Especial de Operaciones Federales (GEOF), de la Policía Federal, desde el techo del banco.
Sospechas
Esa fuente señaló que los tres asaltantes pudieron haber sido "buches", que en la jerga del hampa significa informantes de la policía. Por eso -indicó la fuente-, no debían salir vivos del banco.
Ante la sospecha de que los policías intentaran encubrir a los compañeros que participaron del operativo, y de que el móvil de la masacre hubiera sido el de eliminar a los delincuentes porque eran informantes, los empleados de la sucursal bancaria rodearon el edificio para vigilar que los efectivos no pudieran llevarse pruebas.
Carlos Varela es un abogado rosarino conocido de Miguel Benedetti, alias "Polenta", que habló tres veces con los asaltantes. Según él, Benedetti era quien tenía más ganas de entregarse. Mientras que Saldaña, que durante toda la negociación se hizo llamar Cristian, era más reacio.
El último en dialogar con los delincuentes fue el negociador policial. "No sé qué pasó. Venía todo bien, les había sacado dos rehenes y al tercero se los quité de guapo", le habría dicho el subcomisario Bressi, el negociador, a sus compañeros.
"Ahora, todo el mundo me quiere crucificar. Tenía todo dominado y de golpe, los gratas -asaltantes en la jerga policial- se volvieron locos", comentó, cansado, el policía a sus camaradas.
Aparentemente, los tres delincuentes no querían documentos secretos. Buscaban la plata, los no más de 50.000 pesos que había en el tesoro del banco. Uno de ellos aseguró que tenía HIV. Dijeron que estaban jugados y que no volverían a la cárcel. Cumplieron su promesa.