Coronavirus: se había aislado preventivamente en marzo tras un viaje y ahora debe hacerlo de nuevo por ser positivo
No pasó ni un año y Ricardo Mentasti tuvo que volver a separarse de su esposa e hijos. Otra vez, el grupo familiar sufre el embate del coronavirus. Allá por marzo de 2020, primó la obligación social. En ese entonces, el hombre se aisló de manera preventiva porque acababa de arribar del exterior. Ahora, un resultado positivo en su test de Covid-19 provocó el regreso del padre de familia al búnker que armaron en su propia vivienda.
“Acá estoy, en el mismo lugar”, dice Mentasti, de 41 años, a LA NACION y deja entrever una sonrisa al otro lado del teléfono. Ese salón de usos múltiples que había sido preparado especialmente para aislarse en marzo, cuando regresó de Estados Unidos tras un deber laboral y la pandemia empezaba a dar sus primeros golpes, vuelve a transformarse en su hogar momentáneo.
Una vez más, Ricardo debe dormir solo y pasar el mayor tiempo consigo mismo en ese búnker equipado de 50 metros cuadrados, en el subsuelo de su casa en Villa Devoto. Todo está como en aquel entonces, cuando aún sin estar infectado Mentasti realizó la respectiva cuarentena preventiva para cuidar de los suyos.
Le confirmaron que era Covid positivo el último lunes, dos días después de que sus padres, ambos de 73 años, recibieran la misma noticia. Por fortuna, Ricardo hoy se siente mejor físicamente, al igual que su mamá y su papá, que ya recibieron el alta.
Sin embargo, los últimos cinco días de Mentasti fueron, por lo menos, distintos. El cansancio de su cuerpo era tal que llegó a dormir entre 15 y 16 horas por jornada. “Apenas mis padres tuvieron el diagnóstico, decidí hacerme el test porque me sentía raro, muy cansado”, recuerda el hombre. Sus dudas se despejaron inmediatamente. Si todo sale bien, el próximo miércoles recibiría el alta epidemiológica, le indicaron los médicos que hacen su seguimiento.
“Ya aprendimos cómo convivir con este virus”
A diferencia de lo que le tocó vivir en marzo, al menos esta vez Mentasti puede subir a su casa, donde están aislados preventivamente sus dos hijos –un niño de siete años y una beba de un año y medio– y su mujer Carolina, que dio negativo. “Como somos contactos estrechos, no hay problema si voy unos pocos minutos a la cocina”, cuenta y detalla: “Me caliento un poco de agua, por ejemplo, y ya me vuelvo. Es como que ya aprendimos a cómo convivir con este virus, ¿no?”.
Desde ya, Ricardo apenas deja ver sus ojos a su familia cuando se da una vuelta por la vivienda familiar y sube las escaleras desde el búnker al interior del inmueble. Nunca olvida utilizar su barbijo y se encarga minuciosamente de desinfectar cada superficie que roza con un reconocido producto en aerosol.
Mentasti reflexiona: “Le dije a mi mujer que creo que tal vez, como sociedad, ablandamos todas las medidas de seguridad. Al principio, llegaba de trabajar, me cambiaba la ropa en el búnker y la ponía a lavar por separado. Hace un tiempo que ya no lo hago”. Y agrega, mientras sigue adelante con su trabajo, ahora en la modalidad home office, para la empresa de seguridad en la que es gerente: “No hay otra. Hay que seguir cuidándose”.
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