Coronavirus. En las calles porteñas: así trabaja el equipo especial que mata día a día al Covid-19
"Estamos en la primera línea, matando al virus", dice Fernando Delgado, quien hasta hace dos meses se encargaba de mantener limpias las veredas y aceras de la ciudad de Buenos Aires. Pero por el coronavirus su tarea cambió y se convirtió en uno de los trabajadores esenciales que se arriesga y da batalla a la pandemia desinfectando las calles porteñas.
Fernando trabaja en Urbasur, una de las empresas encargada de mantener limpia la Ciudad, desde hace 14 años. Por el contexto actual, la concesionaria sumó a sus servicios habituales la sanitización de las calles con una mezcla de agua con hipoclorito de sodio y tuvo que adaptar para la tarea a todos los vehículos de su flota que antes lo hacían solo con agua. El mismo conduce una de estas lavadoras, con la que cada día realiza cuatro recorridos de 600 cuadras en los que disemina varios miles de litros de la solución: casi 16.000.
Desde el principio, realizó distintas tareas antes de llegar a chofer: barrió calles, limpió pasillos de villas y cortó el pasto de distintos espacios verdes. Nunca tuvo temor de hacer su trabajo. Pero esta vez, con lo del virus, sí. "Al principio teníamos miedo. Había gente que no quería, se asustaban mucho por lo que se comentaba, rezábamos. A medida que pasaban los días tratamos de hacer todo lo posible y dejamos todo a manos de Dios. Si nos tiene que tocar, que nos toque", recuerda a LA NACION.
Barandas, calles, árboles, autos, postes, estaciones de Metrobus, paradas de colectivo, ventanas, asientos, contenedores, fachadas. El camión no discrima y moja todo lo que esté en su camino con rociadores que expulsan el líquido a presión. Por eso, durante el recorrido, Fernando va junto a un compañero que, mientras la lavadora avanza a paso de hombre, se encarga de que ninguna persona quede en el trayecto, para no mojarla.
Destaca que la tarea se hace cada vez es más difícil, porque hay más gente en la calle. "Hay muchos más, se enojan y no nos dan bolilla. Y necesitamos que se corran porque no nos alcanza el tiempo", dice, y pide a los vecinos que saquen provecho del servicio que hacen. "Tienen la posibilidad de que uno les limpie la vereda", razona.
Los 15 camiones de Urbasur salen por la mañana, tarde y noche desde Barracas y recorren las principales arterias de los barrios porteños de San Cristóbal, Balvanera, La Boca, Barracas, Parque Patricios y Nueva Pompeya. Una vez por semana, desinfectan las avenidas Córdoba, Corrientes, Belgrano, Independencia, Brasil, Juan de Garay, Jujuy, Entre Ríos. Pero el trabajo no solo se concentra en las calles, rocían especialmente los espacios por los que transitan más personas como paradas de colectivos, entradas de subte, bancos y farmacias. Y en especial, los 15 hospitales que se encuentran en todos esos barrios. Allí, la limpieza se realiza diariamente.
Orgullo por la tarea
Fernando, como sus compañeros, no duda en tomar todos los recaudos necesarios para no contagiarse el virus. Se cuidan mucho. Tiran regularmente un aerosol desinfectante dentro de la unidad, se limpian los zapatos con lavandina, y se embadurnan tanto con alcohol en gel que Fernando dice que "están todos quemados". Además, la empresa colocó un tanque de agua con jabón dentro del vehículo. Y por protocolo, cuando el camión ingresa a la planta de Urbasur, dos trabajadores lo desinfectan para que vuelva a salir a las calles a hacer su tarea.
Día a día, con los miedos disipados, la actividad lo reconfortó. "Me siento orgulloso de poner un granito de arena. Ayudar al otro. Es para la gente, para que pueda hacer sus compras, ir al banco, pagar sus impuestos sin el virus".
Me siento orgulloso de poner un granito de arena y ayudar al otro
Al terminar el turno, Fernando vuelve a su casa en Valentín Alsina, Lanús, para pasar el resto del día con sus tres hijos y su mujer. Antes de poner un pie en la casa -dice- su esposa lo "ataca" para asegurarse de que lo haga sin la presencia del virus entre sus cosas. "Mi señora me espera en la puerta de entrada. Le entrego la billetera, el documento, las llaves, y mi ropa, que va directo al lavarropas, mientras yo voy directo a la ducha, sin saludar a nadie. Ni ‘buen día’ digo". Tengo dos nenes chicos que salen corriendo a abrazarme y es duro pararlos", concluye con el anhelo de volver pronto a la normalidad.
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