Covid-19: Cuáles son las cinco claves de la vacunación en la Argentina
A casi un año del inicio de la inmunización contra el nuevo coronavirus, epidemiólogos hablan de las fortalezas y debilidades de la campaña de inoculación; la variante ómicron, el gran enigma
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Luego de un comienzo promisorio, con inmunizados incluso antes de que terminara 2020, la campaña nacional de vacunación contra el Covid-19 –la más grande de la historia, al decir de los funcionarios- se estancó durante los primeros meses de 2021 por la falta de abastecimiento de los laboratorios con los que se habían firmado contratos. Esa situación, sumada al relajamiento de medidas durante la segunda ola y al comienzo del ciclo lectivo con el retorno de las clases presenciales, hizo que lo más duro de la pandemia golpeara al país durante este 2021 (unos 73.000 fallecidos hasta hoy; alrededor de 2/3 del total). En las siguientes cinco claves se resume la situación actual respecto de cómo se usó y se usará en los próximos meses la principal herramienta contra una enfermedad que en todo el mundo se ha llevado al menos 5,2 millones de vidas.
1.- Los desafíos
La Argentina ya sobrepasó el 66% del total de la población con esquema completo y el 80% con una dosis (supera el 90% para grupos de riesgo etario); y también se comenzó a vacunar a niños y adolescentes. Sin embargo, las autoridades y los expertos notan que una parte del grupo de personas sub-40 se muestra remisa a acceder a las segundas dosis, que son fundamentales para mantener alta la inmunidad, sobre todo ahora que la variante delta campea por estas pampas. “En los adolescentes y en general en todo el grupo que va desde los 18 a los 39 años hay una falsa sensación de seguridad y, pudiendo ir a vacunarse, no van, o no concurren a la segunda dosis. Ahí hay una necesidad de continuar abogando para que lo hagan”, dijo a LA NACIÓN Tomás Orduna, jefe del servicio de Medicina del Viajero del Hospital Muñiz. Es un número cercano a las cuatro millones de personas.
2.- Las fortalezas
Los expertos destacan que hubo provisión de varios laboratorios (incluso más allá del affaire-Pfizer, con quien se cerró contrato finalmente hacia julio de este año) y con distintas plataformas, lo que permitió vacunar a distintos grupos etarios de manera diferenciada. “Es una campaña bien diseñada, dinámica, que mira siempre la evidencia para establecer lineamientos”, elogió Daniela Hozbor, directora de grupo en el Laboratorio Vacsal de la Universidad Nacional de La Plata e investigadora principal del Conicet. En tal sentido, Florencia Cahn, infectóloga y presidenta de la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología (SAVE), remarcó que “cuando las vacunas llegaban a un ritmo lento se priorizó con al menos una dosis a los grupos de más riesgo; y luego con más dosis disponibles se empezó a vacunar a menores de 60 años con riesgos y, luego, a la franja de 18 a 60 años sin condiciones preexistentes”. Con la llegada de la variante delta, “que es más transmisible y hace disminuir la eficacia de vacuna, se evaluó la necesidad de completar los esquemas con dos dosis”, siguió Cahn.
Las vacunas disminuyeron el impacto de la enfermedad en casos y mortalidad, dice Daniel Stecher, Jefe de la División Infectología del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA). “Por lo mismo, la variante delta no tuvo un impacto fuerte en comparación. Esto es por la vacunación agresiva, sobre todo si se considera que nunca fue obligatoria. Aquí la gente apoya la vacunación, no como en Europa o en los Estados Unidos, donde hay 30% o más de rechazo”, dijo. También se destacó como buena la decisión de vacunar a los niños con la vacuna del laboratorio Sinopharm, pese a la imprecisión oficial respecto de que China ya había vacunado a su población menor con la misma vacuna (solo lo habían hecho en los Emiratos Árabes), en vista de cómo continúa en circulación el virus y cómo los afecta. “Vemos que otros países que no iniciaron esquemas en este grupo etario están con problemas”, dijo Hozbor. Por último, los expertos también resaltaron que el país pudo generar datos propios respecto de cómo funcionan las vacunas en la vida real (es decir, más allá de los ensayos clínicos).
3.- Las debilidades
Además de la mencionada reticencia a vacunarse por parte de ciertos adultos jóvenes, antes fue muy notoria la incertidumbre por la no llegada de las dosis en los primeros meses del año, pese a los contratos firmados, en particular la segunda parte del esquema de Sputnik V (subsanado con la mezcla con otras marcas, llamada “esquema heterólogo”) así como con la versión Argen-Mex de la de AstraZeneca. A ese combo, Hozbor le agrega el problema de la comunicación y el espacio que le se dio a fuentes sin sustento, que hizo mucho daño, según señaló. “En una situación de crisis sanitaria generar desconfianza es muy negativo porque hace que las personas duden porque oyen algo malo. Eso hizo daño, pero la población entendió la situación porque todos tenemos bien a la vista cómo afecta la enfermedad y que hay que detenerla con esta herramienta”.
Por su parte, Orduna apunta que también “fue problemático ponerse de acuerdo, desde la sociedad civil, las sociedades científicas y los ministerios de salud: hubo discusiones e idas y vueltas en particular respecto de la vacunación de niños; eso luego se saldó y hay hoy una fuerte adhesión de padres que vacunan y anotan a sus hijos todos los días”. Orduna también hizo referencia a cuestiones políticas que pusieron palos en la rueda, “pero por suerte desde el Estado y las 24 provincias desde el Consejo Federal de Salud (Cofesa) se avanzó para tener un exitoso programa”. En definitiva, en función de su población, la Argentina mostró una capacidad de respuesta similar a la del resto del Cono Sur (Chile y Uruguay tienen porcentajes de 84% y 76% de esquemas completos respectivamente, con poblaciones de un tercio y menos de una décima parte).
4.- ¿Habrá en el país una pandemia de no vacunados?
Los expertos consultados coinciden en que no. Pese a los múltiples problemas que tiene la salud argentina, la capacidad de movilización y persuasión del movimiento antivacunas que campea en muchos países (por distintas razones en el primer y el tercer mundo), aquí es más bien marginal. Para Hozbor, hay que llegar a un piso del 80% con dos dosis; para Cahn ese número debería ser “como mínimo” 85%. Más allá de esos porcentajes variables, Stecher es optimista respecto del próximo otoño: “Creo que se va a lograr llegar al número indicado de vacunación para evitar que el virus circule a sus anchas; Europa tiene resistencia a la vacuna y nosotros no. De todos modos, creo que también lo otro que muestra Europa es que hay que tener cuidado con liberar demasiado y pensar que como estamos vacunados no hay problema”. Orduna coincide con su colega: “Más allá de que la población joven, sub 40, tiene la sensación de que ya pasó, hay que recordar el contexto pandémico, y que deben vacunarse, pero no creo que tengamos una epidemia de no vacunados; llegaremos bien al otoño de 2022″.
5.- Tercera dosis, ¿para todos?
Todo apunta a que sí. Será del mismo modo que se encaró la vacunación al principio de la campaña, de manera escalonada y con la idea de llegar a marzo de 2022 al menos con los principales grupos de riesgos cubiertos. Según Hozbor, “después de darlas en la población que la necesita primero, como inmunocomprometidos y en población añosa que tiene Sinopharm, se seguirá con tercera dosis para toda la población con misma priorización, y ahora de manera más acelerada porque hay disponibilidad de vacunas”, concluyó. ¿Y la nueva variante ómicron? Por ahora faltan datos, pero la vacunación es posible que evite al menos la mayor parte de los casos graves y las hospitalizaciones.
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