Coronavirus en primera persona: cómo atraviesan el aislamiento los adultos mayores que están solos
"La aparición en las noticias a propósito de quiénes son los afectados por este virus me sumergió en espacios de gran preocupación. Empecé a pensar que, yo, que tengo 80 pirulos, estoy en la primera línea de los tipos que pueden morir", dice Héctor Casagrande, que vive solo en un PH del barrio de Boedo.
Como a miles de adultos mayores de la ciudad de Buenos Aires, a Casagrande le toca transitar en soledad el aislamiento obligatorio a causa de la pandemia de coronavirus que azota hoy al mundo. Y esa situación le produce temor, como a tantos otros.
Pero también en él y otros ancianos solitarios se despierta la noción de que, como grupo de riesgo, es el momento de ser responsables y cuidarse, que no hay que perder el contacto –aun a la distancia- con los seres queridos, y que esto también pasará. Más tarde o más temprano.
"La cuestión del aislamiento provoca sensaciones de malestar que son, en el fondo, de desvalimiento, de desamparo. Pensar que a alguno le puede pasar algo y que no se entere nadie provoca angustia", explica Ester Romero, doctora en psicología, psicoterapeuta y docente de la Universidad del Salvador.
"He escuchado en consultas online situaciones de pánico, directamente", agrega la psicóloga, que señala que ella no ha interrumpido las sesiones con las personas en estos días: "Les pido que sigamos los tratamientos, me paguen o no".
"Claro que uno está asustado, no estás tranquilo. Nadie puede divertirse con lo que está pasando", dice a LA NACION Mario Briski, ingeniero jubilado de 85 años. Sin embargo, este habitante del barrio de San Telmo encontró una manera de darle un sentido al aislamiento. "Lo que estoy haciendo en este momento es escribir un libro de la historia de la calle Defensa", relata.
Respetar la rutina
Brisky también participaba de un taller literario, que ahora se está organizando para continuar en línea. "Los adultos mayores, como todos, tienen una rutina, y hay que tratar de mantenerla como se pueda", señala Romero.
"Por ejemplo –agrega la psicóloga- es importantísimo cómo se visten. No se pueden dejar el pijama sin interrupción durante todo el día. Además, los hijos tienen que poner a sus nietos al teléfono, o en videollamadas, así se evitan cuadros de agravamiento que pueden volverse depresiones o se pueden agravar cuadros anteriores, como trastornos cognitivos".
"Yo estoy hablando todo el tiempo con mi familia y mis amigas. Con mis dos hijos y sobrinos hablo todos los días o día por medio", cuenta Teresa Copello, que vive en Palermo y que se toma la cuarentena con responsabilidad. Por problemas de salud, Teresa tenía algunos turnos con médicos, pero los suspendió todos porque "no eran urgentes y entendí que era necesario quedarse en casa".
La necesidad de quedarse en casa, aunque angustie, está presente en los adultos mayores entrevistados. "No salgo porque le doy bola a esta especie de cuarentena. Salgo a comprar cada dos días porque no tengo más remedio", señala Casagrande, que dice que extraña horrores los cafés de su barrio, pero reemplaza eso con lectura. "Yo leo mucho, pero ahora leo más que nunca"; agrega.
"Yo no salgo –dice Briski- tres veces por semana una persona viene a casa, hace todas las compras y la limpieza". En esas condiciones, el temor al contagio no pasa por su cabeza: "Si estoy solo, qué me voy a contagiar. Si viene el bicho de m... ese lo puede traer Alejandra (la señora que lo asiste), pero estamos a cuatro metros. Tampoco hay que ser exagerado", dice.
"Yo fui el otro día al supermercado, a pesar de que dos o tres vecinos se ofrecieron a comprarme cosas y uno de mis hijos, que vive cerca, también. Pero trato de no salir mucho. Si me falta algo, no entro en desesperación. Prefiero comer una manzana y estar viva", cuenta Teresa, que dice estar acostumbrada en su vida a situaciones difíciles y "nunca bajó los brazos".
Mantenerse en contacto
Para las personas mayores que afrontan la pandemia y el aislamiento en soledad, es fundamental, según Romero, "mantener un diálogo íntimo con alguien de confianza". Los familiares o vecinos de estas personas deben estar "alertas", de acuerdo con la psicóloga, hay que "llamarlos y decirles: ‘vamos, vamos’ para levantar el ánimo".
"Soy un privilegiado en el aspecto de estructura y organización. Y también en el nivel de contención que me brinda mi hija –reconoce Briski-. Una de las cosas positivas de esto es que tengo más tiempo para hablar con ella".
"Yo me mantengo comunicado con mi hija y también con mi nieta de ocho años. Ellas se preocupan mucho porque soy viejito (dice un poco en serio, un poco en broma), por eso nos comunicamos permanentemente", señala Casagrande.
Copello va más allá en el alcance de sus comunicaciones con los parientes y sentencia: "Es buen momento para hablar con la familia, perdonarnos, darnos mucho amor. No nos podemos besar o abrazar, pero la palabra puede servir de mimo, las palabras son hermosas".
Dosificar la información
En cuanto a la información sobre la pandemia, que es constante y abrumadora, la psicóloga Romero afirma que los adultos mayores "tienen que estar informados porque les da seguridad, pero no hay que prenderse todo el tiempo del televisor, o las redes, hay que dosificar o buscar otras opciones: conciertos, películas, obras de teatro. La cultura es un refugio".
"Yo miro mucho las noticias, no me pone mal. La televisión es compañía", dice Copello. "Si ves la televisión, aunque no toda, nos vamos a morir todos", lanza Briski, aunque reconoce que mira programas de actualidad, lee el diario –"el 90 por ciento es para el coronavirus"– y también dedica un tiempo a mirar películas clásicas de cine nacional o de Hollywood. "Ayer vi una con Frank Sinatra jovencito haciendo de detective", agrega.
Casagrande, en tanto, está informado por el periodismo radial y, como no sale y no tiene acceso a la tecnología, extraña los diarios en papel, que leía cada mañana en un legendario bar notable de Boedo, con un café con leche y tres medialunas de por medio.
"Esto no va a ser siempre así"
"Los sentimientos de desamparo que tienen los adultos mayores a veces llegan por una fantasía que se moviliza que es que esto no va a terminar nunca, que este es el final. En realidad, esto es erróneo. Se están tomando medidas, esto no va a ser así para siempre", dice Romero.
"Lo primero que voy a hacer cuando esto pase es ir al teatro", dice Casagrande ante la pregunta de qué hará cuando termine la cuarentena y la pandemia sea cosa del pasado. "Ese día vamos a ver. Hay que pensar día a día, me parece lo más saludable", contesta con más cautela Briski.
Los dos hombre mayores, el de Boedo y el de San Telmo, tienen, en sus respectivas soledades, una añoranza en común, que también esperan que vuelva: el fútbol.
"Lo primero que voy a hacer es salir a la calle –dice Copello– y reunirme con toda mi familia".
En esta situación particular, uno de los hábitos diarios que se descalibra es el ciclo del sueño. "La falta de descanso trae irritabilidad, preocupación ante cualquier tontería. Es necesario dormir y soñar con el día en que esto se termine y cómo vamos a volver a abrazar a nuestros seres queridos", concluye la terapeuta Romero.
Dónde pedir asistencia
La ciudad de Buenos Aires lanzó un plan llamado Mayores cuidados, para que un grupo de voluntarios pudiera asistir a la gente más grande, desde las cosas más prácticas –sacar la basura, comprar alimentos o medicamentos, pasear a las mascotas– hasta la asistencia emocional telefónica, para brindar acompañamiento en tiempos de aislamiento.
La campaña se lanzó el pasado domingo y la página de la Ciudad anunció el último viernes que había más de 20 mil voluntarios inscriptos. El número al que deberán llamar los adultos mayores que requieran esta asistencia será anunciado el próximo jueves por las autoridades de la ciudad de Buenos Aires, que ahora preparan la logística para llevar adelante este proyecto de tinte solidario.
Los interesados en ser parte de "Mayores Cuidados" pueden seguir sumándose a través de la página del GCBA, del WhatsApp de la Ciudad (11-5050-0147) o con el hashtag #MayoresCuidados, en las cuentas de Facebook, Instagram y Twitter del GCBA, de Horacio Rodríguez Larreta y de Felipe Miguel.
Por otra parte, también existe una ONG llamada Helpers, que aprovecha la tecnología, a través de una aplicación –que se baja desde el celular–, para brindar asistencia mediante una red de voluntarios a las personas que la requieran en casos de emergencia.
Pero en tiempos de coronavirus, Helpers creó un botón especial para asistir a la gente que está en aislamiento a causa de la pandemia y que necesite ayuda , ya sea práctica, o emocional. La organización, que nació en Uruguay y ya cuenta con miles de voluntarios en Argentina, no sólo trabaja en estos casos con adultos mayores sino con cualquier persona, de cualquier edad, que necesite apoyo.
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