Coronavirus. La disparidad de género se mantiene en cuarentena: las mujeres, más involucradas que los varones
La abrumadora respuesta femenina a una encuesta sobre el impacto de la cuarentena en la vida cotidiana parece indicar que también durante estas circunstancias excepcionales las tareas de cuidado, el acompañamiento emocional de la familia y las preocupaciones recaen más en las mujeres. Esas apreciaciones se desprenden de una encuesta abierta a cualquier persona mayor de 18 años que terminó siendo respondida en más de 80% de los casos por mujeres.
De los resultados preliminares se desprende que son ellas las más preocupadas por todo lo que sucede a raíz de la pandemia de coronavirus y el aislamiento obligatorio: las inquieta que alguien de la familia se enferme o no tenga atención, que haya familiares solos, no poder comprar remedios, quedarse sin dinero para comida, que haya desabastecimiento de alimentos o cuándo se retomará la vida normal. El único ítem en que los hombres se mostraron más preocupados fue cuando se les preguntó por el futuro educativo de los hijos.
Claro que la contrapartida a esas preocupaciones tiene un costo físico y psiquíco: según la encuesta, anónima y autoadministrada, durante del Aislamiento Social Obligatorio (ASO) las mujeres manifestaron dormir "peor o mucho peor" que los varones (52% vs. 36%). Y si bien la mitad de los encuestados reportó tener cierto grado de malestar psicológico, ellas lo experimentaron en mayor proporción. Las mujeres refirieron un malestar que en sus manifestaciones más severas –con síntomas como depresión, cansancio, nerviosismo, irritabilidad o ansiedad– es tres veces mayor que el masculino.
El primer dato significativo se desprende de la misma ficha técnica: de las30.269 respuestas, 24.595 fueron de mujeres, 5.098 varones y 254 de personas de identidades sexuales no binarias, una opción aún novedosa para constar en formularios en cuanto a géneros.
"La gran cantidad de respuestas de mujeres nos sorprendió, aunque en este tipo de encuestas suelen responder más que los hombres –explica la socióloga Silvina Arrossi, del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes/Conicet), investigadora responsable del estudio–. Pero a pesar del desbalance, fue tan masiva la convocatoria que aun así contamos con más de 5000 respuestas de varones, que nos da buena información".
"El porqué de la mayoritaria respuesta femenina no está dilucidado –añade Silvina Ramos, socióloga, co-investigadora responsable del estudio e integrante del Cedes–. Posiblemente las preocupaciones sociales no se distribuyen igualitariamente entre los géneros: tal vez el tema del impacto psicosocial de la pandemia las interpela más porque es visualizado como parte de la reproducción del cuidado intrafamiliar. Si, por poner un ejemplo paradigmático, la encuesta hubiera sido sobre fútbol, seguramente la participación masculina hubiera sido mucho mayor".
El estudio, bautizado "Tiara" en alusión a las coronas, fue realizada entre el 30 de marzo y el 12 de este mes y participaron Melisa Paolino y Mariana Romero (Cedes/Conicet), Fernando Binder (Cedes), Hugo Krupitzki (Cemic/Conicet) y Laura Perelma (Instituto de Desarrollo Económico y Social, IDES).
Costumbres argentinas
El 88% de quienes respondieron manifestaron "no estar preocupados" por el aburrimiento durante la cuarentena. El 57% indicó haber encontrado tiempo para ocuparse de la casa o de hacer arreglos domésticos pendientes.
La encuesta indagó sobre tareas cotidianas. Las mujeres reportaron más que los varones comunicarse diariamente con familiares y amigos (85% vs. 79%); usar redes sociales para informarse y estar conectado (78% vs. 73%); cocinar (63% vs. 49%); hacer actividad física en la casa (49% vs. 41%); haber dejado de escuchar noticieros o leer las noticias (27% vs. 20%); y tener consultas de apoyo psicológico (25% vs. 20%). Los varones reportaron más frecuentemente que las mujeres mirar deporte (10% vs. 2%) y jugar videojuegos (32% vs. 24%).
Tal vez, el impacto psicosocial de la pandemia las interpela más a las mujeres porque es visualizado como parte de la reproducción del cuidado intrafamiliar
El 95% indicó un aumento en la frecuencia del lavado de manos, el 91% que dejó de saludar con un beso y el 86% que se cubre con el codo al estornudar o toser. Además, un 62% ya no toma mate con otros. "Es un dato relevante en el nivel cultural –destacó Silvina Arrossi– porque supone dejar de lado un hábito que nos caracteriza".
Los encuestados coincidieron en la preocupación por el bienestar de la familia y en la gravedad de la pandemia. "Esto muestra que las epidemias de infecciosas generan conciencia, un estado de alerta y ponen a la comunidad en una suerte de ‘comunión’ como quizá ninguna otra situación de salud. Aunque también existan manifestaciones de discriminación y estigma", destacó Silvina Ramos.
Otro indicador relevante es el alto acatamiento del ASO reportado durante la encuesta: el 89% de quienes debían cumplirlo manifestó quedarse en casa, "y esto es importante desde el punto de vista de la legitimidad de la medida", apuntó Arrossi.
Jóvenes y vulnerables
La preocupación por situaciones de violencia dentro del hogar fue otra de las temáticas que afloró con mayor frecuencia entre las mujeres, los jóvenes sub 30 y las personas con mayor vulnerabilidad social. Este último grupo, el 12% de la muestra, es el que solo posee cobertura pública de salud.
Laura Perelman, socióloga del IDES, indicó que el 74% de las personas que respondieron reportaron estar trabajando en el momento en el que se declaró la pandemia y 42% informó ser la/el principal aportante del hogar. Entre quienes no trabajaban, el 46% estaba estudiando.
Si bien la reducción de ingresos impactó sobre el 55% de los hogares, el porcentaje se elevó a más del 78% en el grupo de mayor vulnerabilidad social.
Entre los jóvenes (sub 30) también se evidenció una mayor preocupación por la reducción de los ingresos, temor a no poder afrontar alquileres, servicios y otros gastos. "Los jóvenes suelen tener una inserción laboral más precaria que los adultos", puntualizó Laura Perelman. Las dificultades fueron mayores entre los jóvenes que viven solos o tienen cargas familiares. De los estudiantes, un 77% pudo seguir cursando por internet, poco más del 20% tuvo que interrumpir y el 2% abandonó.
La población con cobertura pública de salud se mostró más preocupada que aquella cubierta por prepaga u obra social por no poder trabajar y quedarse sin plata (86% vs. 61%), no poder pagar el alquiler y los servicios (81% vs. 55%) y quedarme sin plata y no poder comprar comida (79% vs. 50%). Esta población también mostró más malestar psicológico severo que la de mayor cobertura, lo que enfatiza su vulnerabilidad.
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