Por los pasillos de la villa 1-11-14 corre un viento frío, ya no falta tanto para el invierno. El cielo gris deja caer una luz tenue sobre la manzana 13, que anteayer perdió a su delegada, Miriam, una referente del barrio que tenía coronavirus. La familia de la víctima prefirió no divulgar su apellido.
"Estoy bien, primero me trasladaron al Argerich donde me hicieron los exámenes y luego me llevaron a un hotel, así que acá estoy", decía Miriam en un audio enviado en 16 de mayo. Pero su estado desmejoró de manera abrupta y murió a los pocos días.
Con ella ya son 13 las muertes por coronavirus en esta villa porteña y 528 infectados, según la información del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat porteño. El primer fallecimiento fue el cinco de abril.
Mientras, en la villa 31 hay 1225 casos y cuatro muertos . Es decir, que la 1-11-14 tiene menos de la mitad de casos, pero más del triple de fallecidos. De este modo, es la villa con más cantidad de muertos por habitante en la Ciudad. Por qué pasa esto es una pregunta aún sin respuesta.
Ana Rojas lleva puesto un barbijo rosa y un pañuelo en la cabeza, solo se le ven sus ojos negros. Ella vende paltas a $40 en la esquina de la casa donde vivía Miriam. La idea es vender barato y volver rápido a la seguridad del hogar. "No me diga que murió Miriam, pero si hace poco yo hablé con ella y me trajo la caja de alimentos. Dios mío qué tristeza, era una señora muy presente. Dios es la única vacuna, tenemos que cuidarnos mucho. Qué tristeza me da enterarme de esto", dice compungida.
A varias cuadras de ahí, Juan Isasmendi, que dirige la parroquia Madre del Pueblo, intenta buscar una respuesta al enigma de los fallecidos. No tiene en claro, dentro de la tragedia, dónde está el milagro. Si en la villa 31, donde, a pesar de la enorme cantidad de infectados solo una ínfima parte murió, o acá, en la 1-11-14, donde hay más fallecidos, pero, hasta el momento, los contagios escalan de manera controlada.
Isasmendi, junto con la ayuda de los delegados de cada manzana y otros organismos, diseñaron un plan comunitario para controlar los contagios en los inquilinatos y en los pasillos, que muchas veces no superan los 50 centímetros de ancho.
"No explotó el número de casos porque pienso que comunitariamente algo hicimos bien. Preparamos un protocolo de pasillos y otro para inquilinatos. Por ejemplo, en un inquilinato donde debieron aislarse 22 personas, nosotros les llevamos comida e íbamos a desinfectar con los bomberos voluntarios", dice Isasmendi, que se encuentra en una oficina pequeña de la parroquia, ubicada en la entrada del barrio.
Para entrar al barrio a través de la parroquia que está sobre Perito Moreno, todos deben atravesar una cabina sanitizante. Actualmente reparten 4000 raciones diarias de comida por día. Gran parte la entregaban en el comedor de la parroquia, pero para desconcentrar el espacio, Isasmendi, a través del Ministerio de Defensa, convocó al Ejército para instalar una cocina de campaña frente al comedor. De este modo hoy servirán la cena del otro lado de la calle y a partir de mañana en esa cocina también prepararán el almuerzo.
Mientras tres soldados cruzan la calle cargando una estatua de la Virgen María, los gendarmes vigilan e intentan controlar los ingresos y egresos de aquellos que no identifican como vecinos del barrio. De los 4202 casos confirmados de coronavirus en la ciudad de Buenos Aires, 1877 contagios ocurrieron en los barrios vulnerables.
Ayer, el infectólogo Pedro Cahn, Florencia Cahn, Eduardo López, Angela Gentile, Gustavo Lopardo y Mirta Roces, entre otros especialistas, se reunieron con el ministro de Salud, Ginés González García, y unificaron una recomendación: mejorar los métodos de aislamiento en las villas.
El objetivo sería que las zonas de esos barrios en las que no se registraron contagios no resulten alcanzadas por la circulación del virus que se da en otros sectores de la misma villa. "Es paradójico que el virus haya entrado por Ezeiza y ahora nos tengan que encerrar a nosotros", dice Isasmendi.
En paralelo, continúa el Dispositivo Estratégico de Testeo para Coronavirus en Terreno de Argentina (DETeCTAr), un operativo sanitario de detección temprana del gobierno nacional junto al de la ciudad de Buenos Aires, que se enfoca en la búsqueda activa de personas con cuadros febriles. El funcionamiento de este operativo despertó críticas de algunos vecinos y médicos.
A los casos sospechosos los trasladan hacia el estadio del Club Atlético San Lorenzo de Almagro, donde les hacen el hisopado para ver si tienen coronavirus. Muchos vecinos se han quejado de que pasan varias horas hasta que son trasladados, e incluso también denunciaron malos tratos en los hospitales.
Tal fue el caso de Soledad: "De la cancha de San Lorenzo nos llevaron al Hospital Muñiz y de ahí al hospital Pirovano. Ingresé recién a la 1 de la mañana por guardia y me mandaron a un rincón. Me sacaron una placa y me llevaron para adentro, pero como me dijeron que no había cama, pasé la noche sentada en una silla. En el baño no había ni elementos para higienizarse. No me dieron nada de comer o tomar, recién a las 10 me dieron un té. Fue muy incómodo y no me dieron nada de información".
"La gente a veces tiene más miedo a todo ese proceso que al coronavirus", señala Aldo Pagliari, quien dirige el Centro de Atención de Salud N°20, dentro de la villa 1-11-14.
"Hoy el hisopado se hace rápido, el tema es después. Tenemos gente que pasa muchas horas esperando, sea en San Lorenzo o en el Piñero, a ver qué pasa. Hasta que deciden dónde alojarlo pasan horas, a veces sin comer, con miedo, rodeados de otros casos que pueden ser positivos. Muchas veces los mandan a la casa a esperar el resultado. Estas cuestiones son complicadas y habría que corregirlas", agrega Pagliari.
"Tienen razón, los hacen esperar, les dicen te vamos a hisopar y los dejan ahí, falta coordinación. Necesitamos un protocolo que ordene esas cosas. Incluso en los hospitales falta organización. La Argentina lo único que no pudo ver del resto del mundo es todo lo que sucede en villas, entonces en estos lugares estamos trabajando todos con criterios que vamos construyendo. Hay que ser ordenados y precisos", argumenta Alejandro Amor, defensor del pueblo de la Ciudad.
Gabriel Battistella, Subsecretario de Atención Primaria, Ambulatoria y Comunitaria del Ministerio de Salud de la Ciudad, señala que las horas de espera se deben al tiempo que demoran los resultados de los hisopados.
"No podemos acortar la espera de los test, sabemos que los que llegan hasta las 13 tienen los resultados en el día, y a los otros los derivamos hasta tener un resultado. En San Lorenzo, el lugar tiene calefacción y alimentos. Problemas de coordinación puede haber, cuando nos llegan los resultados se desencadenan 200 traslados y ahí puede haber alguna descoordinación", indicó el funcionario.
Desde el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat indicaron a LA NACION que en cada operativo los vecinos tienen un espacio para estar distanciados, cómodos, con comida y bebida a disposición. En las próximas semanas continuarán los operativos y la ayuda, brindando alimentos y productos de limpieza.
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