Coronavirus en la Argentina: ¿Por qué no se aplican todas las vacunas que se distribuyen?
Desde el gobierno nacional, bonaerense y porteño niegan que exista un stock; explican que hay un circuito inevitable desde que las vacunas llegan hasta que se aplican, que demora en promedio entre 48 y 72 horas
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El Monitor Público de Vacunación informa sobre las inmunizaciones contra el Covid-19 en el país. Si se restan las distribuidas a las aplicadas, se obtiene la cifra de las que quedaron sin aplicación. Las semanas 15 y 19 del Plan de Vacunación fueron récord: se aplicaron, respectivamente, 1.200.000 y 1.125.050 dosis. Pero, ¿por qué a diario queda una cifra de dosis por aplicar mayor a esos récords?
“Esto no pasa en ningún plan de vacunación —asegura Roberto Debbag, vicepresidente de la Sociedad Latinoamericana de Infectología Pediátrica (Slipe)—. Ocurre cuando se quiere evitar la frase ‘me quedé sin vacunas’: entonces, se guardan. Las vacunas se deben conseguir en gran cantidad para ser administradas en el menor tiempo posible. Cuando se da una vacuna, a las cuatro semanas baja el riesgo de mortalidad. Si quedan vacunas por aplicar, hay más personas en riesgo”.
En abril de este año, Sonia Tarragona, jefa del Gabinete del Ministerio de Salud de La Nación, había informado que menos del 10% de cada embarque de vacunas se guardaba en stock estratégico por “si se echan a perder, un corte de luz altera la cadena de frío, hay una emergencia o surge alguna diferencia con la población objetivo a cubrir”.
Pero Juan Manuel Castelli, subsecretario de Estrategias Sanitarias, indica que ese stock es una cantidad mucho menor, y cita el ejemplo de un cargamento de 660.000 dosis de Sputnik V de los que se reservaron 6000 para algún imponderable y, si eso no ocurría, su distribución posterior. Desde que las vacunas llegan a Ezeiza y se aplican transcurren entre 48 y 72 horas, afirma el funcionario.
La provincia de Buenos Aires es a la que diariamente le quedan más vacunas entre las distribuidas y las aplicadas. “Acá no existe ningún stock crítico —dijeron desde el Ministerio de Salud bonaerense a este diario—. Dosis que llega, dosis que se aplica. Las que quedan, están en etapa de distribución y aplicación”.
Lo mismo aseguraron desde Salud del Gobierno porteño. “Vacuna que llega, vacuna que se aplica; por lo general pasan unos días, pero algunas veces las entregan a la mañana y a la tarde se están aplicando”. Y aclararon que dentro del “paquete” de vacunas que recibe la Ciudad están las de algunos efectores directos de Nación, como el hospital Garrahan o el Churruca.
Tomás Orduna, infectólogo del hospital Muñiz e integrante del Comité de Expertos que asesora al presidente Alberto Fernández, dice que en ningún país las vacunas se aplican el mismo día en que llegan. “No hay que hacer stock y no es lo que se hace —afirma—. A medida que van llegando se distribuyen en las provincias y estas en sus municipios. Si hay una diferencia entre las recibidas y aplicadas es porque están en la rueda que permite seguir vacunando. Hay diferentes razones por las cuales puede haber más o menos aceleración en el proceso, pero en un país de 2500 municipios y tres millones de km² es un gran esfuerzo. Tengo primos hermanos de más de 60 años en el País Vasco, que es la quinta economía europea, y recién ahora los están vacunando, aun con factores de riesgo. Así que a no nos va nada mal”.
Un circuito largo y sinuoso
Juan Manuel Castelli describe el meticuloso proceso que atraviesa cada vacuna desde que llega al país hasta el brazo de quien la recibe. Cotejar que lo recibido es lo convenido es la primera premisa. Además, ese cotejo se repite en cada paso intermedio, y se garantiza que en cada parte del proceso las vacunas conserven la temperatura apropiada, que puede variar según la vacuna y se controla con un aparato especial, un data logger.
Todo esto se va certificando en cada uno de los momentos de la distribución que pasa por varios operadores logísticos, siempre bajo estricta cadena de frío, hasta que, y luego de enviar todos los datos de cada uno de los lotes a la Anmat, la autoridad sanitaria “libera” las dosis. Y ahí comienza otro circuito, que es llegar hasta cada provincia, municipio, localidad.
“No se trabaja las 24 horas pero cuando estamos en proceso de recepción hay turnos fuera de horario —afirma Castelli—. Cuanto más cercana la jurisdicción, más sencilla la entrega porque el traslado es corto”. El funcionario especifica que no todos los días es posible que todas las jurisdicciones carguen las vacunas que aplicaron. “Hay 12 provincias que interoperan: lo que aplican lo cargan en su sistema y se comunica al general. Pero hay lugares donde se registra en una planilla manual y luego se vuelca al sistema”.
También influye, advierte, la cantidad de personas citadas y que no concurren.
Castelli enfatiza que las vacunas que quedan son las que acaban de llegar: “No es que llegan y se aplican en el mismo momento. En La Pampa, por ejemplo, la proporción entre lo distribuido y aplicado siempre está por encima del 90%, y baja cuando le llegan más vacunas y las tiene que distribuir y aplicar. Un caso distinto al de la provincia de Buenos Aires, con 135 municipios, donde hay muchas ciudades muy voluminosas. Una vez establecido el circuito, lo que permite que se acorte es la velocidad con que las provincias pueden vacunar”.
¿Entonces se podría acelerar el proceso? ¿Contratar a más operadores logísticos o abrir más vacunatorios, por ejemplo? “Eso no lo puedo contestar yo sino las jurisdicciones —dice—. Las provincias tienen capacidad operativa para vacunar más y eso se probó porque cuando reciben más dosis avanzan. Es decir, tienen capacidad para tratar de expandir al máximo su capacidad operativa. ¿Si pueden expandirla más? Veremos si es necesario. La disponibilidad hay que tenerla en función de las vacunas a aplicar. Si existen, las provincias harán lo máximo posible porque es el compromiso que están mostrando. Por eso están tan ávidas de vacunas”.
Carencias y oportunidades
Florencia Bruggesser, infectóloga del hospital Ramón Santamarina y de la Clínica Chacabuco de Tandil, explica que la diferencia entre las dosis distribuidas y aplicadas puede ser porque muchas estén aplicadas y no registradas. “Hay localidades pequeñas, sin internet. Otra causa es que hayan llegado y no se hayan aplicado. Hay vacunadores eventuales contratados, pero existen lugares donde el personal es el mismo de enfermería, que además de hacer lo que siempre hace también, ahora, debe vacunar contra el Covid-19: el recurso humano es una limitante”.
La médica, que integra la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología (SAVE), admite que siempre se puede mejorar, pero cada lugar, con los lineamientos del Ministerio, ha tratado de agilizar y hacer que la vacunación sea más rápida: “Nuestro sistema de salud ha mejorado mucho, es un país muy grande, con realidades muy distintas y fallas de conectividad. La pandemia ha ayudado, pero nos falta”.
“Lo más importante es que las vacunas se dispongan como corresponde y esto lo están garantizando los estados nacional, provincial y municipal ―enfatiza Tomás Orduna—. Se ha hecho una gran inversión en el programa de vacunación: estamos entre los 20 países que más vacunas recibieron de los 200 de Naciones Unidas. Siempre se puede hacer mejor, aquí y en cualquier parte del mundo. Pero me opongo rotundamente a los agoreros del plan, que además depende mucho de la entrega de las factorías”.
Roberto Debbag es menos optimista. “Si no se aplican vacunas en el menor tiempo posible lo que se genera son cócteles virales: hay alta circulación del virus, el virus pasa por huéspedes inmunocomprometidos y se transforma en otro virus. Ha ocurrido en India, en Brasil… Y entre nosotros, si no se aplican millones de vacunas, también habrá un cóctel viral. Y continuará la pandemia”, concluye.
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