Coronavirus en Salta. Les cerraron el paso a Bolivia y ahora deben buscar provisiones a través de un riesgoso camino de montaña
"No tenemos frutas ni lácteos desde hace más de un mes, y ya nos estamos quedando sin velas y combustible", afirma Benigno Vargas, de 67 años, cacique de la comunidad Kolla Condor Huasi de Mecoyita, un pueblo de 600 habitantes perdido en el noroeste salteño recostado sobre el límite con Bolivia. Para llegar hasta allí hay que cruzar a Bolivia, pasar un río que desborda cuando llueve, y retomar a la Argentina. Desde que se produjo el cierre de la frontera boliviana como medida para prevenir los contagios por coronavirus, nadie del pueblo puede pasar por ahí para ir hasta Orán, en Salta, y buscar mercadería y hacer todo tipo de gestiones comerciales y trámites bancarios, como por ejemplo el cobro de asignaciones. "Estamos desabastecidos, pedimos que nos den un permiso para poder transitar", suplica.
"Se olvidaron de nosotros, acá no tenemos electricidad, ni llega señal de teléfono y la internet viene gracias a una antena boliviana", afirma Vargas. Mecoyita, que forma parte del Municipio de Santa Victoria Oeste, vive una realidad muy dura: el pueblo está entre montañas y valles en la zona de las yungas. El único modo de acceder a un camino asfaltado es por Bolivia, y de allí hasta Orán son 150 kilómetros. "Compramos allí porque es más barato y estamos en cuatro horas", afirma Vargas.
La contrapartida es arriesgarse al peligro que representa el camino de tierra "argentino" que está en pésimo estado y que cruza las provincias de Salta y Jujuy a través del cordón serrano Santa Victoria hasta llegar a La Quiaca. Una serpenteante huella que se eleva hasta los 5000 metros sobre el nivel del mar, con chorrillos de agua, desprendimientos de roca y arriesgados precipicios. "La Quiaca está a 130 kilómetros pero tardamos siete horas en llegar", afirma Vargas.
Las distancias se miden en horas y por el combustible que se consume. "Los caminos argentinos son imposibles de transitar", afirma Mauro Quiroga, de 31 años, nacido en Mecoyita. El viaje hasta Orán por suelo nacional demanda alrededor de 12 a 14 horas.
El impedimento de ir hasta Orán por Bolivia tiene consecuencias diarias en Mecoyita y poco margen para continuar así. Entre casas de adobe, se presentan "kiosquitos" o puestos que venden lo básico: frutas, harina, fideos, pilas y combustible. A muchos de ellos ya no les queda qué vender. "Acá en el pueblo no existe ni un solo aparato de TV, solo nos entra información por Radio Nacional La Quiaca", sostiene Vargas.
Las pilas son un bien esencial que escasea. "Al no tener electricidad, a la noche nos iluminamos con velas, también quedan pocas en el pueblo", confiesa, preocupado, el cacique que vive con su esposa y tienen 10 hijos.
Las casas de Mecoyita acompañan la silueta de la montaña. Calmos y sin prisa, los vecinos cuidan sus animales –que son el bien más preciado-, algunos cabritos, ovejas y gallinas. Siembran maíz, trigo, porotos, zapallos algunos nogales y membrillos. Su dieta se completa con charqui (carne deshidrata de llama o guanaco) y mote (maíz hervido en ceniza o cal): "Estamos subsistiendo con lo nuestro", afirma Vargas.
Una salita sanitaria con un enfermero es la única esperanza por si existe alguna emergencia sanitaria. "No llegan médicos hasta acá, ni tampoco tenemos vacunas para nada", completa el cacique. "Muchos iban al odontólogo a Bolivia, pero ahora con la frontera cerrada, no pueden -refuerza-. Tenemos un solo dentista para todo el Municipio".
"No queremos que nos regalen nada, solo que nos den un permiso para transitar por Bolivia, hacer nuestras compras en Orán y regresar a nuestro pueblito", resume Vargas. El frío comienza a formar parte de la realidad de Mecoyita, enclavado a 4000 MSNM. Las nubes quedan debajo de las casas, al pie de los cerros. La realidad vial es un problema histórico en la altura.
"Es muy común tener que dar vueltas y bordear montañas hasta llegar a destino, básicamente el problema es la ausencia de infraestructura vial", afirma la licenciada Viviana Santinon Alonso, de la Fundación Grupo El Abra, que trabajan en el territorio. Un ejemplo de su labor grafica el drama de los vecinos de Mecoyita. Desde Salta Capital para ir a una escuela ubicada en el paraje Cerro Negro de Tejadas, en línea recta son 52 kilómetros, pero la travesía se inicia yendo a Cachi (180 km), hasta Finca Belgrano (otros 30 km) y de ahí siete horas a lomo de burro. "Todo eso coordinando con la radio AM 840, porque no hay señal, y rogar que los baqueanos la oigan para que nos tengan preparados los burros", resume Santinon Alonso. El viaje demanda dos días entre la ida y la vuelta.
En Mecoyita, el cruce por Bolivia se hace a través de un río que más abajo se une al Bermejo. "Hace muchos años que pedimos un puente, pero sabemos que estamos olvidados", se resigna Vargas. No existe un puesto de Gendarmería nacional, pero sí uno boliviano. "Ellos pasan libremente a nuestro país, pero nosotros no podemos al de ellos", cuenta. Por las noches es común ver pasar camionetas que los kollas adjudican al contrabando.
"Desde el gobierno de Salta hemos estado haciendo gestiones con la cancillería boliviana, pero la realidad política de este país es compleja y no es sencillo el diálogo", afirma el coordinador de Desarrollo Social de Salta, Ignacio González. "La realidad de Mecoyita es similar a otras seis comunidades, a pesar de esto estamos llevando alimentos con la ayuda del Ejército", confirma. Por ejemplo, para acceder al Municipio de Los Toldos (vecino de Mecoyita) se debe pasar también por Bolivia. "Todas estas comunidades cobran la AUH, ayudas sociales y sueldos en Orán", afirma González.
Desde que está cerrada la frontera boliviana, para los habitantes de Mecoyita y los demás pueblos de alta montaña, acceder a un cajero automático, un paquete de velas, arroz o frutas es una tarea costosa, demanda mucho tiempo y muchas veces imposible.
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