Coronavirus. Insomnio y pesadillas: cómo afectó la pandemia el sueño de los más chicos
Según expertos, la falta de rutinas y horarios más laxos empeoraron la calidad del descanso; consejos para reordenar el día y la noche, y calmar la angustia a la hora de irse a dormir
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“¡Un ratito más! ¡Están todos mis amigos!”, dice el niño en su habitación mientras manipula con sus pequeñas manos el control remoto de la consola de videojuegos.
“Pero ya es tarde, hay que dormir”, explica la madre desde el umbral de la puerta de la habitación.
“¿Mañana qué tengo?”, pregunta el niño. La madre, que también está mareada con los nuevos horarios, busca en la cocina el cuadro de clases presenciales y virtuales que tienen sus hijos y pegó en la heladera. “Mañana tenés zoom de castellano”, grita desde la otra punta de la casa.
“Entonces puedo quedarme un ratito más porque empieza más tarde”, dice triunfante el pequeño.
“Déjalo 10 minutos más”, acota el padre desde el sillón del living cansado de que el altercado interrumpa el programa de televisión que anuncia el número de contagios de Covid-19.
La escena de esta familia se repite en muchos hogares que, como consecuencia de la pandemia del coronavirus, han perdido sus rutinas preestablecidas, que armonizaban la vida familiar y procuraban el descanso adecuado de los más chicos de la casa.
María del Rosario Rocca, de 43 años y mamá de cuatro hijos, recuerda a 2020 como un año de “descontrol”. Sus hijos más pequeños se pasaban todas las noches a la cama matrimonial. “Querían dormir en contacto con alguien. Fue un desorden de horarios, todos nos acostábamos tarde. Las rutinas se perdieron y flexibilizamos todo. Ahora, como van al colegio, es distinto. Estamos bárbaro”, cuenta.
Coincide Valeria Escalada, de 42 y mamá de niños en edad escolar: “Eso de acostarse todos a las 21.30 no lo estoy logrando más, pero tampoco me lo estoy proponiendo. Los horarios ahora son mucho más laxos, y están durmiendo menos. Está todo diferente”.
El sueño es imprescindible para un adecuado crecimiento físico, desarrollo neurológico y emocional del niño. Es una de sus necesidades básicas y en la infancia se encuentra en desarrollo, es una función evolutiva que requiere de la maduración del sistema nervioso. De ahí se desprende la importancia de dormir las horas necesarias y la necesidad de que el sueño sea efectivo y proporcione un descanso reparador.
La jefa de Pediatría de Vittal, Cecilia Avancini explica a LA NACION la importancia de fijar ciertas pautas y establecer una rutina para lograr un sueño saludable, como fijar un horario de acostarse y despertarse, y organizar rutinas agradables para irse a dormir, como un baño o leer un cuento para crear un entorno que le permita al niño ir asociando ese estímulo con la hora de ir a la cama.
En esta línea, el nutricionista Matías Marchetti señala que es importante evitar los productos ultraprocesados a última hora de la tarde y por la noche, que son todos aquellos creados a partir de procesos industriales y con altos niveles de azúcares, grasas y sodio como galletitas, gaseosas, snacks, prefritos, postrecitos y golosinas.
Según Avancini, la falta de un sueño reparador puede conducir a problemas importantes de salud, como:
- Afectar al desarrollo físico del niño impidiendo el correcto crecimiento.
- Provocar trastornos del aprendizaje, efectos negativos en las funciones cognitivas, emocionales y conductuales.
- Afectar al desarrollo emocional y social provocando trastornos de relación, cambios de humor, irritabilidad, fatiga.
- Microsueños diurnos que lo harán pasible de cometer errores y omisiones.
- Hiperactividad. Pérdida de la atención. Enlentecimiento cognitivo, declinación de la velocidad de cálculo, que incrementan el riesgo de accidentes.
La pediatra considera que la pandemia, junto con el confinamiento, alteró el hábito del sueño en los niños y es muy común observar casos de insomnio y pesadillas. “Trajo muchos trastornos emocionales, en especial a aquellos niños que tienen más relación con sus compañeros, desde preescolar. En los adolescentes, el daño es más grave porque el núcleo más importante para ellos son los amigos”.
“Joaquín, de seis años, sufrió mucho, tenía mucho miedo y aún lo tiene. Cuando estábamos encerrados, sin ir al colegio, le costaba quedarse solo en un cuarto de la casa, no podía ni ir al baño sin compañía, aún le cuesta. Mejoró mucho cuando empezó a salir a la plaza y ver a otros chicos, el temor fue desapareciendo, pero no del todo. Le preocupaba que afuera esté todo mal”, cuenta Jimena Vigil, de 40 años, que vive en Capital y agrega: “Desde la pandemia se pasa todas las noches a nuestra cama en la mitad de la noche cuando antes no lo hacía. Le causan miedo muchas situaciones”.
Según la psicóloga, especialista en niños y adolescentes de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), Claudia Amburgo, existe en estos tiempos “una angustia contra algo que es invisible, que es el virus, que hace que todos vivamos con ansiedad y por eso el descanso se vio alterado”.
Como en el caso de Clara, la hija de cinco años de Verónica Garuti, de 39 años, que alteró sus rutinas durante la pandemia y eso le produjo cambios radicales en su conducta, en especial al momento del descanso. “Empezó con tics durante el día y por las noches con sonambulismo. Cuando se empezó a flexibilizar la cuarentena y pudo reunirse con otros chicos, a las dos semanas, el sonambulismo desapareció”.
Garuti vive en Tigre, Buenos Aires, y la presencialidad en las escuelas, desde mediados de abril, se encuentra suspendida. “Es creer o reventar, pero a las dos semanas que dejó de ir al colegio volvió con el sonambulismo y está más irritable”.
Para Amburgo, el cambio de rutinas genera ansiedad. Por eso considera que es fundamental dividir el día de la noche. “Retomar, dentro de las posibilidades, las rutinas porque son organizadoras”, señala.
“Hay un tiempo para comer, jugar, estudiar y dormir”, puntualiza la experta y recomienda que si cierran las escuelas, es importante que los padres dividan las tareas y las rutinas, y elaboren un cronograma de actividades de estudio y descanso. “Jugar promueve la curiosidad, creatividad y el pensamiento crítico”.
Según la psicóloga, el confinamiento también afecta a las familias. “Tuvieron que aprender nuevas rutinas porque ahora están 24 horas juntos. Antes se veían menos tiempo. Ahora aparecen nuevas rabias, temores y desconciertos hasta que puedan acostumbrarse a convivir y el diálogo con los padres es fundamental”, dice.
Reflejo de los padres
“Los niños y adolescentes reaccionan, en parte, a lo que observan en los adultos que los rodean. Cuando los padres y los cuidadores manejan el tema del coronavirus con calma y seguridad, pueden dar el mejor apoyo a sus hijos. Los padres pueden llevar más tranquilidad a quienes los rodean, especialmente a los niños, si están mejor preparados”, explica Amburgo.
La pediatra Avancini concluye que “muchas veces los trastornos del sueño, en especial en los más pequeños, son el reflejo de situaciones de angustia en la familia, conflictos de pareja, situaciones traumáticas o de estrés, que no ayudan a generar esa sensación de tranquilidad y seguridad que necesita el niño”.
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