Esta pequeña localidad del partido de la Costa, en el norte del frente marítimo bonaerense, se destaca por su prolífero y sostenido desarrollo inmobiliario
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COSTA DEL ESTE.– “Circule despacio. Aquí lo único que corre es el viento”, advierte temprano el cartel dispuesto a un lado de la vía de acceso principal, apenas se supera la arcada de bienvenida y se hacen los primeros metros desde la ruta 11. Hay que avanzar entre una mayoría de calles de tierra y solo siete de pavimento para atravesar lo que aquí llaman el “bosque del millón de pinos” para recién encontrarse con el mar. Es una franja de playas anchas, tranquilas y reparadas por generosos médanos cubiertos de espeso verde.
Así es Costa del Este, el pequeño rincón del partido de la Costa, en el norte del frente marítimo bonaerense, que durante estos últimos años se destacó por su prolífero y sostenido desarrollo inmobiliario. Y en esta última temporada, ratificado por la previa de la que está por comenzar, también el crecimiento de su movimiento turístico y demanda de servicios de alojamiento.
Algunas mediciones de sitios web, que registran niveles de consulta y reservas, ubican a esta localidad balnearia como una de las que mejores resultados viene teniendo en comparación con la previa del último verano. Tomó impulso temprano y es de las pocas en la zona que sigue sumando pedidos.
Desde el sector inmobiliario hasta los paradores de playa también afirman que se viene un enero con capacidad casi completa. Brokers que operan en la zona confirman que cuando falta unas pocas semanas para el pico de temporada ya tienen asegurado el alquiler de casi toda la oferta de casas y, salvo alguna excepción, ya no quedan unidades de sombra disponibles sobre la arena.
“Hoy estamos en el orden del 90% de ocupación asegurada para enero”, asegura Cecilia Carricarte, al frente de una inmobiliaria donde asegura que han trabajado muy fuerte durante estos últimos meses debido a la cantidad de consultas y pedidos recibidos. “Es un destino que está en auge, con un perfil muy familiar y mucha tranquilidad”, explica a LA NACIÓN.
Es una de tantos que, a la hora de presentar a Costa del Este, encuentra una referencia cercana como para que cualquiera que no lo conoce se pueda hacer una idea. “Es un Cariló chiquito”, afirma, y así describe esas pinceladas que tiene del destino de puertas abiertas que acapara al turismo de mejor perfil económico.
Coincide con Oscar Rocco, el responsable de Zhen Club de Playa, uno de los dos paradores que ofrece Costa del Este y que ya este último fin de semana, cuando noviembre se despedía, vivía un mediodía con sus terrazas gastronómicas con mesas casi completas a mediodía.
“Hoy podemos decir que no tenemos carpas ni sombrillas disponibles para enero ni febrero”, asegura a LA NACION aunque admite que siempre alguna queda libre para resolver alguna situación particular. Un fenómeno de demanda que, remarca, ya habían vivido la última temporada.
Sobre aquel último muy buen verano que se vivió destacó una dinámica distinta en los meses previos, impactados por aquellos días en los que el año electoral esperaba por definiciones políticas y la inflación se aceleraba. “Había mucha inseguridad de la gente y se anticiparon para contratar”, recuerda.
Más allá de los distintos tiempos de desarrollos y la magnitud de las inversiones inmobiliarias, ratificó similitudes con el perfil que tiene Cariló con una comunidad abrigada a la sombra de árboles que se multiplican. “Aquí como allá no hay ruido, no hay más boliches que una cervecería y eso es muy bienvenido para quienes buscan turismo en familia”, contó a LA NACION.
Diseño urbano
Quizá la mayor diferencia pase por la traza recta de su diseño urbano y, también, por ser Costa del Este un destino que le cuadra muy bien a una clase media o media alta. Queda remarcado por la calidad de las viviendas particulares, que sin ser monumentales tienen estilo y buen espacio. Y también por la calidad de los servicios de alojamiento, sean aparts hoteles que se acomodaron en la primera línea de mar como los complejos de cabañas que se reparten por distintos puntos del balneario.
El alquiler de una casa por quincena en Costa del Este y durante enero arranca en los 1000 dólares en los extremos más alejados y se mueve entre 1200 y 1500 dólares en una amplia franja y llega a los 2000 dólares ya en cercanías del mar.
En un complejo con spa, piscina y otros servicios de categoría una habitación doble se paga a razón de 200.000 pesos por día, en tanto hay cabañas publicadas desde poco más de 70.000 pesos la noche.
Como publicó LA NACION, Costa del Este es el destino que más creció en consultas vía web en esta previa de temporada. Según aseguró Alejandro Festa, gerente de Hospedajes y Servicios Turísticos de la plataforma Despegar, tuvo un incremento del 35% de interesados, más del doble que Chapadmalal y Cariló, otros también de perfil despejado de la abundancia de edificaciones y servicios.
Aquí el verde de los bosques llega hasta el mismísimo frente de playa. Eso es poco habitual en estas costas bonaerenses, donde las construcciones llevan cemento tan cerca como pueden del océano. En Costa del Este, en particular sobre su frente sur, hay sectores en los que hay que aventurarse a pie y por más de 150 metros por un túnel formado por arbustos para por fin tener el mar a la vista. Esa fisonomía la acerca a postales de algunas de las playas agrestes que tanto eligen los argentinos en Brasil en el sur de Brasil.
La oferta de alojamientos aquí está en muchos casos por encima del resto de la propuesta de otros destinos del Partido de la Costa, bastante más accesible a otros bolsillos. La mayoría de las casas tienen pocos años, producto de una ola de inversiones cuando todavía los lotes en Costa del Este eran una oportunidad para probar suerte entre un abundante bosque. Se construyó y mucho en los últimos años. “Aquí no hay medianeras, tenemos un gran parque con casas”, destaca Rocco sobre la generosidad del espacio que rodea y distancia a los inmuebles.
El dueño de Zhen Club de Playa también valora el camino que se eligió hacia el cuidado del ambiente y la sustentabilidad. Hay apuestas a la energía solar y al cuidado de la separación de residuos. “Es una localidad balnearia linda, coqueta y amigable, para disfrutar en familia”, insiste.
A la par, sobre el frente sur, crece un barrio cerrado, con salida al mar, Costayres. Allí se están focalizando ahora las inversiones fuertes. Otro, muy cerca pero de puertas abiertas, es La Reserva. Allí está puesta la mirada crítica de los que vieron crecer este destino y le temen al impacto de los grandes desarrollos. Almarena se llama el complejo de dos edificios de cinco pisos con apartamentos, a 150 metros del mar. Son casi 45.000 m² cubiertos, con amenities y servicios de lujos. Uno de ellos está listo para recibir turistas y propietarios antes de finalizar el año.
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