Coronavirus: una pareja de odontólogos se recuperó de Covid-19 y ahora hisopa a 50 personas por día
Reinventarse. Esa es la consigna que se impone en momentos de crisis. Y es la que siguieron Milton Alessandrello (29) y Carolina Melo Alzua (28), un matrimonio de odontólogos que a dos semanas de decretado el aislamiento obligatorio que los dejaba afuera de los consultorios en los que dictan clases en la Universidad de Buenos Aires, decidieron sumarse al grupo de alumnos y profesores de ese centro de estudios para colaborar con el enorme e impredecible desafío que representaba el coronavirus. Sabían que salir a la calle como voluntarios aumentaría el riesgo a contagiarse, pero lo hicieron igual. Y se contagiaron. Le ganaron a la enfermedad y hoy hisopan a unas 50 personas por día para evitar que los casos en la Ciudad sigan alcanzando cifras récord.
En el marco del convenio de voluntariado de la UBA con el ministerio de Salud porteño, Milton y Carolina primero repartieron comida en los hoteles que alojaban a las personas que volvían del extranjero. Luego participaron en la campaña de vacunación contra la gripe y del reparto de viandas a personas en situación de calle. Finalmente, se sumaron al grupo de profesionales que salen a rastrear casos positivos de Covid-19 y contactos estrechos dentro del Plan Detectar. Junto a 18 colegas, hisopan a personal de salud de geriátricos y residentes de inquilinatos en los que se reportaron casos; y a los integrantes de la Policía de la Ciudad que dieron positivo en el test rápido.
"Adaptamos nuestras tareas a la urgencia. Estamos capacitados porque conocemos la anatomía de la cabeza para arriba, conocemos el trato con las personas y sus miedos. La gente nota eso", dijo Milton sobre su nueva tarea diaria.
Después de las primeras jornadas de hisopados, los odontólogos tuvieron que faltar a la cita diaria. Milton empezó a presentar síntomas y más tarde su pareja también se sintió mal. Entonces fueron ellos los que se sometieron a la prueba del coronavirus. Positivo. Carolina estuvo dos días internada, porque presentaba pulsaciones altas, que no revistieron mayores complicaciones. Su pareja se recuperó más rápido y sin salir de su casa. "Obviamente sabíamos del riesgo de contagiarnos pero nos cuidamos mucho, nos tomó por sorpresa", dijo el odontólogo.
"Al principio dudamos de que fuese una gripe común porque habíamos tomado frío. El primer día que fuimos a hisopar habíamos ido en bicicleta para no tomar transporte público y exponer a la gente. Había llovido un poco en el camino", contó Carolina.
De sus contactos estrechos en el voluntariado nadie más se contagió. Fueron los primeros y, por ahora, los únicos. En ese sentido, reconocen que la seguridad de los protocolos que les enseñó personal del gobierno de la Ciudad fue lo que los convenció a sumarse. La decisión la tomaron en conjunto porque implicaba que ninguno de los dos iba a poder asistir más a sus padres.
Las motivaciones personales y estilos de cada uno son muy distintos. "A mí me gusta mucho cómo organizamos las cosas desde la Facultad. El nivel de caries baja y eso es calidad de vida. Me motiva ver los números a través de los años y eso se hizo porque estudiamos todos los días para hacerlo. Milton es más de ir a ponerle el cuerpo y quedarse las 24 horas enseñándole a la gente mientras los atiende", resumió Carolina.
50 pacientes
En menos de tres semanas, la pareja se recuperó. Y no lo dudaron: volvieron a salir a hisopar.
–¿Duele? Tengan piedad de mí- dice entre risas nerviosas una mujer en una de las improvisadas salas de hisopados antes de que comience el test.
–Vas a sentir una molestia pero lo importante es que dejes la cabeza quieta. Bueno, entro- le contesta Carolina, con calma, y da por finalizada la tarea- Eso es todo.
Entre que la persona se sienta, la hisopan y se puede ir, no pasan más de 15 segundos. Al uniforme de máscara de plástico, doble barbijo, camisolín y un par de guantes fijo se le suma con cada paciente un par de guantes nuevo y la rutina del alcohol. Cuando pasa cada persona, ellos reciben la historia clínica y el tubo con la información individual.
Esto lo repiten unas 50 veces por día, dependiendo de la cantidad de personas que acepten hacerse el hisopado.
"Todo es a las corridas porque hay que llevar los tubos al Conicet antes de las dos de la tarde. Desde La Boca hasta [Facultad de] Medicina. Eso es lo que nos frena de no estar hisopando hasta las 11 de la noche", contó Carolina.
Todo es a las corridas porque hay que llevar los tubos al Conicet antes de las dos de la tarde. Desde La Boca hasta [Facultad de] Medicina. Eso es lo que nos frena de no estar hisopando hasta las 23
Los destinos a los que les toca ir son muy diferentes entre sí. En los inquilinatos llegan a vivir 130 personas distribuidas en tres pisos compartiendo baño y cocina. Eso aumenta las probabilidades de contagio y también se da una complicación en los testeos porque hay familias que no están del todo informadas y no se quieren realizar el examen.
"Yo venía hisopando a gente de la Policía, que tiene más conducta que los niños en los inquilinatos. Eso es impactante, no me gusta que lloren. Ahí trabajás con los padres para que te ayuden", señaló Milton y agregó que la semana pasada le tocó realizar el testeo a una mujer en su cama ya que no se podía mover.
Para realizar las pruebas en los inquilinatos y que las personas no tengan que moverse del lugar y potencialmente desparramar el virus, el equipo cuentan con un trailer que la Facultad de Odontología utiliza en actividades de extensión que también realizaron Milton y Carolina. Incluso, durante dos años seguidos, los jóvenes se embarcaron en una misión humanitaria convocada por Cascos Blancos y el gobierno de Estados Unidos para dar asistencia sanitaria en países de Centroamérica.
Antes de la pandemia, en los sillones del trailer que se convierte en una unidad extrahospitalaria arreglaban caries, hacían tratamientos de conducto o sacaban muelas de juicio. Hoy, lo aprovechan para salir a buscar el virus barrio por barrio.
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