"Covid = Farsa". Los negacionistas de la pandemia invaden las redes sociales
Los carteles en la vía pública dicen "covid = farsa" y "se viene el rebrote trucho" y en las redes sociales buscan reclutar soldados digitales para que se sumen a un ejército por la verdad y la vida. Los llamados "médicos por la verdad" descreen de la pandemia -y de los gobiernos, los medios de comunicación tradicionales y las vacunas contra el coronavirus-.
Como si fueran masones del siglo 19, con secretismo y sentido de pertenencia, comparten sus argumentos por redes sociales -donde denuncian censura- y por Telegram, donde son miles. Según el grupo argentino, son una organización sin fines de lucro que tiene como objetivo "el despertar de los pueblos a través de una masa crítica de seres humanos esclarecidos".
Algunos sostienen que el barbijo mata porque favorece la infección pulmonar, que el coronavirus no es más que la forma actual de llamar a la gripe o que la pandemia es un plan macabro de Bill Gates y George Soros. De hecho abundan las teorías conspirativas y las referencias antisemitas en algunos de los grupos de difusión.
Los negacionistas no son tan pocos ni están tan solos: el grupo de difusión de Telegram que nuclea a los de Argentina tiene más de 17.000 miembros (claro está que no son todos médicos). Pero también hay "médicos por la verdad" en una decena de países de Latinoamérica. Según la organización, están presentes en Perú, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Ecuador, Chile, México, Colombia, Venezuela, Guatemala, Costa Rica, y República Dominicana.
El germen internacional nació en Europa -y se esparció veloz- : ahí uno de los referentes es Heiko Schöning, un médico militar alemán que creó el Comité de Investigación Extraparlamentaria Covid-19 en su país y que plantea que "la historia que cuentan los medios y los gobiernos no es real".
El diario ABC de España recopila que los "médicos por la verdad" se presentaron oficialmente el 25 de julio pasado: sus representantes se acercaron al Palacio de la Prensa de Madrid para decir que ellos investigan y proclaman "la verdad" que las autoridades no quieren contar. Para agosto el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de España (Cgcom) ya les había abierto un expediente. "Si alguien quiere discutir sobre el terraplanismo y sobre si hemos ido o no a la Luna, esto no mata. Discutir sobre la utilidad de la ciencia en relación a las vacunas mata personas. Ahí hemos de ser implacables desde la ciencia y desde la política", planteó Salvador Illa, el ministro de Sanidad español.
En el país
La periodista Viviana Canosa dijo beber dióxido de cloro en su programa de El Nueve y le llovieron críticas. En la era de las fake news y la posverdad -aquello que distorsiona deliberadamente una realidad para influir en la opinión pública- la realidad parecería tener significados opuestos según donde se pare cada uno. Decenas de organismos e instituciones alertan sobre el consumo del dióxido de cloro mientras las redes sociales se inundan de artículos que dicen que es la cura para el Covid.
El medio Chequeado, que se dedica a verificar el discurso público, ya dedicó decenas de notas a refutar los argumentos de algunos de los personajes que que circulan en los videos de Médicos por la verdad o de un grupo similar llamado Epidemiólogos Argentinos Metadisciplinarios.
Con el correr de los meses el debate excedió los comentarios en las redes sociales y los medios de comunicación: la justicia obligó al Sanatorio Otamendi a suministrarle dióxido de cloro intravenoso a un paciente con coronavirus. Terminó muriendo al día siguiente.
Para Martín Wainstein, sociólogo, psicólogo y director de carrera en la Facultad de Psicología de la UBA hay un sector de la población que al día de hoy descree de la pandemia. "Hay mucha gente que no cree en el coronavirus, ni en las vacunas y atribuye todo esto a una especie de conspiración. Hay que tener en cuenta que cuando hablamos de una pandemia, se involucra a toda la población del mundo. Y eso representa muchas versiones del mundo. Están los mundos religiosos, esotéricos y los que descreen completamente de la ciencia, entre muchos otros. Esa es la parte interesante del asunto", explica.
En un trabajo que realizó en la Fundación Bateson al comienzo del aislamiento obligatorio, Waisntein pudo observar que un 30% de los entrevistados no creían demasiado en la información sobre la pandemia: veían la cuarentena como exagerada y aquello generaba ruido en las conductas de cuidado. Ahora esa desconfianza se trasladó directamente a las vacunas.
Hace unos días el mismo Papa Francisco hizo alusión a esta resistencia mundial: "Hay un negacionismo suicida que no consigo explicar", dijo a la televisión italiana cuando anunció que él mismo se daría la vacuna. Para el Pontífice, desde el punto de vista ético, todo el mundo debería vacunarse.
En noviembre pasado y pocos días después de que se anunciara oficialmente que la vacuna Sputnik V llegaría a la Argentina, el Observatorio de Psicología Aplicada de la Facultad de Psicología de la UBA realizó una encuesta en la que midió la predisposición para aplicarse la vacuna del Instituto Gamalea (rusa) en comparación con la de Oxford/ Astra Zeneca.
Consultado por la población en general, el 78% de los encuestados consideró importante que la gente se vacune contra el Covid-19. Pero a nivel individual el 44% dijo que no estaría dispuesto a vacunarse con la vacuna Sputnik V. Este número se reducía al 30% cuando se consultaba por la de Oxford. Sólo la mitad de los entrevistados percibían que la vacuna fabricada en Rusia era confiable y eficaz.
Es el caso de Emilse, una pediatra de 62 años que prefiere no revelar su apellido. "Creo que las vacunas mejoraron la calidad de vida a lo largo de las últimas décadas y sin dudas me vacunaría contra el Covid-19. Pero solamente lo haría con una vacuna acreditada en algún organismo regulatorio de prestigio como la FDA, la EMA o incluso la OMS", explica. Por el momento, esas condiciones no están dadas para ella.
El pensamiento político también atraviesa su opinión respecto de la vacuna Sputnik V. "No me genera ninguna confianza el manejo gubernamental que se ha hecho de la pandemia, ni el mecanismo por el cual se llegó la vacuna: fue por una conversación entre Vladimir Putin y Cristina Kirchner", explica. "Esto viene atado a otras negociaciones ajenas al tema salud y, aunque no hace a la calidad de la vacuna, no me causa nada de gracia".
Para Wainstein, ya desde la metacomunicación, el hecho de nombrar a una vacuna "la rusa" y a otra "la china" generaron algún tipo de discriminación. "Son palabras cargadas emocionalmente como de algo que no corresponde a nuestra cultura o pensamiento occidental", explica. Según dice, la llamada cultura "naturista" hace otro tanto para oponerse a la ciencia. "Ahí tenemos a la cultura vegana, ese rebrote de la cultura de los años setenta que hace que la gente dude de las vacunas. Entra en la misma línea de quienes creen que el microondas o los edulcorantes producen cáncer. Forman parte de una visión del mundo que cuestiona los resultados de la ciencia y se convierten en tribus que funcionan a nivel universal". Según explica, en nuestra cultura están muy presentes en todos los sectores económicos.
¿Qué mecanismos cruzan la mente de los llamados "negacionistas"? Para Guillermo Thomas, jefe de la sección de Psicología Clínica del Hospital Italiano, son cuatro muy claros. En primer lugar, la negación: la mente tiende, en una primera reacción, a negar toda realidad dolorosa o implacentera. "Hay individuos y colectivos que tienden a negar todo lo que les produce incomodidad. En algún punto es una psicosis colectiva", explica.
Luego está la atribución de culpa, donde entran las teorías conspirativas. El tercer mecanismo lo constituyen la búsqueda de soluciones reales -o mágicas- para combatir el mal, como pueden ser el dióxido de cloro. Por último, el cuarto mecanismo que configura realidad es el hecho de que tendemos a creer -y a aceptar y memorizar- aquellas informaciones que no cuestionan nuestras creencias. Internet abre un banquete para eso.
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