Coronavirus. Volver a China después del brote: "Es como entrar a la NASA"
Cuando golpearon la puerta de su habitación, en el hotel por el que debieron pagar 450 renminbi (RMB) por noche -que equivale a un poco más de 5600 pesos argentinos, pero en la moneda de curso legal de la República Popular China- Fanny Villamayor (44) y su hijo Benicio (13) ya sabían con quién se encontrarían al abrirla: con nadie. "Era como un ring-raje", explica la mujer para LA NACION, sobre la metodología con la que les dejaban la comida asignada, en un intento de evitar cualquier tipo de contagio. Cursaban para ese entonces sus 14 días de cuarentena, posterior a bajar del avión y previa a la autorización formal para poder circular por Shanghai, la ciudad más grande de China. Sus códigos QR todavía no mostraban color verde.
Esta psicóloga, con un MBA en Administración, nació en la ciudad de Salta, pero vive en Buenos Aires y realiza la representación comercial de empresas argentinas en China desde hace ya cuatro años. Dos pares de meses al año reside allí, donde se encontraba a fines de 2019, cuando surgió el brote de coronavirus con epicentro en Wuhan, que luego se transformaría en una pandemia mundial. Tras regresar a la Argentina durante el aislamiento, en noviembre debía volver al país asiático para la Expo CIIE (China International Import Expo), la más importante de la nación en términos de importaciones y donde, según explica Villamayor, "el mundo le ofrece los productos a China".
En dicho país ya sufrieron las consecuencias más drásticas del Covid-19 y sumaron hasta la fecha un total de 87.003 infectados. Sin embargo, actualmente se encuentran 80 en el ranking en cuanto al número de casos a nivel mundial e ingresar ahora a China, con la fase más cruda de la pandemia superada, es "como entrar a la NASA", según Villamayor. La mujer describe esa experiencia como "un aprendizaje en el manejo de la incertidumbre", aunque para ella fue grato que por primera vez su hijo la acompañase en su viaje a Asia. "Redobló la apuesta, fue una oportunidad única", dice para LA NACION.
Argentinos en China
Según fuentes de la Embajada argentina en China, solían vivir en ese país varios centenares de ciudadanos argentinos y existía una circulación constante de turistas, empresarios y estudiantes, con distintos tiempos de permanencia en el país. "Si bien no son miles de argentinos, como los registrados en otros consulados, las cualidades extraordinarias de lo que representa vivir en la República Popular China, como lo es en términos de distancia, la barrera idiomática o las diferencias culturales, representa una cantidad interesante", detallan para LA NACION.
Hacer negocios es el segundo motivo por el que los argentinos viajan a China, después del turismo. A estos dos le siguen, de acuerdo a fuentes de la Embajada: estudios académicos, capacitación técnica y profesional y actividades artísticas y culturales.
De todas formas, aseguran que durante la pandemia el volumen de la comunidad argentina se redujo considerablemente. "Hemos podido verificar que aún residen en China alrededor de 300 ciudadanos argentinos de manera permanente y temporal. Creemos que esta cifra volverá a sus valores históricos a medida que se regularicen las restricciones actuales de viaje e ingreso al territorio chino", consideran desde la Embajada.
Volar entre controles
El vuelo que Villamayor y Benicio emprendieron fue desde la Argentina hacia Londres, después a Abu Dabi y, por último, aterrizó en China. Uno de los requisitos para ingresar a esta última nación era presentar una prueba PCR para el testeo de coronavirus, con 48 horas de anticipación y completar la Declaración de Salud. "Para viajar a China tenés mínimo 36 horas con espera, entonces al PCR te lo tenés que hacer con un pie en la Argentina y con el otro en el avión, es vivir en la adrenalina continua", cuenta Villamayor.
El panorama de alcohol y barbijos impuesto en la Argentina se intensificó en Londres, con terminales aéreas despobladas y tripulantes de cabina de los que solo podían visualizarse sus ojos, al estar cubierto el resto de sus cuerpos con los trajes anti-Covid. "En Abu Dabi colapsamos", dice Villamayor. En ese aeropuerto solo tuvieron 20 minutos para recorrer la extensa distancia entre la terminal uno y la cinco, con el agregado de que antes debieron pasar por un proceso de fumigación y de toma automática de temperatura. "Corrimos por cuatro terminales transpirados, fumigados, con el barbijo y, encima, cuando llegamos a la estación le abrieron la valija a mi hijo por la Play", narra Villamayor, ya entre risas.
"Como entrar a la NASA"
Pero aún faltaban los controles más estrictos: aquellos con los que se toparían al tocar suelo chino. Al bajar del avión, a cada pasajero le asignaron un código QR disponible en el celular, que sería el que más adelante les permitiría circular por Shanghai, que junto a Pekín y Guangzhou son aquellas ciudades con la mayor cantidad de argentinos, de acuerdo a fuentes de la Embajada.
La fila se formó, posteriormente, para que un tripulante por tripulado realizara el primer chequeo de los pasajeros: toma de temperatura, análisis de sangre y un test PCR, con muestras extraídas de la nariz y la boca, a cada uno.
Tras ocho horas de rigurosa vigilancia médica, las autoridades sanitarias de las provincias chinas correspondientes al lugar adonde se produce el ingreso al territorio les asignaron un hotel para cumplir 14 días de cuarentena, que ellos costearon. "14 días encuarentenados, sin acceso a la luz del sol", resume Villamayor sobre esas dos semanas, pero agradece la hospitalidad con que los trató el equipo médico y la vista de la ciudad que aparecía cada día por el ventanal de su habitación.
Ya sabían que a las 9 y a las 15 correspondía una toma de temperatura. Podían realizar ese proceso por su cuenta y cargar los datos a la aplicación, con la posibilidad de que en algún momento apareciese un profesional a corroborar los datos. "El primer día estaba histérica por cómo me iba a dar la temperatura, era un estrés, como pender de un hilo, y un alivio cuando veíamos 36,4 o 36,6. Alguna que otra vez venían ellos, pedíamos para que nos tocara un médico que hablara inglés", dice la mujer. "Hoy vinieron los de la NASA", les contaban a sus familiares, quienes desde la Argentina les enviaban mensajes alentadores.
La olla eléctrica, la rutina y los argentinos: factores clave
La decisión previa de haber cargado en el equipaje una olla eléctrica, polenta, fideos, arroz, queso rallado y chocolatada fue un alivio para Villamayor y su hijo, ya que otro de los factores que hacía más complejo el transcurrir de los días era la comida. "Nos traían comida asiática, con horarios fijos: a las 11 el almuerzo y a las 17 la cena. No te permitían pedir. Entonces yo hacía la comida con la olla eléctrica. Al quinto día pensábamos: ‘¡qué rica una polenta con queso!’", narra la mujer y ríe.
Para ellos, establecer una rutina fue un factor clave para alivianar el transcurrir del tiempo en cuarentena. Luego de los primeros días, los más difíciles, en los que aprovecharon para descansar y mitigar los efectos del jet lag, Benicio continuó con el colegio, a través de un Zoom por noche. Además, practicaban 30 minutos de yoga diarios y exprimían el descubrir un mundo diferente, a través del ventanal. "Tratábamos de encontrar la normalidad o disfrutar del proceso, vivir la experiencia", reflexiona Villamayor.
Además de la familia, los ayudó la asistencia del Consulado y los argentinos en China. "Estaban todos atentos por si necesitábamos algo. Hubo mucha solidaridad. Benicio necesitaba un monitor para hacer su tarea y nos lo hicieron llegar. ¡Una familia nos envió tacos mexicanos!", recuerda Villamayor.
Desde la Embajada argentina en China explican que desde el momento del arribo y hasta tanto no concluyan la cuarentena, quienes ingresan al país no tienen permitido el contacto directo con los cónsules. "A los ciudadanos argentinos que durante su cuarentena requieren asistencia consular vía telefónica o por los medios digitales disponibles, por situaciones que se producen por la imposibilidad de hacerse entender en el idioma o por patologías médicas que requieren de una atención diferenciada, los consulados por medio de buenos oficios procuran una respuesta satisfactoria a la petición", añaden.
También indican que, desde 2018, al llegar a un país y activar el roaming en los celulares, todos los viajeros argentinos reciben un mensaje de texto en el que se les proporciona el teléfono de guardia de un consulado argentino en la nación a la que arriban, para recibir asistencia frente a cualquier emergencia.
El día 14
Al llegar el día 14, la ansiedad y los nervios colmaron los sentires de Villamayor y de su hijo. "También estábamos angustiados, tu cuerpo está como escindido, no alineado a tu cabeza, fue un aprendizaje en el manejo de la incertidumbre", dice la mujer. Al salir de la habitación, a las 14, pasaron por las últimas observaciones: otra toma de temperatura y un análisis PCR, con la muestra solo en la garganta, esta vez. Ambos debieron esperar otras 24 horas en las que se cargaron sus datos al sistema QR, para que el mismo pase de rojo a verde y así quedar aptos para circular.
Villamayor sostiene que además de las limitaciones por los arduos controles, otro factor influyente en ese sentido es el económico, más que nada por el aumento en el valor de los pasajes. "Para cualquier persona que viene a hacer negocios es una barrera de entrada. En China representamos a nuestro país, nuestro pabellón era de 30 empresas, pudimos viajar solo siete personas, éramos los únicos occidentales", cuenta sobre la Expo CIIE.
En la Embajada argentina coinciden con ese diagnóstico, al comentar que "son muy pocos los argentinos que, habiendo egresado de China durante el primer semestre de este año, han podido regresar, debido a las conexiones aéreas desde la Argentina, el costo de los pasajes y los requisitos sanitarios establecidos para el ingreso, que en la gran mayoría de las ocasiones los lleva a posponer el regreso".
A dos horas de distancia de Shanghai, Villamayor y su hijo participaron de otra feria. "En el tren éramos los únicos extranjeros y, en la exposición, la gente nos filmaba, nos sacaba fotos. Caminás por la calle y sos el único extranjero", relata ella y asegura: "Queremos ser marca país y contar cómo somos en la Argentina".
La visa especial por tres meses con la que cuentan hace que próximamente deban regresar. Ya instalados en China, Villamayor habla con LA NACION desde un taxi que la lleva a la oficina que comparte con su socio asiático, quien viaja a su lado. "Hoy China es el país más seguro, tenés la certeza de que estás cuidado, la gente está convencida de que su gobierno la cuida bien", opina.
Después de unos días de finalizar el confinamiento, quiso saber qué le pasaba a su hijo. "¿Cómo te sentís?", le preguntó. "Como si fuera un Dios", respondió el niño, en base al trato que recibe en China por el esfuerzo que realizó para estar hoy ahí: por haberse animado a atravesar el océano, pasar la cuarentena y "atreverse al desafío del Covid". Ella insiste con que la palabra que nuclea la experiencia es "aprendizaje".
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