Covid-19: por qué aún no se puede hablar del fin de la pandemia
En el país, bajan los casos, pero aún hay un porcentaje elevado de personas que no continúan con los esquemas de vacunación; los expertos advierten sobre potenciales sublinajes
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En las últimas semanas el coronavirus pasó a ser un problema del que pocos hablan. Sin embargo, el virus aún conserva una importante capacidad para volver a ser una preocupación, sobre todo para los adultos mayores o personas con comorbilidades. Un ejemplo de ello fue lo que sucedió en noviembre y diciembre pasados, cuando aumentaron significativamente las infecciones y volvieron a verse largas filas en los vacunatorios. Pero, ¿hasta cuándo continuará esta intermitencia en el número de contagios? Y, ¿con qué frecuencia habrá que inocularse?
Los especialistas consultados por este medio, si bien no descartan que pueda surgir una variante que complique el escenario actual, señalan que gracias a la vacunación el número de fallecidos es muy bajo (a nivel país, la semana pasada se reportaron 10 muertes) y que la situación se estaría encaminando hacia la conclusión de la pandemia. Sin embargo, destacan que, si bien las vacunas bivalentes, que se empezaron a aplicar en la Argentina a finales de enero último, son un avance, creen que deberían desarrollarse fórmulas más “universales” (que identifiquen regiones del virus que no se modifiquen según la cepa) y, de ese modo, empezar a espaciar el intervalo de aplicación, que, por ahora, se mantiene en 120 días (cuatro meses).
Hace pocas semanas la Organización Mundial de la Salud declaró que el Covid-19 sigue constituyendo una “emergencia de salud pública de importancia internacional”, aunque destacaron que la pandemia se encuentra en una etapa de transición. Sin embargo, los expertos del organismo aclararon el 30 pasado que, desde principios de diciembre, “las muertes reportadas semanalmente han ido en aumento y en las últimas ocho semanas más de 170.000 personas en el mundo han perdido la vida a causa del SARS-CoV-2″.
En la Argentina, según el análisis del comportamiento del número de infecciones, en la semana 44 del año pasado (que comenzó el 31 de octubre) se vio, tal como muestran las cifras del Ministerio de Salud de la Nación, una interrupción del descenso sostenido del número de casos que llegó a menos de 1000 registrados en la semana anterior. Desde ese momento, se verificó un cambio de tendencia y hubo un aumento progresivo de las infecciones. El mayor ascenso se registró en la semana 48 con un incremento de 331% respecto de la anterior y la mayor cantidad se informó en la 51 (19 de diciembre), con 72.092 en todo el país.
En ese momento, se saturaron los vacunatorios, al menos los porteños, sobre todo por adultos mayores que querían aplicarse la quinta dosis. Sin embargo, a partir de la semana 52 (26 de diciembre) se observó una disminución en el número de contagios y ya en la primera semana de este año el descenso fue de 50% respecto de la anterior.
En calma
Ahora, en la Argentina la pandemia atraviesa un momento de calma. Pero los expertos remarcan que aún falta un intenso trabajo por hacer para que crezca el número de personas que se apliquen la cuarta y la quinta dosis de la vacuna, porque a nivel nacional este último grupo no llega al 20% del total de la población.
Eduardo López, jefe del departamento de Medicina del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, cree que la decisión de no ponerle fin a la pandemia por parte de la OMS fue “conservadora”, y advierte que es importante prestarle atención a lo que suceda cuando finalice el invierno europeo, para evaluar el número de casos y posibles sublinajes de ómicron que puedan surgir. Por supuesto, lo que allí suceda, luego, casi con seguridad, se replicará en la Argentina.
“Acá y en el mundo el número de internados y fallecidos bajó notablemente, y eso es gracias a las vacunas. Por eso, hay que insistir para que la gente se aplique la cuarta o quinta dosis. Los datos que tenemos indican que sería correcto vacunarse cada seis u ocho meses. Es decir, todo apunta hacia una vacunación prácticamente anual, que se aplicaría en febrero o marzo, aunque el virus no tenga una estacionalidad perfecta. Sin embargo, todo esto está por verse”, detalla el especialista.
Según López, otro tema de gran importancia al momento de evaluar cómo continúa la vacunación, es que la bivalente disminuyó la mortalidad en los mayores de edad, por lo que tiene una utilidad mayor para fabricar anticuerpos específicos de ómicron, pero asegura que será muy importante tener la capacidad de ir adaptando esa vacuna según las variantes o sublinajes predominantes, hasta avanzar hacia una vacuna “universal”.
Jorge Geffner, miembro del Departamento de Microbiología, Parasitología e Inmunología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires e investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), también resalta que es muy importante seguir el desarrollo de vacunas, porque las bivalentes “son un avance”, pero cree que no “hay un abismo de diferencia” entre esas y las monovalentes.
“Hay estudios que demuestran que la bivalente da mayores anticuerpos para neutralizar ómicron, que luego de pocos meses bajan, aunque los anticuerpos para prevenir cuadros graves duran más tiempo. Creo que habrá que darse refuerzos cada seis meses, para la población general, aunque eso está en pleno debate. De todos modos, hay que avanzar hacia vacunas más universales y para eso hay que encontrar técnicamente ciertas regiones del virus que induzcan la producción de anticuerpos y que no cambien según la variante”, explica Geffner.
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