Loncopué. La historia secreta de cómo el coronavirus arrasó un pueblo patagónico
Nació en China, se propagó por Europa y su desembarco en un pequeño pueblo patagónico está resultando tan veloz como letal. "Internamos a mi padre el viernes a la noche y el lunes antes de las 5 AM ya había fallecido", dice Claudio desde Loncopué, una localidad en la precordillera neuquina que por estas horas está viviendo el ensañamiento del coronavirusentre sus escasos 6000 habitantes. Ya registran dos muertos y 24 infectados. El pueblo está aislado y la hipótesis es que el foco inicial fue algo tan mundano como un festejo familiar seguido del arreglo de un calefactor.
El padre de Claudio, quien pidió que no se difundiera su apellido, se llamaba Gabriel y tenía 68 años. Era diabético y ex fumador, pero hace cinco años lo habían operado y estaba bien. "El viernes que lo internamos fue la última vez que lo vi", se lamenta Claudio. No hubo velorio. La autoridades sanitarias de la provincia trasladaron el cuerpo de Gabriel y las 7 de la tarde del mismo día en que murió ya estaba sepultado, sin ceremonia. "Haremos algo cuando termine todo esto", se consuela Claudio.
"Todo esto" es la pandemia que arrasa al pueblo. Gabriel murió este lunes y dos días después, el miércoles, falleció la segunda víctima, Manuel, de quien también se pidió resguardo de su identidad. Las autoridades sanitarias están buscando al paciente cero, la persona que llevó el virus al pueblo, pero hay una pista muy firme que une a los dos hombres: el hijo de Manuel se llama Cristian, es gasista, y el 20 de marzo, cuando arrancaban los primeros fríos, le arregló el calefactor a Gabriel.
Síntomas
El jueves de la semana pasada Manuel comenzó a sentirse mal. Estaba decaído y le dolía el costado del torso. Su hijo Daniel pensó que era una dolencia hepática y llamaron al hospital. Al escuchar los síntomas, la médica le recetó Buscapina. Al día siguiente estaba peor, tenía la presión baja y perdía el entendimiento. Volvieron a llamar al hospital y esta vez mandaron la ambulancia. Era viernes y apenas llegaron a la guardia detectaron un ruido sospechoso en los pulmones y activaron el protocolo. Lo trasladaron a Zapala y el lunes ya había fallecido.
Loncopué está en shock y sitiado. Desde hoy a las 14 se cerrarán todos los locales comerciales
Daniel se hizo el test de coronavirus y dio negativo. Su madre y su hermano dieron positivo, pero por el momento no tienen síntomas.
La principal hipótesis es que el foco arrancó con un almuerzo familiar a mediados de marzo, cuando ya regía la cuarentena, en lo de Manuel, el segundo fallecido, donde estuvo su hijo Cristian, el gasista. El virus habría circulado en ese encuentro y luego Cristian lo llevó a lo de Gabriel cuando le arregló el calefactor. Sin embargo, Claudio no guarda rencores.
Cristian vivía al lado de lo de su padre y eran buenos vecinos. "Tenían una relación muy linda. Lo que pasó fue producto de la inconsciencia, no hubo mala intención", dice. De hecho, habló por teléfono con Héctor, otro de los hijos de Manuel, y se dieron el pésame mutuo, pero no ahondaron en la posible línea de contagio. Se conocen desde que fueron compañeros de escuela.
Rastreo
¿Cómo llegó el virus a este pueblo aislado? Héctor y Cristian, los dos hijos de Manuel, habían viajado a Las Lajas y Neuquén, donde hay contagios, en los días previos al encuentro familiar. Alguno de los dos viajes, se cree, podría haber sido el inicio del virus en el pueblo. Al momento, en Neuquén hay 77 afectados y un total de cuatros fallecidos.
Loncopué está en shock y sitiado. Desde hoy a las 14 se cerrarán todos los locales comerciales. Ayer fue el turno de abastecimiento para los que tienen un DNI terminado en número par. En la mañana de hoy le toca a los impares. "Ayer en el supermercado había tres cuadras de cola, pero todos mantenían la distancia", dice Norberto Guerrero, periodista de la radio local, FM Arco Iris.
Ubicado al norte de la provincia de Neuquén, los tres accesos de Loncopué están bloqueados y las autoridades están rastreando a las pequeñas comunidades de arrieros que todos los veranos llevan su hacienda a los valles fértiles que deja el deshielo en la montaña. Las trashumancia, así se llama este fenómeno ancestral, termina para esta época, cuando las comunidades bajan al pueblo y colocan su ganado engordado en el mercado.
"Era algo que pasaba allá lejos y ahora lo tenemos entre nosotros, en el pueblo", se lamenta Daniel, quien considera que cierta "mentalidad pueblerina" les jugó en contra: "Pensamos que nunca iba a llegar acá".
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