A pesar de la gran efectividad y buenos resultados que mostraron las campañas de inmunización todavía hay personas que rechazan la inoculación
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La irrupción de la pandemia de coronavirus supuso un gran impacto a nivel mundial, tanto desde el punto de vista social y económico, como desde el biomédico y científico técnico. Por eso, la necesidad de enfrentarse a este virus promovió un gran esfuerzo internacional. Esta situación permitió, a su vez, el desarrollo de una importante batería de vacunas para luchar contra el SARS-CoV-2 en un tiempo récord.
Sin embargo, este último hallazgo hizo que surja un buen número de dudas y preguntas sobre las vacunas entre la población general. Exponemos a continuación las principales y sus correspondientes respuestas.
1. “¿Existe el riesgo de que el ARN de la vacuna se integre en mi genoma y lo modifique?”
El ARN mensajero o ARNm es una molécula que sirve como manual de instrucciones para construir proteínas. Sería algo similar al papel que contiene los pasos para armar un mueble. Cuando terminamos de armarlo, el manual se desecha, no se guarda en la librería de casa. Y esto mismo es lo que hacen nuestras células.
El ARNm no entra en el núcleo de la célula donde está nuestro material genético, sino que lleva a cabo su efímera función en el citosol de la célula y allí se degrada. En el caso de las vacunas basadas en ARNm, tanto esta molécula como las partículas de grasa en las que el ARNm va “envasado” son eliminadas tan pronto como la célula sintetizó la proteína viral que codifican.
La proteína viral será la que despierte al sistema inmunitario y permitirá la aparición de una respuesta y una memoria específica contra dicha proteína. Por lo tanto, será efectiva contra el virus que la contiene en la naturaleza, pero sin que tengamos que infectarnos por el patógeno causante del Covid-19.
2. “No sabemos qué contiene la vacuna”
El contenido de las vacunas que se están utilizando actualmente contra el Covid-19, como las de ARNm de Pfizer-BioNTech o Moderna, así como el de todas aquellas usadas actualmente contra el resto de las enfermedades infecciosas es perfectamente conocido. Las vacunas son fármacos que, como el resto, presentan una composición claramente determinada y especificada en sus correspondientes guías técnicas.
3. “Los ensayos clínicos continúan todavía en la fase 3″
En los ensayos clínicos en fase 3 ya se tienen datos suficientes para resolver las cuestiones básicas sobre un nuevo medicamento, ya que es en esta fase en la que se conoce su eficacia y seguridad clínica. Esto hace que dichos medicamentos puedan recibir la pertinente autorización de comercialización y uso.
En las siguientes fases se averiguan otros datos y efectos a largo plazo, como la duración de la protección que ofrecen las vacunas o la eficacia contra la infección. Pero estos necesitan estudios con un tamaño de población y una duración mayores. Por eso, en una situación de pandemia como la actual, no es raro que los medicamentos se empiecen a usar cuando aún están en fase clínica 3 y mientras se avanza hacia la fase 4.
4. “La tecnología de las vacunas de ARNm es demasiado reciente”
La necesidad de luchar contra el Covid-19 fue la que dio un fuerte impulso al uso de las vacunas de ARN mensajero. Pero la idea de usar este material como base para la producción de vacunas, así como del uso de nanopartículas lipídicas para su transporte, se remonta décadas atrás. De hecho, demostró tal potencial que actualmente ya se está utilizando para el desarrollo de otras prometedoras vacunas contra patógenos como el virus del Zika.
También contra otros virus para los que las estrategias de vacunación clásicas no fueron efectivas, bien por su alta tasa de mutación, como es el caso del virus de la gripe, o por su capacidad de evasión de la respuesta inmunitaria, como es el caso del VIH, el causante del sida.
5. “El tiempo de comercialización fue demasiado rápido”
En lo que respecta al tiempo de comercialización, fue, en efecto, más corto de lo que suele ser habitual. Pero esto fue debido a que, precisamente para responder a la pandemia, las agencias del control del medicamento, como la Agencia Europea del Medicamento (EMA), revisaron los resultados de las empresas y grupos de investigación desarrolladores de las vacunas al mismo tiempo que estos iban apareciendo.
Así entonces, en vez de esperar, como hacían hasta ahora, a que todo el procedimiento hubiera acabado para llevar a cabo la revisión de los datos, realizaron dicha revisión en paralelo. Este proceso permitió reducir enormemente el tiempo necesario para conceder la autorización de comercialización y uso de estas vacunas.
6. “No se sabe si las vacunas son efectivas para limitar la transmisión del virus”
Existen informes que muestran que la carga de ARN viral en las vías respiratorias de los vacunados es similar a la de los infectados sin vacunar. Pero dichos datos se basan en la cantidad de material genético del virus detectado, lo cual no quiere decir que los individuos vacunados contagien tanto como los no vacunados.
Es decir, esta información no nos permite distinguir la capacidad infectiva de los virus presentes en las vías respiratorias de los dos grupos de individuos. Está claro que las vacunas actuales no están diseñadas para evitar la infección viral sino para evitar los síntomas más graves de la enfermedad y la muerte. Pero existen datos de investigadores de distintos países que demuestran que la vacunación reduce la capacidad infecciosa de los individuos inmunizados con dichas vacunas.
Así, se estima que las personas vacunadas mostrarían un riesgo muy inferior de transmitir el virus a otras personas que aquellos que no se vacunaron, incluso en el caso de la variante Delta del virus. Esa reducción del riesgo de transmisión del virus se acompaña también de un considerable menor riesgo de infectarse cuando el individuo está vacunado, como se demostró en un estudio realizado entre personal sanitario en España.
Además, datos recientes en vías de publicación muestran que las personas vacunadas eliminarían el virus de su organismo de una forma mucho más rápida que los no vacunados, incluso cuando la variante dominante es la Delta. En resumen, las personas vacunadas son menos contagiosas que las que no lo están.
Todas estas aclaraciones y otras basadas en la evidencia científica han de responder a las dudas de los ciudadanos y ayudarlos a entender que las vacunas desarrolladas contra el coronavirus son las mejores armas de las que disponemos actualmente para frenar la pandemia. Y que todos los datos indican que son tan seguras como otras vacunas clásicas que llevamos usando desde el siglo pasado y que, tras la potabilización del agua, supusieron el segundo mayor avance biosanitario que más vidas salvó en todo el mundo.
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