Covid: cuáles son los claves para salir de la pandemia
Acelerar la vacunación, implementar los autotests e identificar asintomáticos, son algunas de las recomendaciones
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“La suerte está echada”, dijo Julio César al cruzar el río Rubicón en Italia. Y bien podemos aplicar esa frase a la situación de la pandemia actual en nuestro país. Por esto quizás sea útil intentar arrojar un poco de luz sobre la compleja, y por momentos confusa, información actual. A priori pido disculpas por los déjà vu.
En aproximadamente un mes la Argentina ha pasado de 2000 a 80.000 infectados diarios. Queda claro que el Gobierno no envió un mensaje atinado a la población cuando anunció la liberación de actividades y el fin de la obligatoriedad de usar el barbijo en espacios al aire libre.
Hasta un 50% de positividad en los testeos actuales sugiere que son muchos los infectados no identificados y estos son los que alimentan al fuego que ya arde. Sabemos que no hay capacidad de testeo para identificar y aislar a la mayoría de los afectados por el virus. En el artículo que escribí para este medio en septiembre pasado, la Argentina estaba en el puesto 99 de testeo entre Perú y Gabón. Hoy estamos en el 105 entre Moldavia y Kazajstán. En otras palabras, hemos superado nuestra incapacidad previa de testeo. Como parámetro, hemos hecho hasta el momento 590.000 pruebas por millón de habitantes. Dinamarca, el país con más testeos del mundo, hizo 17.500.000 por millón (Chile, 1.400.000 y Uruguay, 1.300.000).
Tímidamente se ha comenzado a hablar del valor del testeo rápido –antígeno– para identificar a aquellos que contagian. Incluso se ha propuesto la venta de estos tests para uso individual. Desde hace un año propongo esa idea –siguiendo las recomendaciones de la escuela de salud pública de Harvard– argumentando que el valor de identificar rápidamente a personas infectadas y que contagian en un hogar, escuela, geriátrico, empresa y otros ambientes, supera cualquier limitación potencial como, por ejemplo, que se perdería el conteo oficial de infectados. Pero esto último de todas formas no sería un problema que pudiese tener consecuencias en un país que nunca testeó en escala suficiente ni se destaca por sus estadísticas. Que los testeos rápidos estén disponibles libremente en la mayoría de los países desarrollados del hemisferio norte y que el presidente Biden haya ordenado al ejército la distribución gratuita de 500 millones de ellos, debería decirnos algo.
He escuchado innumerables veces la pregunta sobre el valor del pase sanitario. La evidencia de estudios científicos muestra que la vacunación aumenta significativamente en países que imponen el uso de este certificado. Sin embargo, creo fútil discutir esto donde no tenemos capacidad para la implementación y sobre todo controlar un sistema de este tipo. Las restricciones –no el “cierre”– son algo independiente del pase sanitario y no deberían ser discutibles en un momento de dispersión viral como el actual. Los escenarios reconocidos como superdispersadores –espectáculos masivos y bares de encuentro para jóvenes, entre otros– deberían ser cancelados hasta que se controle el brote actual. Los encuentros masivos deportivos y musicales de noviembre y diciembre pasados seguramente contribuyeron a precipitar el brote actual y los de fin de año los potenciaron.
Variantes
Ómicron tiene un menor impacto en la salud. Pero debería aclararse que no está confirmado que el brote actual sea causado solo por esta variante. El Centro de Control de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) cometió un grave error de cálculo y atribuyó a ómicron –con 70% de las infecciones– el pico actual de un millón de contagios diarios en ese país cuando la proporción de esa variante recién ahora ha llegado al 50%. Es decir, las infecciones que escalaron vertiginosamente eran causadas en su mayoría por la variante delta que provoca una enfermedad más severa. En la Argentina no tenemos datos de secuenciación genómica que nos confirmen la proporción de variantes, pero es probable que tanto delta como ómicron –y quizás Manaos– sean la causa del brote actual. Siguiendo una matemática básica, aun cuando se ha confirmado que ómicron causa un 40% a 60% menos de hospitalizaciones, al resultar en tres veces más contagios, en el balance final podría generar una cantidad similar de hospitalizaciones que delta. Esto tensionará a un sistema de salud que en la Argentina es frágil y está balcanizado, cuando además se podría sumar un gran ausentismo por médicos y enfermeros contagiados.
Hay que recordar que las hospitalizaciones y consecuencias más serias de un brote ocurren algunas semanas después del aumento de los contagios. La cantidad de casos asintomáticos –que contagian– es alta y reflejada en que hasta el 25% de casos del Reino Unido se han diagnosticado en personas que son testeadas cuando van a un hospital por una razón que nada tiene que ver con el Covid-19.
Criterios
En nuestro país y el resto del mundo se han cambiado –acortado– los criterios de aislamiento para contactos estrechos e infectados. ¿En qué evidencia se basan estos cambios?: en ninguna. La enorme cantidad de contactos e infectados podría hacer que se perdiera una parte importante de la fuerza laboral (imaginemos las consecuencias de esto, por ejemplo, en los centros médicos) por lo que sin datos científicos y por fuerza mayor se han tomado medidas arbitrarias que aseguran una masa crítica laboral, aunque no sin riesgo de incluir personas que pueden contagiar a otros.
Ya no se puede siquiera hablar de “la pandemia de los no vacunados” porque ómicron fácilmente sortea las defensas generadas aún por tres dosis de vacunas, infectando a una alta proporción de inoculados. Incluso los que han tenido Covid tienen una mayor probabilidad de ser infectados por esta variante que con las previas. Por esto es que vemos un aumento desmedido en el número de infecciones. Afortunadamente, la mayoría de los afectados tendrá síntomas menores, pero siempre una proporción puede necesitar hospitalización o desarrollar Covid “largo” con síntomas que se perpetúan en el tiempo y de los que ya se han descripto más de 200 cuadros diferentes. Quienes no estén vacunados, no deben esperar tener una versión “suave” de la enfermedad.
Este es el momento para recibir refuerzos –tercera dosis– de la vacuna. La vacunación de un país es buena o mala, entre otras cosas, de acuerdo con la variante que predomine y para ómicron en la Argentina el 70% de la población tiene dos dosis, pero se debe considerar que una alta proporción de esas personas ya han alcanzado los seis meses originalmente considerados como el límite para dar un refuerzo –plazo recientemente disminuido en la ciudad de Buenos Aires–. De acuerdo a publicaciones del Reino Unido e Israel, el tiempo para recibir el refuerzo fluctúa entre tres y cuatro meses. Datos del Reino Unido en 140.000 infectados con delta y 70.000 con ómicron sugieren que los anticuerpos generados por la tercera dosis de refuerzo caerían en la décima semana después de la aplicación. Por esto es que varios países ya han comenzado a aplicar una cuarta dosis. Cuántas serán necesarias antes de llegar a un estado de “endemia” –momento en que la infección se mantiene a un nivel de base constante en que no desaparece ni aumenta– todavía no se sabe. En este momento de la pandemia se puede asegurar que la vacunación completa para Covid-19 es de tres dosis.
Vacunación
La Argentina debe poner toda su capacidad en aumentar la vacunación a niveles muy superiores a las 250.000 aplicaciones diarias en promedio. Para esto se debe extender el horario de vacunación, vacunar sábados, domingos y feriados, aumentar la cantidad de centros y vacunar aún a aquellas personas que se presenten sin un turno. Hay que entender que estamos en una emergencia de salud pública y que muertes innecesarias solo se evitarán con la vacunación adecuada.
Aunque existe alguna evidencia al respecto, aún no se ha confirmado que el descenso de contagios para ómicron sea más rápido que el de otras variantes. Datos de Sudáfrica sugieren que el brote podría durar cuatro semanas, pero es difícil extrapolar el comportamiento del virus desde una región donde la edad promedio es 25 años –versus 38 años en países como el nuestro– y donde la vacunación con dos dosis se ha aplicado a menos del 30% de la población y una inmensa mayoría ya ha tenido Covid-19. Pero es alentador que datos de Londres confirman la menor duración del brote de ómicron en comparación con delta.
Australia ha decidido dar un giro de 180 grados en su manejo de la pandemia favoreciendo una permisividad de conducta responsable en su población. Es decir que no restringirán actividades por lo que muchos se contagiarán, pero confían en que la vacunación impedirá que el sistema de salud se sature. Claramente están buscando el camino a la “endemia” a través de un alto índice de contagio que les permita lograr una fuerte y rápida inmunidad de rebaño.
La situación en la Argentina preocupa ya que en estos días hemos tenido un crecimiento de infecciones mucho mayor que el de otros países de la región como Brasil, Perú, Chile y Uruguay. Es probable que, con algún retraso, ellos también sufran este brote. Esperemos que, como especula Australia, estemos en camino hacia el equilibrio de una endemia.
Charles Dickens seguramente no tenía en mente una pandemia, pero el párrafo con el que comienza Historia de dos ciudades no podría describir mejor la incertidumbre que estamos viviendo: “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación.”
El cuidado individual sigue siendo la herramienta más efectiva para evitar el contagio. Y 2022 debería ser auspicioso con una mayor proporción de vacunados, el desarrollo de nuevas vacunas contra todas las variantes del virus y la disponibilidad de antivirales que controlen la enfermedad.
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