Coronavirus. En San Isidro hay casi plena actividad comercial
Si no fuera por los barbijos y las extensas filas, alargadas por el acatado distanciamiento social, la postal que se vio hoy al mediodía en el centro de San Isidro podría corresponder a la de cualquier sábado anterior a la cuarentena. Familias disfrutando su almuerzo en los bancos de la plazoleta del mástil, estacionamientos de parquímetro en su capacidad máxima y veredas colmadas de transeúntes. Muchos de estos últimos se detienen a mirar las vidrieras, especialmente de las zapaterías, uno de los rubros más importantes del barrio.
"¿Vos te comprarías unas botas sin probártelas?", pregunta Gabriela, la dueña de un local de calzado de la zona, quien prefirió resguardar su apellido. "Nadie lo hace. Nadie. Y mirá que al principio lo intentamos", lamenta. Hace varias semanas que ella permite la entrada de clientes y la prueba de zapatos dentro del local, a pesar de que ambas cosas están prohibidas. Según Gabriela, la mayoría de los comercios de indumentaria de la zona tampoco acatan las normas a rajatabla.
En San Isidro, los negocios no esenciales ya dejaron de ocultarse detrás de persianas semi abiertas. Hace 60 días que el municipio permite vender a la calle, pero desde la puerta del local. Pero esta última regla no suele cumplirse. Según pudo constatar LA NACIÓN, esta misma falta de acatamiento del protocolo de bioseguridad se replica, también, en otros partidos de la Zona Norte del Gran Buenos Aires, como Vicente López y Pilar. En los tres municipios, los comerciantes y vecinos dicen haber cumplido la cuarentena al principio y haber dejado de hacerlo con el pasar de las semanas y el empeoramiento de la situación económica.
"Cumplí la cuarentena mientras me la creí -acepta el dueño de un taller de marcos del barrio de Florida, Vicente López-. Eso habrá sido los primeros 15, 20 días. En ese momento, todavía pensaba que me iban a ayudar con algún crédito, pero no. Tuve que empezar a trabajar para poder pagar el alquiler y el sueldo de mi ayudante". A pesar de que su local está ubicado en una de las calles más transitadas de la zona, su dueño afirma que el nivel de ventas de los alrededores es bajo.
"Es una realidad en toda la zona. No se compara con San Justo, que explota de gente en la calle. Lo que se ve acá es que la mayoría de los locales están abiertos, pero los vecinos están muy resguardados", opina María González, de 60 años, que vive a unas cuadras.
La situación en Pilar
A unos 50 minutos, pero aún dentro de la Zona Norte del GBA, se encuentra el municipio de Pilar. Según los vecinos, las veredas de las principales calles -aquellas que rodean la plaza principal- se distinguen por la constante presencia policial y las persianas bajas. A primera vista, todos los locales de la peatonal comercial parecen estar cerrados. Hace varias semanas que la municipalidad decidió cerrar con vallas los principales paseos comerciales, convirtiéndolos en peatonales, para evitar la acumulación de personas en las veredas.
Según informó el municipio, hoy se clausuró una peluquería que pretendía estar cerrada. La policía fue informada sobre ruidos sospechosos dentro del local y, al entrar, encontró a 11 personas esperando ser atendidas por los peluqueros. Desde el gobierno de San Isidro también aseguraron tener operativos propios para detectar comercios que no estén cumpliendo con el protocolo de salud. Según este último, en lo que va de la cuarentena, ya fueron clausurados más de 10 locales e industrias por estas razones.
"Yo dejo las rejas puestas en todo momento porque si te ven vendiendo a la calle, te clausuran", explica Ricardo Rodríguez, dueño de un local de accesorios y cargadores de celular de Pilar. Sin embargo, a pesar de que todos los locales no esenciales deben mantenerse bajo persianas o rejas por decisión del municipio, no todos lo cumplen con las condiciones de venta únicamente online. A una cuadra, un local de ropa con un cartel que dice "Atendemos en la puerta" deja entrar a los clientes de a uno cuando la policía no está cerca.
"Dale, entrá, pero rápido", dice el vendedor a un hombre interesado en unos chupines negros. Luego, cierra detrás de él la puerta de vidrio del local, tapada con afiches negros.