Coronavirus: “Esto es un caos, acá no hay protocolos”, el testimonio de un médico argentino en Nueva York
Ni Broadway, ni Times Square, ni Central Park. Con la mayoría de sus comercios cerrados, sus calles desiertas y sus lugares más emblemáticos carentes completamente de vida, el ícono que mejor representa hoy a Nueva York es el buque hospital USNS Comfort, que con 1000 camas está atracado desde hace casi dos semanas frente a las costas de lo que hasta no hace mucho tiempo era la ciudad más cosmopolita del mundo. Hoy Estados Unidos es por lejos el país con más casos detectados de infección por el nuevo coronavirus y ya desplazó a Italia en la cantidad de víctimas. Y dentro de este país, Nueva York es la ciudad más castigada.
Allí, hay un médico argentino peleando en la primera línea de batalla contra el coronavirus. Jorge Mercado tiene 43 años y es el director del Servicio de Pulmonar del NYU Langone Hospital de Brooklyn. Tanto ahí como desde su casa a través de la telemedicina atiende cada día a cientos de pacientes infectados mientras dirige también al equipo médico.
"Hay muchas cosas que me impactan a nivel médico de lo que está ocurriendo con este virus. Por ejemplo, cómo se puede estar queriendo calcular la mortalidad en medio de la pandemia o cómo un pequeño estudio de repente parece determinar con qué drogas se debe tratar. Eso es muy frustrante como médico. Y también lo de los adultos y las comorbilidades: la mitad de la gente que nosotros tenemos en la terapia intensiva son menores de 65 años y sin patologías. Con 25 o 30 años podés aguantar más el flagelo del virus, pero eso no quiere decir que la gente joven no se muera", dice Mercado desde Nueva York.
Tras recibirse en 2001 en la Universidad de Buenos Aires, Mercado viajó a Estados Unidos a hacer la residencia. Allí se especializó en pulmonar y terapia intensiva. Luego de trabajar en distintos hospitales de varias ciudades, recaló en Nueva York hace cuatro años contratado por la Universidad de Nueva York. Antes de que el Covid-19 se expandiera sin contemplaciones por la ciudad, este médico porteño había dejado las emergencias para concentrarse en el diagnóstico temprano y el tratamiento del cáncer de pulmón. Hasta que el 14 de marzo, ante lo que se vislumbraba como un verdadero drama, abandonó las oficinas para volver al llano.
"Pasamos de entre 8 y 12 camas de terapia intensiva a 70. Cuando recibimos nuestro primer paciente ya teníamos un plan de batalla listo, con una terapia dedicada exclusivamente a coronavirus. Pero lo que ocurrió nos terminó sobrepasando. Si la emergencia tenía capacidad para 50, de repente teníamos 150 personas ahí. Cada día abríamos una unidad nueva y teníamos que llamar a médicos de otros hospitales", cuenta Mercado.
Desaciertos
Mercado vive con su mujer, que también es argentina y médica epidemióloga, y sus dos hijos adolescentes en el condado de Westchester, que queda a 30 minutos en tren de la Grand Central Terminal, hacia el norte. A escasos metros de su casa se reportó el primer caso de la ciudad, el que se cree que inició el foco. "Esta persona no vino del exterior. El virus ya estaba, pero nadie lo sabía. El problema es que en el hospital al que fue primero no lo reconocieron o no quisieron mandar la prueba del coronavirus, porque en ese momento solamente se hacían en Atlanta y si habías viajado al exterior en las últimas dos semanas. Pero él solo había viajado a Florida. Estuvo cinco días en el hospital comunitario, sin aislamiento, con visitas de la familia y contagiando", relata.
Este descuido con el paciente cero fue apenas un eslabón en una larga cadena de desaciertos que quizás expliquen por qué Estados Unidos y Nueva York están atravesando esta situación. Las reticencias del presidente Donald Trump a establecer una cuarentena obligatoria con el argumento de que cada Estado era el que debía resolver qué medidas tomar hoy parece esencial a la hora de explicar la propagación del virus. Pero esa misma descentralización también se da en la salud. Y para quienes deben enfrentar la pandemia es un gran problema. "Acá no hubo una respuesta uniforme al coronavirus. Como no hay ningún tipo de protocolo ni guía a seguir, cada hospital hace lo que piensa que es lo mejor. Eso generó mucha confusión. La medicina necesita más orden y organización", apunta Mercado.
En ese mar de críticas también se hunde el buque hospital, ese que hoy le ha robado protagonismo a la Estatua de la Libertad o al Empire State. "A nosotros no nos está ayudando mucho. Puede recibir pacientes que necesitan hasta cuatro litros de oxígeno. Pero esos no son el problema. Lo que está desbordado es el cuidado de los pacientes críticos", agrega.
Rutinas familiares
Aún cuando al personal de la salud se le ofreció hospedarse en hoteles por precaución, Jorge y Cecilia decidieron quedarse junto a Sofía y Tomás, sus hijos. Mientras los jóvenes asisten a las clases escolares virtuales, padre y madre trabajan en contacto directo con infectados, y por eso extreman los recaudos. Por ejemplo, utilizan el pallier como zona de "descontaminación": apenas llegan de la calle se sacan toda la ropa y la ponen inmediatamente a lavar. Y con una Nueva York vacía ya no utilizan el transporte público: de la hora y media que tardaba Jorge para llegar a Brooklyn combinando tren y subte un día normal, ahora solo le insume 35 minutos de auto.
Nadie sabe en Nueva York, como tampoco en el resto del mundo, cuándo terminará este calvario, ni cómo será ese día después. "Me hago muchas preguntas. ¿Quién va a ser el que diga que todo esto terminó y cómo se va a determinar? Y luego, qué va a pasar cuando la gente empiece a salir de nuevo a la calle: ¿caerán nuevos casos nuevos y habrá que decirles a todos que vuelvan a meterse en sus casas?".
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