Coronavirus. Juan David Nasio: “La depresión Covid-19 es una amplificación de la angustia”
Con extensa trayectoria como psiquiatra y psicoanalista, el especialista advierte sobre el impacto de la pandemia y las cuarentenas en la salud mental, y el surgimiento de un estado específico de angustia, bronca y ansiedad ligadas al actual contexto
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Agotada psíquica y emocionalmente, angustiada y exasperada, la sociedad argentina enfrenta, al igual que otros países del mundo, una nueva ola pandémica de coronavirus y por lo tanto, nuevas restricciones. Esta vez lo hace sin aplausos para el personal de salud ni las ilusiones iniciales de que la pandemia duraría apenas unas pocas semanas.
Desde que se desató la peste, hace más de un año, surgió también una variante inédita de la depresión clásica: la depresión Covid-19. Así la bautizó Juan David Nasio, el psicoanalista y psiquiatra argentino instalado en Francia desde 1969, discípulo de Lacan y autor de 34 libros traducidos a 14 idiomas. Con larga experiencia clínica con pacientes deprimidos, Nasio y sus colegas franceses han visto multiplicadas exponencialmente las consultas por depresión en consultorios y hospitales. Además, viene de publicar en Francia su reciente libro Depresión Covid-19. ¿Todo el mundo puede caer en la depresión?, que en septiembre editorial Paidós publicará en la Argentina.
A diferencia de la depresión clásica, el deprimido Covid-19 padece una tristeza ansiosa, está enojado y exasperado con el otro ―no consigo mismo―, está cansado por las sucesivas frustraciones y restricciones; está angustiado por el miedo a enfermarse y morir solo, a contagiar y ser contagiado. Además, está angustiado por la incertidumbre económica, por el futuro, por la soledad y el aislamiento del confinamiento pero también, en algunos casos, por la pérdida de intimidad que supone la convivencia permanente con otros miembros de la familia. “O bien nos angustiamos por estar aislados o bien nos angustiamos por sentirnos sofocados. O el otro nos falta o el otro nos pesa”, describe Nasio en conversación telefónica con LA NACION.
Si el origen de la depresión clásica está más asociado a un shock puntual, para el psicoanalista franco argentino, la depresión Covid-19 se cocina a fuego lento por la acumulación exasperante de la angustia, es más ligera en su sintomatología y es pasajera o transitoria: terminará cuando termine la crisis sanitaria.
Profesor durante 30 años en la Universidad de París VII y con un seminario en la École Freudiane de París, fundó los Seminarios Psicoanalíticos de París. En 1999 el Gobierno francés lo condecoró con la Legión de Honor, bajo el rango de Caballero.
―¿Cuáles han sido las consecuencias de la pandemia y las diversas cuarentenas en la salud mental?
—Todas las medidas tomadas contra ese mal invisible e insidioso que es el Covid-19, aunque indispensables, tienen consecuencias nocivas sobre la salud mental de muchos de nosotros. El remedio se muestra tan peligroso como el mal. El número de personas deprimidas en Francia se ha triplicado desde la aparición de la epidemia y se ha decuplicado en estos últimos tres meses, desde el mes de enero. Y si pienso en Francia, la dolorosa sorpresa que significó el reconfinamiento, multiplicó por ocho el número de consultas por depresión. El desconfinamiento había creado la ilusión de que la epidemia estaba terminada. Entonces, el segundo confinamiento fue muy difícil de soportar. Hoy en día estamos volviendo a una suerte de tercer confinamiento en Francia que es muy incierto y que lo único que hace es provocar un estado psicológico de confusión, desagrado y exasperación.
—¿Cuáles son los costos de los ajustes y la adaptación permanente?
—El costo, si esa palabra nos conviene, es el costo del esfuerzo de la adaptación. Por eso yo distingo que hoy en día tenemos tres tipos de personas. Aquellos que se han adaptado y se adaptan sin demasiada angustia. Aquellos que se angustian de manera extrema. Y tercero, aquellos que se angustian de manera extrema y se deprimen, y es lo que yo llamo depresión Covid-19. Esta depresión epidémica es lo que me hizo llamarla depresión Covid-19.
—¿Qué singularidades tiene la depresión Covid-19 y en qué se distingue de la depresión clásica?
—La palabra depresión se utiliza mucho y no se la define claramente por eso primero recordemos qué es la depresión clásica. En la depresión las emociones están bajas. Es un estado afectivo parado y parece como si las emociones estuvieran dormidas, anestesiadas. El retrato del paciente deprimido clásico tiene tres signos mayores. Primero que nada, está triste, pero es una tristeza tenaz, es una tristeza que no se va fácilmente, es una tristeza invasora. Mi humor es un humor triste. Segundo, el deprimido clásico tiene una particularidad muy grande, hay que decirlo eso, es la rumiación, es decir, estar pensando siempre cosas negativas. El deprimido es un obsesivo triste que está criticándose en permanencia. Y la tercera característica es que no tiene ganas de hacer nada, no hay energía, está cansado y al estar cansado duerme mucho, duerme de noche, se despierta y sigue cansado. Y el motivo, en general, es un shock emocional provocado por la pérdida de cosas fundamentales: la pérdida de algo o alguien, puede ser una casa, puede ser un trabajo, puede ser amorosa, puede ser la salud. En una palabra, la pérdida de algo o de alguien que estoy o al que estaba muy funcionalmente atado. Lo importante no es perder a la persona o el trabajo, lo importante es perder la ilusión, la alegría de estar conmigo mismo bien que esa persona o ese trabajo me daba. Esto es la depresión clásica.
―¿Y qué características observa en la depresión Covid-19?
―En la depresión Covid-19 no hay un acontecimiento, no hay una pérdida precisa. Es un estado particular progresivo. La depresión Covid-19 se va preparando progresiva y lentamente y, en realidad, es una amplificación de la angustia. Es como una cadena: el primer eslabón es la crisis sanitaria y las medidas restrictivas. Es decir, las privaciones, las medidas muchas veces injustas que algunos que viven eso como una pérdida de la libertad, otros que viven como una calamitosa gestión de la epidemia. El segundo eslabón es la angustia que se va amplificando, va creciendo. Y el tercero es la exasperación: la persona está enojada, no da más. No hay solamente cansancio y enojo sino exasperación. Es muy importante este tema de la agresividad. El cuarto eslabón es el cansancio. Es como si uno se cansara de enojarse, “ya no me da más para enojarme, estoy enojado y ya estoy cansado hasta de estar enojado”. Y el quinto eslabón, no todos, pero muchos pasan de ese cansancio del enojo a la depresión. Es muy importante esta cadena, y ahí aparece la depresión Covid-19. Quiere decir que el motivo de la depresión Covid-19 es como una vuelta de la angustia que se transforma en tristeza.
—¿Cómo describiría esa angustia?
―Yo distingo cuatro tipos de angustias. La primera angustia es la angustia del miedo a la enfermedad. Doble miedo: miedo a caer enfermo, ir al hospital y morir solo; o bien el miedo de contagiar, enfermar o matar a alguien. Entonces en la primera angustia hay dos miedos de la enfermedad: estar enfermo y enfermar a alguien. La segunda angustia es la del confinamiento, que tiene dos variantes. Una es la de no poder ver a los seres que amamos: me falta la abuela, me faltan los nietos, me faltan los seres queridos y me faltan también los amigos. Es la angustia de la falta del otro. Y después tenemos la contracara de la angustia del confinamiento: la angustia de estar confinado todo el tiempo con dos o tres o cuatro personas con las que vivo, uno encima del otro.
—Tendría que ver con la pérdida de intimidad, la pérdida de privacidad. O sea, hay angustia porque el otro me falta o hay angustia porque el otro me sobra y me pesa.
—Exacto. Es una linda fórmula: o bien nos angustiamos de estar aislados o bien nos angustiamos de sentirnos sofocados. O el otro nos falta o el otro nos pesa. El tercer tipo de angustia es la angustia provocada por la incertidumbre económica y el temor de perder el trabajo, entrar en bancarrota o de endeudarse para siempre. Debo decirle que la situación por lo menos en Europa, en particular en Francia, es para todos los sectores realmente gravísima. Es una angustia de una gran incertidumbre. Yo diría que la incertidumbre, de todos los tormentos, es el más difícil de soportar. Y el cuarto tipo de angustia, y es para mí el más importante, es el miedo de lo desconocido, un futuro desconocido que nos impide proyectarnos más allá del presente, y el miedo de no saber cuándo se terminará esta crisis, qué va a pasar con la sociedad y qué va a pasar con mi propia actividad cuando la epidemia sea vencida.
―Tal como la describe, ¿la depresión Covid-19 es una depresión pasajera que eventualmente termina cuando pasa este contexto?
―Absolutamente. Los síntomas son menos intensos, la intensidad es más ligera, y además es una depresión circunstancial, reactiva. Quiere decir que mientras esté la crisis sanitaria, existe. Cuando la crisis sanitaria desaparezca, la depresión Covid-19 va a desaparecer. El retrato del paciente Covid-19 es una persona triste, deprimida, pero con una particularidad, que no tiene siempre el deprimido clásico, que es la angustia, la ansiedad, la inquietud. Es una tristeza ansiosa, es una tristeza atormentada. No es una tristeza apagada como en la depresión clásica. A diferencia del deprimido clásico que se critica a sí mismo, no se quiere, se denigra, el deprimido Covid-19, más que criticarse él, critica al mundo. En lugar de decir “yo soy mediocre” o “no soy bueno”, “yo soy nulo”, va a decir “todos son nulos”, habla de los otros, los critica. Es decir que en la depresión Covid-19 la agresividad, en lugar de ir hacia adentro, va hacia afuera.
—¿Todos pueden caer en la depresión Covid-19?
―No. La depresión Covid-19 y la depresión clásica tienen un punto en común, y es que la persona que se deprime ya era antes una persona frágil: hay una pre-depresión, si usted me permite. Hay un terreno favorable para la depresión, tanto para la depresión clásica como para la depresión Covid-19. No todo el mundo se deprime porque hay mucha gente que no tiene ese terreno de gran fragilidad.
—¿Y cuáles son las personas “mejores equipadas” emocionalmente, psíquicamente para transitar este momento crítico?
―Es una linda pregunta porque me está preguntando cuál es la mejor condición psicológica que permite afrontar las dificultades de la vida, personales y de la vida social. ¿Qué es lo que yo busco como profesional cuando recibo a mis pacientes y qué es lo que buscamos nosotros para estar bien frente a las dificultades de la vida, frente a una catástrofe natural? ¿Cuál es la mejor actitud? Diría que la mejor actitud es estar bien conmigo mismo y eso significa no considerarme el mejor de los hombres ni tampoco el peor de los hombres. Me considero como alguien que no se puede quejar de la vida que lleva y que, finalmente, puede decir que tiene límites y defectos y, además, talento, cualidades y virtudes. Pienso que yo soy una combinación equilibrada, estable, normal, ordinaria de dificultades y ventajas.
―Una aceptación amorosa de quien uno es.
—Claro, pero un amor hacia sí mismo sereno, moderado: quererme a mí mismo sin exageración y reconocer mis fallas sin exageración. La segunda cosa es caminar, andar, avanzar en la vida y avanzar con la cabeza no levantada hacia el futuro sino con la cabeza puesta hacia lo que tengo que hacer hoy. Mirar hacia adelante pero no tener ilusiones infantiles que después se van a transformar en desilusiones. Estar contentos con lo que se da hoy en el presente mismo. Entonces, caminar y estar contento con lo que tengo e inclusive estar contento de seguir buscando lo que no tengo. La tercera condición para poder afrontar lo mejor posible esta crisis sanitaria es sentirse amado. Y sobre todo, amar, dar. Sentirse amado quiere decir sentir que yo cuento para alguien. Y la cuarta condición es respecto de una confianza en el futuro. Esta crisis sanitaria va a terminar. Ya estamos viendo que hay países que están más avanzados, pero tarde o temprano todos vamos a estar más allá de esta epidemia.
—Además de la consulta a un profesional, ¿cuál es la mejor manera de acompañar a alguien que está deprimido?
―La primera recomendación es no olvidar que la depresión Covid-19 es pasajera y que cuando se termina la crisis se termina la depresión. Lo esencial no son las palabras que uno le dice a nuestro amigo sino la convicción con las que se las digo. Una convicción serena que se percibe en nuestra voz o se percibe en la manera de tener el cuerpo. Otra cosa es ser reconfortantes y atentos, pero sin exageración. A veces es necesario mostrarse firme, un poco duro, sin ser frío ni desagradable. Esto es porque el deprimido Covid-19 tiene este lado obsesivo, rumiante, como la depresión clásica también, entonces vuelve siempre a lo mismo y hay que estar por momentos firme para cortar esa queja interminable, esa rumiar. Otra cosa muy importante es que a veces hay que estar al lado de él en silencio, no hacen falta palabras. Muchas veces una presencia silenciosa y calurosa, una presencia silenciosa y próxima, es más buena, es más reconfortante que todas las palabras de sostén. Otra cosa importante es que más que lo que hay que hacer o lo que hay que decirle, es lo que usted siente cuando está con su amigo. Él tiene que sentir que usted está siendo verdaderamente solidario con lo que le pasa y que usted siente lo que siente. Tiene que ver con la intensidad de su presencia y la autenticidad de su emoción.
—¿Cómo se convive con la culpa de haber contagiado a alguien que quizá después perdió la vida?
—En todos los pacientes que he visto últimamente no vi esto de la culpa a pesar de que contagiaron y han sido contagiados. Pienso que estamos tan afectados todos que la culpa no aparece porque estamos en una situación en la que todos estamos expuestos a la infección.