Coronavirus. Sin visitas y con menos actividades: así viven la cuarentena los presos
La cuarentena tiene un doble efecto en aquellas personas que ya vivían encerradas. Los privados de la libertad vieron en los últimos meses mermar sus pocos contactos con el mundo exterior. Sin visitas de familiares, con menos acceso a actividades educativas y recreativas y con constante temor a verse en medio de un brote de coronavirus , la tensión fue en aumento y en algunos casos ocasionó protestas y revueltas.
"Durante el aislamiento pasamos diferentes etapas. Primero, el temor. Cuando estás preso, la familia y los amigos te preocupan mucho. Entonces, suspendimos voluntariamente las visitas para evitar que tengan que venir al penal, apenas comenzó la pandemia", cuenta a LA NACION Jorge "Pampa" Villareal, uno de los detenidos en la cárcel de Batán.
"Pasó el tiempo y seguimos sin visitas, pero en el centro cultural tenemos muchas actividades, como carpintería, huerta, gallinero, aula virtual, biblioteca, taller de costura", añade. "Por ejemplo, lanzamos un almacén autogestionado por personas privadas de su libertad. Fue generado para pasar la crisis sanitaria, que puso en evidencia que el preso se alimenta de lo que le traen sus familias porque lo que nos dan en el penal es algo parecido a la comida, que nadie consume. Todo esto nos mantiene muy activos. Entonces, no nos damos cuenta del faltante primordial de la visita. Más allá de que tenemos miedo por un virus que adentro de la cárcel puede hacer estragos, llevamos la situación bastante bien", explica Villarreal.
En este contexto, la creación de un Comité de Prevención y Solución de Conflictos (CPSC) en las cárceles bonaerenses tomó fuerte impulso, con el objetivo de evitar revueltas como las que se desencadenaron en diciembre de 2019 y durante el primer semestre de 2020. En rigor, la iniciativa surgió el año pasado en la cárcel de Batán, donde comenzó a ser discutida por presos, agentes penitenciarios, actores que intervienen las cárceles y funcionarios judiciales la posibilidad de habilitar un círculo de diálogo en cada instituto penitenciario con el fin de evitar violaciones de los Derechos Humanos.
El Comité está integrado actualmente por todos los actores de las comunidades atravesadas por las cárceles. Fue a través de este organismo que en la Unidad 30 de la ciudad de Alvear los detenidos comenzaron un proceso de entregar armas a cambio de libros, según se informó oficialmente.
Desde el Taller Solidario Liberté que la Asociación Pensamiento Penal tiene en la cárcel de Batán, en los alrededores de Mar del Plata, relatan: "Se tomó la decisión de extender e implementar un comité en cada instituto penitenciario con resultados verdaderamente muy buenos. Este organismo delibera sobre el sistema disciplinario, para pasar a un mecanismo de justicia restaurativa. Por ejemplo, en la Unidad N°9 de La Plata, donde hay 1920 personas privadas de la libertad, antes de la constitución del comité venían con 180 sumarios disciplinarios por mes y han pasado a 30".
Y agregan: "El segundo punto es la gestión de la vida cotidiana en la búsqueda de prevenir los conflictos con múltiples temas que hacen a estas comunidades: visitas, requisas, compatibilizar la seguridad de los establecimientos con el trato digno a las personas. Ver cómo multiplicar propuestas laborales, educativas. Nos orientamos a un nuevo modo de gobierno de los establecimientos penitenciarios, no ya basado en el uso de la fuerza que da la ley, sino de una autoridad generada desde el acuerdo de los sectores involucrados".
En esa línea, uno de los coordinadores del taller, el titular del Tribunal Oral en lo Criminal 1 de Necochea, Mario Juliano, dice a LA NACIÓN: "Dos datos caracterizan la vida de las personas privadas de la libertad en pandemia. El enorme sacrificio, de más de cinco meses, de autolimitarse el contacto con sus familiares para cuidarlos. Y por otro lado la incertidumbre por la posibilidades de contagios masivos, con pocas posibilidades de preservar su salud. A grandes rasgos, hasta el momento, y considerando los índices del mundo en libertad, la pandemia ha sido cursada en forma relativamente satisfactoria".
Proyectos solidarios
Al ser consultados por LA NACIÓN, referentes de la sociedad civil que trabajan en contextos de encierro coinciden en sostener que la habilitación del uso de teléfonos celulares fue elemental para evitar otra ola de malestar y protestas en las cárceles de la provincia de Buenos Aires. Sin visitas en prisión, la tecnología se torna un recurso elemental para los detenidos y sus familiares. Este fenómeno de interacción digital pudo verse con claridad en los últimos días.
Jóvenes que cumplen condena o detenidos preventivamente, en el interior de los complejos penitenciarios, decidieron aliviar la tensión del encierro con proyectos solidarios que apuntan a apoyar también a quienes enfrentan la pandemia tras los muros: reciclan y participan en la producción de un sistema innovador de abrigos para personas de zonas vulnerables, cocinan para comedores comunitarios. Desde afuera, sus compañeros que ya recuperaron la libertad los alientan trabajando en paradores para personas en situación de calle.
Los Espartanos — un programa deportivo que desde 2009 se replicó en cárceles de todo el país generando más de 3000 jugadores de rugby — es una de tantas pruebas de que el diálogo y la interacción permiten a los detenidos enfrentar el encierro con actitud comunitaria de superación. Hoy, el debate gira en torno de cómo contener y descomprimir la tensión de los presidios durante el aislamiento por la pandemia.
En diálogo con LA NACIÓN, el entrenador de Los Espartanos, Eduardo "Coco" Odoriego, explica que los valores del rugby como la solidaridad y el apoyo resultaron importantes para los jugadores que enfrentaron — como todos — el temor al coronavirus en la cárcel: "Fue clave ese punto de necesitarse, de formar parte de algo positivo. La práctica del rugby, del rezo del rosario de los días viernes".
Por otro lado, el entrenador añade: "Las actividades solidarias son lindas porque los chicos que están detenidos se sienten útiles y no inútiles perdiendo el tiempo, adentro, pensando que la gente de afuera los detesta. Tratando de hacer algo para los de afuera se sienten importantes".
Y concluye: "Están haciendo el bien en estos tiempos donde la solidaridad sale adelante. Ellos continúan entrenando, pero muchísimo menos. No pueden ir los familiares desde hace casi seis meses, pero eso se fue compensado con el tema de que los dejaron tener teléfonos. Los jugadores entienden perfectamente que es una época en la que se tienen que cuidar entre todos".
A pesar de todos los esfuerzos internos y externos, el encierro dentro del encierro se hace más complejo. Y la falta de contacto externo deja huellas. Así lo grafica Villarreal desde el penal de Batán: "Hace pocos días soñé que tenía visitas, pero me desperté y vi el techo de hormigón".
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