Creció en el Barrio 31, su esfuerzo lo llevó hasta Irlanda y ahora sueña con Harvard
Nelson tiene 23 años y una historia de superación; tras la muerte de su padre, llegó con su hermano y su madre desde Paraguay; cómo fue su camino de obstáculos y qué pensó cuando repitió de año
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Cuando a Nelson Enciso Sosa le preguntan por qué su historia de vida es extraordinaria, a él mismo le cuesta creer todavía todo lo que logró con tan solo 23 años. Se crio en la Villa 31 (hoy Barrio Mujica), de Retiro, en la ciudad de Buenos Aires, y tras terminar el secundario se anotó en la carrera de Ingeniería en Petróleo, en la Universidad de Buenos Aires. Consiguió trabajo y aplicó para una beca en la casa de estudios más destacada de Irlanda. Hoy, sueña con hacer un MBA en Harvard. Dicho así parece que fue todo por arte de magia, pero el camino tuvo obstáculos. Y muchos.
Cuando era adolescente, sus vecinos “no comprendían” lo que hacía, porque siempre estaba encarando un proyecto diferente. “No entendían el trabajo de voluntariado. Me decían ‘no estás ganando dinero, estás invirtiendo tu tiempo en algo que no te da plata a cambio’”, rememora sobre aquellos orígenes. Pero su paso por Greenpeace, en el 2016; y, más tarde, por AIESEC (una ONG formada por jóvenes de todo el mundo) para el comité global de UBA, le sirvieron para hacer muchos contactos. Luego, el joven supo aprovechar la bolsa de trabajo del Centro de Desarrollo Emprendedor y Laboral (Cedel) para conseguir su primer empleo, y así, juntó cada peso para pagar su comida y alojamiento en Europa. “Siempre hay oportunidades y yo puedo dar fe”, asegura en diálogo con LA NACIÓN.
También estuvo cuatro años en OAJNU, la Organización Argentina para jóvenes de las Naciones Unidas, donde pasó por casi todas las secretarías e incluso fue candidato a director ejecutivo, pero no quedó. Hace un año, forma parte de la Red Mundial de Jóvenes Políticos (RMJP), “que no tiene nada que ver con la política partidaria”, aclaró.
“De chico pensaba que me iba a quedar dentro del barrio”
Nelson llegó a la entonces Villa 31 cuando tenía 12 años. En 2008, murió su papá en Paraguay y su mamá tuvo que buscar la manera de salir adelante con él y su hermano mayor. “Éramos la familia típica de allá, en la que el hombre salía a trabajar y la mujer era ama de casa. Mi mamá tuvo que salir a laburar y fue chocante para ella porque jamás había salido de su hogar. Buscaba empleos allá, pero no encontraba. Entonces, tomó la decisión de venir a la Argentina”, explica el joven, que ya tenía a sus tíos viviendo en este barrio humilde de Retiro.
Nelson viajó cuatro meses después que su mamá y no podía ingresar a la escuela porque no tenía documentos. Recuerda que fue un trámite “bastante denso” y que empezó las clases a mitad de año. “Estaba perdidísimo”, recuerda.
Ingresó en sexto grado y en el pasaje de primaria a secundaria no le fue bien. ”En primer año repetí y fue la bofetada que necesitaba. Porque yo siempre venía estudiando para pasar raspando y, de repente, haber repetido era como caer en la realidad”, cuenta.
Nelson no pasó el examen de Inglés ni el de Geografía en el Instituto Privado Comunidad Filii Dei, y con dos materias previas el sistema establecía que el alumno debía volver a cursar el año. Hoy se ríe de aquella época y asegura que ya rindió “todos los exámenes de Cambridge”.
Esa experiencia fue un quiebre en su vida. “Desde ahí me propuse que nadie me iba a pasar en notas y que me iba a ir bien. A partir de entonces, estuve en el cuadro de honor hasta cuarto año”.
“Te faltaba un año de madurez”, le dijo una profesora al año siguiente. Y Nelson incorporó esta frase a su vida como un mantra, que pronuncia cada vez que las cosas no le salen como espera. “Me digo ‘puede ser que esta oportunidad no sea para mí en este momento, pero que en un futuro puede que se me dé’”, señala.
Según recordó en diálogo con LA NACION, algunos de sus compañeros lo cargaban y hasta desmerecían sus logros. “Me pasaba que soy muy blanquito y eso era chocante para el resto. Me ponían apodos como ‘rubia’. Además, veían mi nombre en el cuadro de honor y decían que era porque repetí, entonces perdía valor”, cuenta. Sin embargo, dice que también fue encontrando amigos que lo acompañaron en este camino de crecimiento.
“En 2016, cuando finalizaba mi escuela secundaria era uno de los chicos que se veía dentro del barrio y que pensaba que se iba a quedar ahí”, confiesa el joven. Pero aquel año entró a AIESEC y conoció profesionales importantes de distintos países. “Me di cuenta de que Alemania existía, más allá de lo que yo sabía por los libros; ahí conocí a un alemán y su forma de trabajar, y eso me abrió mucho la cabeza, así que estoy eternamente agradecido a los voluntariados”, ponderó.
“Nunca había salido de la villa y de repente me encontré en Irlanda”
Nelson se anotó en Ingeniería en Petróleo en la Universidad de Buenos Aires (UBA) gracias a una publicidad de YPF. A él le interesaba la carrera de Geofísica, pero se cursaba en La Plata y le implicaba demasiado viaje a diario.
“Estaba viendo una película en la tele y pasaron una publicidad de YPF en la que mencionaban nombres de carreras y apareció el nombre de Ingeniería en Petróleo, y fue el que más me llamó la atención. Busqué en Google y me encantó porque, si bien no es tan parecida a la Geofísica, tiene que ver con las ciencias de la Tierra”, contó.
Gracias a esta elección y a un imprevisto que tuvo en el Barrio Mugica pudo viajar a Irlanda. “No pude terminar el CBC en un año porque me robaron justo antes de un final y no me pude presentar”, revela Nelson a LA NACION. El día que tenía que ir a rendir, los ladrones lo sorprendieron a la vuelta de su casa y se llevaron hasta sus documentos.
Por esta razón, tuvo que esperar un cuatrimestre más para poder ingresar a la carrera. Pero no perdió el tiempo. “Como no pude terminarlo, empecé a investigar más sobre las oportunidades de la carrera y justamente surgió el programa SPE, que es de la Sociedad de Ingenieros Petroleros que brindan información sobre becas”, recuerda. Fue allí que apareció la opción de Irlanda, donde el Gobierno ofrecía una beca para realizar un estudio sobre qué impactos había de la actividad petrolera en el medioambiente. “Era de varias semanas y me encantó”, asegura.
Y hacia allá fue, aunque con algunos temores. “Empecé a ver los requisitos que pedían y pensaba: ‘No voy a quedar’. Yo había repetido y eso me traumó”, señala. La beca era para 7000 personas, de las cuales solo viajarían 25.
“Yo decía ´no voy a poder´ y le comenté a mi mamá, que me dijo: ‘Probá igual, si total no perdés nada’”, recuerda. Y así lo hizo. Presentó todos los documentos, tuvo una entrevista y pasó a la instancia de exámenes.
“El proceso duró medio año. Recuerdo que en el primer examen de Matemática me fue mal, tenía que sacarme 80 de 100 y me saqué 54″, asume. Pero si sacaba más de 40 tenía la oportunidad de volver a darlo y recuperó: sacó 96%.
Luego de ser entrevistado por el director de la carrera de la universidad Trinity College de Dublín, una de las más prestigiosas de Irlanda, recibió un e-mail que le mostró un nuevo obstáculo: “Me dijeron que me habían aceptado y la beca me cubría el total del curso y una parte del alojamiento, pero el resto lo tenía que pagar yo”.
Además, debía hospedarse dentro de la universidad, lo cual tenía un valor muy superior a un hotel. Por eso, se puso a buscar trabajo y lo consiguió con apoyo del Cedel. Con el dinero ahorrado, Nelson viajó primero a Londres, Inglaterra, donde se quedó tres días con el tutor de su beca en la UBA, que estaba haciendo un MBA en el London Business School.
Luego, llegó a Irlanda y el impacto fue total. “Nunca había salido de la villa y de repente me encontré rodeado de personas exóticas y otras muy refinadas. Había una persona relacionada a la familia real de Arabia Saudita”, recuerda. Las clases eran de 14 personas y había alumnos de nueve países diferentes.
En cuanto a cómo les explicó de dónde venía, Nelson dice que les mostraba fotos de su barrio. E indicó: “Los europeos aceptan mucho más que vengas de una villa que los argentinos. Te ven como un ejemplo a seguir”. Y apunta: “Hay gente que le causa vergüenza decir que vive en el barrio y otros que lo omiten porque se les vuelve difícil conseguir trabajo. Yo siempre lo digo”.
Nelson cursaba 11 horas diarias en Trinity College, ocho del curso que debía hacer y tres adicionales de un seminario intensivo de inglés en el que se anotó para aprovechar su estadía. Asimismo, logró hacer pequeños viajes y conocer muchos países, entre ellos, España, Turquía, Francia y República Checa. “Fue tremendo todo”, admite.
El joven estudiante debía rendir un examen final en el que tenía que sacarse 120 de 140. “Yo estaba con ataques de pánico porque decía ‘si desapruebo este examen los seis meses que estuve acá fueron en vano’”, afirma y recuerda un audio que le mandó su familia para decirle que confiaban en él. Y si bien eso “fue un peso más”, pudo aprobarlo y volvió al país con esa satisfacción.
Prejuicios ajenos
En el camino de búsqueda laboral, Nelson se chocó con los prejuicios ajenos. En una entrevista le dijeron: “Me sorprende que alguien del barrio no esté cobrando planes sociales y esté buscando trabajo”.
La primera oportunidad de empleo que se le presentó fue para incorporarse a un call center, pero no quedó. Según confió a este medio, cree que fue porque “era muy tímido”. Sin embargo, en la reunión inicial para entrar a Grupo Peñaflor -su primer trabajo- el gerente quedó cautivado con su currículum y lo contrató. “Me contó su historia de vida al principio de la entrevista y fue como que me sentí a la par con él”, dice. En esa empresa, Nelson negociaba góndolas de supermercados y eso lo impulsó a soltarse a la hora de hablar con extraños. Por eso, considera que todos los trabajos “dejan un aprendizaje”.
Hoy, es analista financiero para operaciones en Argentina, México y Puerto Rico, en Nilus Global. “Trabajo para una empresa que está ayudando a mucha gente y estoy en la parte de finanzas. Es una firma de tecnología alimenticia que rescata alimentos para poder vendérselos de forma más económica a comedores o personas civiles que están en sectores vulnerables”, detalla.
Consultado respecto a qué le diría a un joven del Barrio Mugica u otro barrio humilde de la Argentina que está pensando en su futuro, Nelson responde: “Le diría que puede seguir estudiando, que no se rinda, que los límites están en la cabeza de uno. Eso lo fui aprendiendo”.
Luego, reflexiona: “Muchas veces las personas del barrio piensan que no pueden hacer algo por su origen humilde y no conocen a nadie que haya salido del barrio o que esté en una universidad en el extranjero”.
Finalmente, Nelson pondera: “Lo más importante que la gente del barrio tiene que entender es que tiene que esforzarse para salir adelante”.
Su mamá, un ejemplo de superación
La responsabilidad y autoexigencia con la que Nelson se maneja en la vida no nació sola. El joven admite a LA NACION que el sacrificio de su mamá le hizo ver la vida de una manera diferente.
“Era una persona que no salía de su casa y que de un día para el otro se mudó a otro país y tuvo que trabajar de lo que sea”, comienza contando sobre la mujer. Y sigue: “Empezó lavando ropa dentro de la villa. Tenía las manos pálidas de lavar tanta ropa”.
Nelson celebró que su madre hoy tiene un trabajo estable, en el que gana bien y que esto le sirvió para poder hacerse su casa en Paraguay, por lo que decidió volver a su país natal. “Ver que ella se pudo superar es un ejemplo de que puedo salir adelante”, dice.
Esta novedad llevó a que el estudiante de Ingeniería en Petróleo, de 23 años, saliera en busca de un nuevo hogar y pudiera alquilar su primer departamento. Esta vez, cerca de la facultad.
Próxima meta: Harvard
La Universidad de Harvard, ubicada en la ciudad de Cambridge, en Estados Unidos, es la próxima meta de Nelson. El joven salido del Barrio Mugica no ve la hora de que termine la pandemia para poder viajar nuevamente al exterior.
“Tengo muchos proyectos, muchas metas. Siempre digo que uno tiene que seguir las cosas que lo apasionan”, afirma el analista financiero que ya está en tercer año de su carrera universitaria.
Pese a que su propósito inicial siempre fue hacer un MBA en Europa, los nuevos contactos de su trabajo cambiaron sus planes.
“Mi jefe, Nicolás Manes, es MBA de Harvard. Yo pensaba que quería hacer un posgrado en Europa porque es más accesible que Estados Unidos. Y de repente lo conocí a él y me empezó a hablar de que no es imposible. Hay que aplicar, hay que intentar y se volvió mi mentor”, afirma Nelson.
Y no fue el único que conoció: “De repente, me encontré rodeado de personas que estudian en Harvard”, aseguró. Y ese es su próximo objetivo.
En la última década, Nelson logró subir la vara a sus expectativas gracias al esfuerzo, las experiencias, la curiosidad, las ganas y las oportunidades que supo aprovechar. “En 2016, cuando finalizaba mi escuela secundaria era uno de los chicos que se veía dentro del Barrio Mugica y que pensaba que se iba a quedar ahí. Pero hay un mundo allá afuera, hay oportunidades y puedo dar fe de ello”, resaltó.
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