Coronavirus: "No podemos concentrarnos en una enfermedad, siempre hay que ver la salud en general", dice un referente mundial
Martin Kulldorff es un referente mundial en enfermedades infecciosas. Es profesor de medicina en la Escuela de Medicina de Harvard, bioestadístico y epidemiólogo sueco, y uno de los precursores de la la Gran Declaración de Barrington, firmada por miles de expertos que se definen como de izquierda y de derecha y que llama a los gobiernos del mundo a terminar con las cuarentenas y a aplicar lo que denominan "protección focalizada".
– ¿Cuáles han sido sus actividades en los últimos años?
– Antes del Covid-19 era profesor experto en brotes infecciosos o enfermedades y me dedicaba a desarrollar métodos epidemiológicos para detectarlos rápidamente y cómo monitorearlos mientras avanzaban. He estado involucrado en esto por varias décadas y los métodos y los datos que hemos recabado han sido utilizados por agencias de salud alrededor del mundo.
– Usted y otros colegas decidieron publicar la Gran Declaración de Barrington. ¿Por qué pensaron que era necesario emitir un comunicado de cómo los gobiernos están manejando esta crisis?
– Si hubiéramos publicado esta declaración hace un año, dudo que hubiera sido controversial, porque está basada en prácticas de salud pública básicas. Un elemento clave del Covid-19 es que cualquiera puede infectarse, pero el riesgo de muerte es mucho más drástico para los adultos mayores. Para niños, la infección es muy leve, asintomática o casi asintomática, mucho menos peligroso que la gripe estacionaria. Lo que los gobiernos han hecho es tirar por la borda dos principios de política sanitaria básica. El primero es que no podés concentrarte en una enfermedad, siempre tenés que ver la salud en general. Entonces, no podés ver solo el Covid-19, sino todo el impacto colateral causado por las cuarentenas, por el aislamiento. Lo segundo es que no podés verlo en el corto plazo, sino en el largo plazo.
– ¿Tiene alguna pista de por qué ocurrió esto?
– No, ni idea. Había una idea de "aplanar la curva" al principio, y eso tenía sentido, porque no queremos que colapsen los hospitales. Pero luego se convirtió en un deseo de eliminar cualquier efecto de corto plazo, implementando cierres que han tenido un efecto colateral enorme. Si lo hacés por unas semanas, el impacto no es tanto, pero si lo mantenés por meses, los cierres de escuelas, por ejemplo, tienen un efecto terrible en los niños. No solo en su educación, sino también en su salud física y mental.
– ¿Puede explicar mejor los efectos de estas cuarentenas en términos de salud pública?
– Estuve discutiendo con mis colegas cómo ha caído el número de visitas médicas, por ejemplo, con el cáncer. Hay muchos menos diagnósticos de cáncer, y eso no es porque la gente no tenga cáncer, sino porque no lo saben. Entonces, quizás una persona hubiera vivido 15 o 20 años más si se habría chequeado oportunamente, ahora fallecerá en dos años. Ese tipo de cosas no las muestran las estadísticas. Mientras más prolonguemos esto, peor serán los resultados.
–¿Cree que el costo en vidas en el largo plazo será mayor que si nunca hubiéramos implementado cuarentenas?
–Creo que costará mas vidas que las que salvo. Lo que hay que hacer es un mejor trabajo protegiendo a la gente mayor. Mientras más extendamos la cuarentena más difícil será proteger a este grupo. Deberíamos dejar que los niños vayan al colegio, los universitarios a estudiar y los adultos jóvenes a vivir su vida. Eso reducirá el daño colateral.
–Un país que siempre sale en el debate es Suecia, su país natal. ¿Cuál es la visión en su profesión sobre este tema?
– En abril, se cuestionó a Suecia en la prensa internacional. En ese tiempo, publiqué tres columnas defendiendo la postura que habían tomado allí, porque pensé que necesitaban apoyo y defensa. Estoy muy contento que hayan persistido en su postura y no hayan cedido. Creo que la mayoría de mis colegas ve a Suecia como el modelo correcto. Sin embargo, científicos en otras áreas y periodistas se sentían incómodos con ese caso y lo atacaron porque no sabían cómo abordarlo.
– ¿Cómo puede ser que si los expertos como usted, especialistas en enfermedades infecciosas, creían eso, los medios tradicionales y otros científicos no especialistas dijeron lo opuesto y dominaron la narrativa?
– Aún estoy impactado. Habla muy mal de la comunidad científica y creo que ha resultado en una pérdida de confianza en la ciencia y los científicos, con razón. Creo que luego de que acabe la pandemia tenemos la tarea de restaurar la confianza en la ciencia.
– Hablando de la vacuna, ¿tenemos que poner nuestras esperanzas ahí?
– Lo que siempre digo es que tendremos una vacuna entre dos meses desde ahora o nunca. Hay alrededor de doce vacunas desarrollándose y la mayoría no va a funcionar, pero con suerte habrá al menos una, quizá dos o tres que van a funcionar en términos de impacto (factibilidad) y salud, pero es casi imposible predecirlo. Y aunque tengamos una vacuna segura que sea aprobada, quizás solo sea 50% efectiva. Entonces, incluso en ese caso no va a ser una solución. Si obtenemos una vacuna tan efectiva como la del sarampión, eso sería una bala mágica, pero es imposible de saber. No podemos planificar nuestra vida pensando que en dos meses va a llegar una solución milagrosa.
–Mucha gente dice que los niños son propensos a propagar la enfermedad.
–Para la influenza, los niños son los mayores propagadores y las escuelas son nodos infecciosos. Pero con el Covid-19 es muy distinto y los niños no han cumplido el rol de propagadores de la enfermedad.
– En América del Sur, el problema que llegará el próximo invierno es que habrá que decidir si volvemos a encerrarnos. ¿Qué habría que hacer desde una perspectiva de política de salud pública?
– Para los grupos de riesgos el paso sería habilitar más tests y controlar a los visitantes, por ejemplo, en las residencias de adultos mayores con tests rápidos u otras medidas. Eso no estaba disponible antes, pero ahora es factible. Por supuesto, debe dejárseles salir a tomar aire y podrían visitar amigos o familia si toman las medidas, pero deben evitar las reuniones con mayor concentración de personas o los supermercados durante los meses de mayor transmisión.
– Habla de que hay un periodo de mayor contagio. ¿Significa eso que en el verano hay menos contagios?
–No, depende del lugar. Por ejemplo, Florida lo tuvo en el verano. Las medidas tienen que ser localizadas.
– ¿Cree que deberían abrirse los restaurantes a máxima capacidad, abrir los cines o que las personas vayan al estadio a ver un partido de futbol?
– Creo que, en general, deberían abrir las escuelas y la gente debería vivir una vida normal, pero si querés ir a tomarte una cerveza, no llevés a tu abuelo con vos.
– ¿Qué pasará ahora que algunos países se están preparando para una segunda ola? ¿Cree que los gobiernos los van a escuchar?
– Como epidemiólogos solo tratamos de decir lo que creemos que es mejor, y no es solo mi idea, sino que hay muchísimos colegas que han debatido esto desde marzo. Lo que creo es que la solución no va a venir desde los políticos, sino de la presión que la gente ponga sobre los políticos. A los políticos les va a costar mucho admitir que las medidas que tomaron antes fueron un error.
–Pareciera que los medios están hablando más positivamente de Suecia y cuestionando las medidas que se tomaron en otros países.
– Creo que ha habido una gigantesca diferencia en los últimos meses o incluso semanas en la opinión pública acerca de esto. Solía pasar que los medios publicaban artículos diciendo (en mi opinión de manera deshonesta), que en la comunidad científica había consenso en apoyar las cuarentenas. Hoy me parece que está más claro que tal consenso no existe y nunca existió.
El autor es presidente del directorio de la Fundación para el Progreso de Chile, director de la cátedra Hayek de la Universidad Adolfo Ibáñez, escritor, y Senior Fellow del Centre for Latin America de Atlas Network.
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