“Crisis de sentido”. Cuáles son los seis desafíos de la escuela secundaria y por qué deberían encararse ya
Más de cuatro millones de adolescentes están a horas de regresar a las aulas, sin embargo, las deficiencias de aprendizaje y personales subsisten y parecen no encontrar una solución
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Los números preocupan: según los resultados de las últimas pruebas Aprender, el 82% de los alumnos que alcanzan el último año del secundario no pueden resolver un ejercicio simple de matemática, y el 43% tiene problemas graves de lectura. Y además, más del 60% de los estudiantes no logran graduarse. Pero el problema es más complejo de lo que puede parecer, no solo porque estos adolescentes vayan a arrastrar sus falencias a la vida adulta, ya sea a la universidad o al mundo del trabajo. Las pruebas Aprender no son dispositivos para evaluar a los estudiantes sino al sistema educativo. Es decir, que el hecho de que tantos adolescentes egresen sin los aprendizajes básicos es un dato que habla más de la falla del sistema educativo para producir conocimiento que de la capacidad individual de un adolescente.
La pregunta es ¿por qué, entonces, se pone el foco en la mala nota que se sacaron los estudiantes y no en la baja calificación que obtuvo el sistema educativo? ¿Por qué habría de esperarse resultados distintos en las próximas evaluaciones? ¿Sería suficiente con subir la exigencia, o con poner un examen al finalizar la secundaria, como proponía el proyecto de la ley ómnibus, como para motivarlos a ser mejores estudiantes? ¿En qué punto se produce la falla para que incluso un chico que no abandona los estudios, termine de cursar sin que se haya producido ese saber para el que se lo envió a la escuela?
Estas son algunas de las preguntas que surgen por estos días, frente al inicio de las clases en todo el país, cuando los 4.056.769 estudiantes secundarios vuelven a las aulas, dos de cada tres en condiciones de pobreza. ¿Cómo lograr que permanezcan, es decir que no abandonen, como ocurre con el 15,1% de los estudiantes? ¿Cómo conseguir que no solo se queden en la escuela, sino que además aprendan? ¿Y que ese sea un aprendizaje de calidad, un pasaporte para lograr una vida mejor? ¿Cómo lograr que esa información departamentada en materias que reciben de los docentes se convierta en conocimiento, que los lleve a desarrollar el pensamiento crítico o que salgan preparados para iniciar la universidad o abrirse paso en el mundo del trabajo?
Estos son algunos de los interrogantes que surgieron en la charla con distintos especialistas en educación que consultó LA NACION para abordar los seis desafíos de la escuela secundaria en la vuelta a clases.
1. Estar no es igual a aprender
“La secundaria en la Argentina tiene un desafío de cantidad y de calidad: cómo gestionar el gran incremento de estudiantes (cerca del 90% de los adolescentes están en la secundaria) con la baja finalización en tiempo oportuno de los estudios obligatorios (más del 60% no logra graduarse”, apunta Manuel Álvarez Trongé, presidente de la ONG Educar 2050. “El desafío de calidad tiene que ver con una verdad vergonzante: según las últimas pruebas Aprender, más del 82% de los alumnos que alcanzan el último año, no puede resolver un ejercicio simple de matemática y el 43% tiene problemas graves de lectura. Si a eso le sumamos que hace más de 20 años que el 50% de los estudiantes de 15 años no comprende lo que lee (PISA 2022), la situación muestra que los estudiantes de este nivel no logran aprender lo mínimo. Este es un desafío crucial, porque educar no es solo enseñar, es aprender”, agrega
“La secundaria es obligatoria, no siempre lo fue. Lo es desde hace 15 años. Pero, la obligatoriedad no alcanza para que haya aprendizaje. No es automático. El gran desafío es que la obligatoriedad se cumpla, que los chicos permanezcan en la escuela y que terminen todos, pero aprendiendo”, dice la doctora en Educación Claudia Romero, autora del libro Claves para mejorar la escuela secundaria. Y agrega: “No se puede obligar a aprender, el aprendizaje va por otros caminos”.
2. Encontrar sentido, no solo impartir contenidos
“La secundaria argentina tiene que ser reestructurada por completo. No alcanza con actualizarla, necesita una transformación más general, en términos de cómo se puede construir la trayectoria de los estudiantes. No pueden tener 14 materias al mismo tiempo. Lo mismo, que los docentes, que con sueldos mínimos tienen que ir de una escuela a otra y difícilmente puedan conocer a cada chico. Yo propongo cuatrimestralizar las materias, que las materias tengan más carga semanal, para que tengan una visión más completa de lo que estudian, que puedan implicarse en el tema y a la vez que puedan elegir las materias y generar un vínculo con el docente”, apunta Gustavo Zorzoli, exdirector del Colegio Nacional de Buenos Aires.
“Ya el formato actual nos está hablando de una experiencia desarticulada, sin sentido. Pasar de la raíz cuadrada a la historia de Egipto es el antisentido. La fragmentación atenta contra el aprendizaje. Es ver el zapping que hace otro. Esta es la escuela que estamos ofreciendo hoy”, apunta Romero. “La secundaria puede ser obligatoria, pero no se puede obligar a aprender. Por eso, los resultados que tenemos. Además de la obligación, se requiere un sentido, una implicación. Un interés por el conocimiento, necesarios para que se produzca el aprendizaje. La escuela no tiene que dar por descontado que eso existe porque los chicos vayan a clase. Tiene que favorecer que eso ocurra. Hoy la crisis de la escuela secundaria es una crisis de sentido. De entender y llegar a descubrir para qué estamos ahí. La pandemia nos acercó mucho a poder entenderlo, no deberíamos pasarlo por alto”, agrega.
3. Que no abandonen, que terminen y que aprendan
Que los chicos no abandonen, que terminen y que además aprendan, está vinculado, según Romero, con el hecho de que encuentren un sentido. “En ocasiones, las escuelas técnicas o las que tienen orientación en arte, que abandonan el perfil generalista, logran mejor implicación de los estudiantes. Hoy el mayor factor que interviene en el desempeño académico es el nivel socioeconómico de la familia. Eso es un acto tremendo de injusticia. En sectores donde el futuro no necesariamente se ve como progreso, cualquier otro proyecto de vida que sea distinto a la reproducción de lo que ya está pasando cobra sentido. Hay chicas que quedan embarazadas en la secundaria y terminan abandonando. Y te dicen, que para ellas un hijo tiene más sentido que la escuela. Es un proyecto de vida concreto que la escuela no les ofrece. Esa mirada es que duele, porque la escuela tendría que poder ofrecer otra salida”, agrega Romero.
La enorme “desigualdad educativa entre los distintos niveles socioeconómicos”, dice Álvarez Trongé, hace que los alumnos con menos recursos registren peores resultados, que no alcanzan los aprendizajes mínimos, además de tener mayores tasas de abandono. “Si la educación es la gran igualadora social, en el secundario no lo está logrando”, apunta.
“Necesitamos un plan integral para la secundaria en todo el país, destinado a lograr cambios curriculares que den a los alumnos las habilidades de pensamiento crítico y reflexión para enfrentar la vida adulta. En ese sentido, es un desafío múltiple, porque debe focalizar obviamente en los aprendizajes básicos que no alcanzan, pero debe apuntar también a las habilidades emocionales de los alumnos, a las habilidades del siglo XXI, a la gestión eficiente de la tecnología, que ha cambiado y seguirá cambiando sus vidas y a la formación para el trabajo y los estudios superiores”, apunta Álvarez Tronge.
4. Prepararlos para elegir
No todos los especialistas coinciden en para qué debería preparar la secundaria a sus egresados para que podamos decir que está cumpliendo su función. Mientras que algunos apuntan a prepararlos para seguir estudiando en la universidad, otros señalan que sería prepararlos para el trabajo o para la vida adulta. Sin embargo, hay un punto en el que coinciden: la escuela secundaria debería entrenar a los chicos para elegir. No más adelante, sino para valorar la importancia de sus decisiones. “Durante la secundaria va a ocurrir una transformación enorme que es el ingresar al mundo adulto a través de las elecciones. Es llamativo cómo no los preparamos para eso: van a llegar a la edad en la que pueden elegir un presidente, pero todavía tienen que levantar la mano y pedir permiso para ir al baño”, dice Romero.
“Eso tiene lógica desde la organización de la clase, pero hay otras elecciones que los estudiantes deberían poder hacer en el diseño curricular, como las materias, los docentes. Hoy, lo único que eligen es la orientación. En cambio, si pudieran organizar su recorrido estarían mejor preparados al finalizar y a la vez, ya no tendría sentido el argumento de esto yo no lo elegí”, apunta Zorzoli.
“La escuela secundaria debería prepararlos para elegir bien. Es la base de la ciudadanía y de la democracia”, agrega Romero.
5. La salud mental no es una materia
Después de la pandemia de Covid-19, los problemas de salud mental en la adolescencia estallaron. De todo tipo: depresión, ansiedad, trastornos alimentarios, automedicación, autoflagelación, intentos de suicidio y suicidios. El hostigamiento entre pares, los casos de bullying, el ciberacoso se volvieron parte cotidiana de la realidad de los colegios. Muchos organizaron talleres, charlas, actividades. Otros incorporaron la figura del tutor, que además tenía la función de acompañar la trayectoria y detectar tempranamente la deserción escolar, que también aumentó con la pandemia. Sin embargo, no se trata solo de nuevos padeceres, según considera Romero, sino de lo que se puso en evidencia. Y todavía se requiere una respuesta más integral: “La pandemia trajo el aprendizaje socioemocional al centro de la escena. Trajo la vida socioafectiva del chico y su importancia en el aprendizaje. La presencia del otro importa. El poco sentido que se le encontraba a la escuela, en la pandemia se perdió totalmente, porque en los adolescentes, el grupo de pares, ese “vas a la escuela a hacer sociales”, es fundamental, más que los contenidos. Es el factor que mayor interés y sentido proporciona la secundaria para la mayoría de los chicos. Por eso el bullying tiene tanto impacto”, dice Romero.
6. Aprender juntos: la importancia de lo colectivo
“La pregunta es para qué estamos todos juntos acá y la respuesta tiene que ser contundente”, dice Romero. Y asegura que muchas escuelas funcionan como guarderías, los chicos van porque quieren estar con sus amigos. “¿Por qué estar en una clase es mejor que mirar ese contenido en YouTube? Hay que recuperar el sentido de lo colectivo, el estar presente, el poder implicarse, el ser parte, el poder debatir. Los docentes tienen que ser parte de equipos comprometidos, que produzcan sentido, no solo impartan saberes. Pero la unidad de mejora no puede recaer en el docente, sino que es la escuela. Ese es el clima escolar que favorece el aprendizaje. A la pregunta de para qué estamos acá, la respuesta es para aprender juntos”, dice Romero.
“Todo esto requiere de una clara intervención y ese deber es del Poder Ejecutivo Nacional como lo establece la Ley Nacional de Educación, en su artículo 115. Ese liderazgo es un desafío esencial para lograr una mejora en la secundaria”, dice Álvarez Trongé.
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