La charla es por chat. Dos mujeres hablan sobre una tercera persona que tarda horas en contestar los mensajes. Se preguntan cuál será el motivo. Si es culpa de la falta de interés. Del desapego a la tecnología. O de qué. Entonces, una de ellas escribe: "Quizás no habla de día porque es noctámbulo". "O coronámbulo", responde la otra, sumergida de llena en estos tiempos. La escena es una en un montón. La pandemia de coronavirus llegó a casi doscientos países, a las capitales del mundo, a las playas, a pueblos pequeños, a los geriátricos, al transporte público y al lenguaje. Que juega con ella como prefijo. Todo parece "coronable". "Estás coronada", "coronacrisis", "coronnial", "coronacompras", "coronafiestas", "coronabstinencia" y tantas otras palabras a las que se les agrega. Como algo lúdico. Pero también como un movimiento reconocido por aquellos que saben del tema.
Y que explican que la lengua es un sistema. En 1916 el lingüista suizo Ferdinand de Saussure aseguró en su Curso de lingüística general que se trata de un sistema de signos que significan en oposición, "donde el valor de cada uno no resulta más que de la presencia simultánea de los otros". Tenedor no es solo un utensilio que se usa para comer sino lo que no es cuchara y lo que no es cuchillo. Es un sistema que cambia con el tiempo, con el uso, con el habla, con el contexto. Con la transmisión. Varía y crece y decrece y se expande y dice lo que antes no decía. Surgen términos nuevos y otros se adaptan y otros son olvidados. Pero no son mutaciones abruptas o no suelen serlo. Se registran en un determinado período y se reflejan, por ejemplo, en ciertos choques entre generaciones, cuando una, más antigua, conversa con otra, más joven, sobre algo que no conoce o que no conoce que así se llama y la desconcierta. O al revés. Pero hay excepciones. La crisis actual es una. El coronavirus consiguió en apenas semanas lo que a la tecnología (lo que a Google con googlear) le llevó mucho más tiempo. Instalar palabras. Y significados.
"Es inaudito lo que pasó en unas horas. Por un lado creo que se debe a que el coronavirus es lo único que se escucha en los medios de comunicación, en los discursos políticos, en la calle. Es imposible dejar de nombrarlo. Pero tal vez la rápida aceptación de este discurso tenga que ver además con el miedo. Cuando los discursos despiertan miedo es cuando más eficientes son. Las respuestas resultan automáticas", asegura a LA NACION la doctora en Letras Rocío Flax, especialista en análisis del discurso, sobre este fenómeno, esta especie de diccionario que surgió con el brote. Y que tiene palabras que casi no usábamos, como teletrabajo, que para quitar dudas el Gobierno decidió definirla y dijo que se trata de "una forma de trabajo a distancia, en la cual el trabajador desempeña su actividad sin la necesidad de presentarse físicamente en la empresa o lugar de trabajo específico", según el portal Argentina.gob.ar. Términos nuevos como coronnials que, como millennials o centennials, hace alusión a una generación, esta generación, la que nace en medio del brote. En hospitales dispuestos solo para recibir contagiados, en partos con padres que no pueden estar presentes porque se deben reducir los riesgos. Como Covid-19, el nombre dado a la enfermedad causada por el virus, y como zoompleaños, el neologismo de cumpleaños, la nueva celebración, la que pasa pantalla de por medio, con tortas que no se comparten mucho.
El "coronadiccionario" también está integrado por palabras que conocíamos pero no teníamos ocasiones para usarlas, como tapabocas, que allí estaba, en algún rincón, dentro de alguna de todas las familias de palabras, pero que no era necesario pronunciar porque no teníamos qué hacer con ella acá. A lo sumo en Asia. Pero no acá. Tampoco teníamos la necesidad de decir paciente cero. No había pandemia que la reclamara. Y sin embargo hoy no solo es utilizada en televisión, en política, en charlas con amigos, sino que es ansiada. Encontrar al primer enfermo evita problemas o, al menos, ayuda a enfrentarlos. De hecho, pocas veces incluíamos en nuestras conversaciones la palabra pandemia. La última vez que una epidemia se esparció por varios países al mismo tiempo fue en 2016, no hace mucho, fue el ébola, pero no afectó tanto a la Argentina. Y ojos que no ven...
El coronavirus agarró palabras que usábamos a buen ritmo, con cotidianeidad, pero en otra acepción, con un significado que no es el actual. El pico para los veterinarios es una parte del cuerpo de un animal; para algunos padres, en medio de una discusión con sus hijos, la boca; para los albañiles, el compañero de la pala; para los escaladores, la cima de una montaña; para los amantes, un beso corto; ahora, antes que nada, el pico es el punto más alto de los contagios, el día en que se registra el mayor número de infectados. Además hoy la cuarentena ya no dura cuarenta días. El aislamiento obligatorio en el país lleva más de setenta días. Y contando.
"Hay todo un vocabulario basado en las analogías, es un rasgo básico de nuestro ser en el mundo. Buscamos analogías para ser más eficientes o porque sí, tal vez por azar. Uno ve los gráficos y hace analogías con accidentes geográficos, con cadenas montañosas. Resulta eficiente decir ‘está en un valle’ porque entonces después va a subir, o también afirmar que ‘se amesetó’. Son metáforas que proyectan un vocabulario compartido. Como decir ‘salió el sol’. No es así, el sol no sale, quizá se empieza a poder ver sobre la línea del universo", explica Santiago Kalinowski, director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la Academia Argentina de Letras.
Sobre estos casos, por su parte, Juan Mascardi, coordinador de Fundéu Argentina -que reúne distintas definiciones de estos nuevos términos-, asegura que lo que se registra es una apropiación inmediata y en construcción permanente. "Existe un momento de redescubrimiento ante situaciones nuevas. El lenguaje juega un rol decisivo en la manera en que afrontamos la pandemia. Cuando hablamos de palabras como pico a partir de ahora tienen resignificación", afirma.
Curva fue resignificada. No es más como primera opción una forma para describir el cuerpo de una persona ni una palabra dispuesta para dar, tal vez, indicaciones de tránsito sino la evolución, ascendente o descendente, del virus en un espacio delimitado. Reunión fue resignificada. No es un encuentro cara a cara, en una mesa grande o en un café. No. Se redujo a prender la computadora o agarrar el celular, abrir una aplicación de videollamadas y sentarse frente a la cámara. Repatriar adquirió como principal un nuevo sentido. Dejó de tener tintes políticos y se simplificó a traer de vuelta al país a todos los argentinos que quedaron en el extranjero cuando se cerraron las fronteras.
¿Estas palabras llegaron para quedarse? No es seguro. La respuesta de los especialistas es la misma. Mientras persista el coronavirus, estarán a disposición. Al alcance de todo aquel que las precise para comunicarse y hacerse entender. Si el brote desaparece, caerán en desuso por el poder de olvido. "El contexto en lengua es fundamental. Cuando uno habla, una parte de lo que el otro interpreta es estable, está en las palabras, pero otra muy grande se saca del contexto: cuándo se dijo, en relación a qué, sobre qué tema, a qué hora. Todo eso complementa el significado. No hay contexto más presente en este momento que la pandemia. Eso se interpreta automáticamente, sin ningún tipo de duda. Si las consecuencias de esto no son duraderas, las palabras dejarán de usarse así. Los hablantes tenemos la capacidad inmediata de incorporar léxico. Lo que queramos. Y también de olvidarnos. Hay un montón de palabras que van y vienen", agrega Kalinowski. En ese momento, entonces, el pico, por ejemplo, volverá a ser, antes que otra cosa, el del Aconcagua. O quizá, el de la inflación.
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