Coronavirus: Por qué la Argentina enfrenta una tormenta perfecta durante la segunda ola
Pese a la expansión del sistema sanitario, por la lenta vacunación, el crecimiento exponencial de los casos y la amenaza de las variantes, si no se mantienen altos cuidados, el país se encamina hacia una crisis
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A poco más de un año de haber empezado la pandemia en la Argentina, y a pesar de que el sistema sanitario es más robusto que hace 12 meses, el país está entrando en una tormenta perfecta.
En los últimos días los casos crecieron de manera exponencial y se llegó a un pico histórico a nivel local que fue de 24.130, esto quiere decir que la segunda ola comenzó con un nivel muy alto de contagios, contrario a lo que sucedió en Europa, que durante el verano, previo al rebrote que sufrieron, los casos habían alcanzado las cifras más bajas de los últimos meses. A esto se le suman las nuevas cepas, como la de Manaos y la británica, que, según los especialistas, es solo cuestión de tiempo para que ganen terreno frente a la variante que predomina en el país, mientras que la vacunación avanza a paso lento. Además, las terapias intensivas están en tensión porque ahora deben atender las patologías que se complejizaron durante el 2020, en donde la gran mayoría no asistió a los controles médicos por temor al virus. Por ejemplo, en el Área Metropolitana de Buenos Aires, el sistema privado de salud está, en promedio, en un 90% de ocupación.
Martín Stryjewski, jefe internación de CEMIC y miembro de la comisión directiva de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), señala que en abril del año pasado solo recibían los casos de aquellos que llegaban desde el exterior o sus contactos estrechos, había menor internación de pacientes no Covid y se llegaron a suspender todas las cirugías, por eso, el sistema sanitario no estaba tensionado. Ahora, tienen 200 camas entre los dos centros y 30 son de cuidados críticos. Dos tercios de esas camas están ocupadas por pacientes con covid, y un tercio por personas con otras patologías.
“La única manera de conseguir camas rápidamente es cancelando cirugías programadas o que los pacientes empiecen a compartir una habitación. Nuestra ocupación de los hospitales está cercana al 90 por ciento y aún no entramos en el pico de la segunda ola. Ahora el sistema privado está más tensionado que el público por el nivel adquisitivo de la gente que se infectó últimamente, que parece ser mayor en el corredor norte. Tenemos poco margen para maniobrar, si no nos cuidamos, con la llegada del frío puede colapsar el sistema sanitario. Porque, además, aún testeamos en bajo nivel, con un acumulativo de cerca de 200 tests cada 1000 personas, cuando Chile tiene 600 por cada 1000 y acá la vacunación avanza muy despacio”, argumenta el especialista.
Aunque no todas son malas noticias. Stryjewski destaca que, en primer lugar, el personal médico de primera línea si está vacunado en su mayoría, algo que genera un gran alivio. También han ganado vasta experiencia en el manejo de los casos para mejorar la salud del paciente con coronavirus. “Conocemos mejor ciertos tratamientos, y entendemos mejor ciertas condiciones de los pacientes. Conocemos más sobre algunas terapias antiinflamatorias y entendemos cual es el rol del plasma de convalecientes. Sabemos por ejemplo que darle corticoides a los pacientes si tienen un deterioro en la oxigenación baja notablemente la mortalidad, eso en abril del año pasado no lo sabíamos y en ese sentido, avanzamos bastante”.
Pero saber más de la enfermedad, si bien salva vidas, también puede provocar que las camas de terapia intensiva estén ocupadas durante más tiempo.
“Como ahora se entiende mejor la manera de tratar la enfermedad, hay menos fallecidos, pero ocupan por períodos muy largos las camas de terapia. El hecho de entender mejor y que se te mueran menos pacientes conspira contra cuantos casos podes manejar. Es muy fino el margen. Si no bajamos la cantidad de casos estamos fritos, no poder bajar los casos es el temor más grande”, asegura Jorge Aliaga, exdecano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y asesor del gobierno de la provincia de Buenos Aires.
Si bien los meses de aislamiento tuvieron serias consecuencias sociales y económicas, en términos sanitarios el sistema pudo crecer y prepararse para un desafío inédito. Según el Ministerio de Salud de la Nación, a nivel país, desde abril del año pasado las camas de terapia intensiva pasaron de 8521 a 12.501, eso representa un incremento del 47%, aunque, advierten, el sistema no puede seguir creciendo porque no habría recursos humanos.
En la provincia de Buenos Aires, en el mismo período, pasaron de 422 camas de terapia a 1095. De seis centros de testeo ahora tienen 82, incorporaron a 7368 trabajadores de la salud y construyeron ocho hospitales modulares, según indicaron desde el Ministerio de Salud provincial.
En la Ciudad también creció la capacidad del sistema sanitario. Fuentes oficiales indicaron que se incorporaron 1950 camas para pacientes con covid, de las cuales 450 son de terapia intensiva. Sumaron 4600 personas al equipo de salud y se crearon 22 Unidades Febriles de Urgencia para los que necesiten ser hisopados.
Hasta ahora, en el Área Metropolitana de Buenos Aires la ocupación de las camas de terapia intensiva en el sistema público es del 66%, en la Ciudad es del 45% y en la provincia alcanza el 62%.
En el sistema privado, la situación es más ajustada. “Todo lo que se pudo hacer para aumentar la estructura, se hizo. Ahora estamos en el límite de lo que podemos ampliar. En el AMBA, el sector privado ronda una ocupación del 90% y en algunos casos llega al 95. Cerca del 50% son pacientes con coronavirus y la otra mitad están por otras patologías que no se atendieron el año pasado y se agravaron. Si seguimos así, no vamos a contar con los recursos necesarios. El problema es que acá la curva nunca cayó y estamos arrancando la segunda ola con un piso altísimo de casos”, indicaron fuentes que conocen muy de cerca la situación del sistema privado de salud de la Ciudad y la provincia de Buenos Aires.
Más allá del aumento de recursos del sistema público y privado, Aliaga cree que eso en el mediano plazo va a dejar de ser relevante porque si continúa el crecimiento exponencial de los casos, en pocas semanas el sistema, de todos modos, se va a saturar. “Cuando una curva de contagios crece rápido, vos nunca vas a poder ampliar los recursos a la velocidad que crecen los contagios. Ningún sistema está preparado para que lleguen miles de personas juntas. Por eso, si suspendés actividades, ganas margen de maniobra. Además, es cuestión de tiempo para que las nuevas cepas, como la de Manaos, reemplacen a las que están circulando ahora y ahí la situación puede ser incluso peor”.
Gabriel Battistella, subsecretario de Atención Primaria, Ambulatoria y Comunitaria porteño, recuerda que en el pico de casos de agosto del año pasado tenían una ocupación de camas de terapia intensiva del 75%, sin embargo, ahora el crecimiento de los casos es más pronunciado que en ese entonces.
“Estas semanas van a ser críticas y por eso se tomaron medidas. La evolución de los casos fue muy rápida y eso también habla de la circulación de las nuevas variantes que son entre 15 y 20 veces más contagiosas. Como puntos a favor, por ahora se está contagiado gente de entre 20 a 50 años, lo que permite que la mortalidad no sea tan alta, tenemos un sistema sanitario más robusto y esperamos que para principios de mayo podamos tener a todos los mayores de 60 vacunados con, al menos, una dosis”, detalla el funcionario.
Battistella agrega que el principal foco de contagios son los encuentros sociales, por eso, espera que “haya una profunda reflexión” por parte de la sociedad sobre los encuentros en los domicilios privados que están fuera del control de las autoridades. “El miedo no es el mejor aliado para poder reflexionar, pero tenemos que mantener la guardia bien alta. Creo que muchos conocen gente cercana que tiene coronavirus y espero que eso también influya para que aumenten el nivel de cuidados”.
Juan Riera, director de los hospitales provinciales de la provincia de Buenos Aires, señala que si se hace una proyección del incremento de casos diarios, esa cifra de contagios será enrome si no se toman medidas sanitarias que le pongan un freno a esa inercia. “Habría que tomar un conjunto de medidas vinculadas a las tareas no esenciales. Más allá de la inversión que se hizo, el sistema tiene un límite, el peor escenario es el colapso porque el paciente que no se puede atender tiene un alto riesgo de vida. Nosotros ya tenemos hospitales al 100% de su capacidad, pero tenemos muy aceitado el sistema para descomprimir esos hospitales y derivar a otros”.
Por su parte, Eduardo López, infectólogo y asesor presidencial durante la pandemia, sostiene que, si no se ponen en marcha cuarentenas focalizadas, el sistema no va a soportar. “Hay que persuadir a la gente de volver al alto cuidado y evitar las reuniones. En segundo lugar, hay que armar una cuarentena focalizada de 10 a 14 días y con esto aumentar el testeo para ir a buscar el caso sospechoso, a sus los convivientes y los contactos estrechos. La situación es compleja, porque si bien mejoramos el número de camas, lo que no tenemos es un mensaje claro por parte de las autoridades para persuadir y convencer a la población de lo que está pasando. Hay que tener mensajes para las distintas franjas etarias. Hay que hacerlo rápido porque también corremos el riesgo de que empecen a circular las cepas extranjeras”, opina López.
Que la sociedad acate las nuevas restricciones, lamentablemente, tampoco será tarea fácil. Como señala Nora Lewi, psicoanalista y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, a diferencia del abril pasado, hoy se observa un agotamiento frente a las restricciones y cuidados. “La conducta de las personas es contradictoria. Muchos realizan actividades que pueden ponerlos en riesgo. Se sabe que estamos en pandemia, que los casos suben, sin embargo, se persiste. Se ven comportamientos sociales que responden a mensajes de “libertad”, como las fiestas clandestinas. Todos deseamos la libertad y ansiamos el mundo que perdimos, pero exponerse a esos peligros implica una cierta cuota de masoquismo. Debemos apelar al cuidado personal y de los otros. Cuidado, no pánico ni parálisis”, concluye Lewi.
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