Una exenfermera que vive en Brasilia recibió la visita de sus padres, que residían en Paraná, en el sur del país, cuando todavía no había recomendaciones de aislamiento por el coronavirus. Semanas después, su padre y esposo murieron.
Una visita de sus padres el 12 de marzo marcó un antes y un después en la vida de la exenfermera Márcia Cristina dos Santos, de 50 años.
Los jubilados Adalgiza Gonçalves, de 80 años, y Benedito dos Santos, de 84, dejaron el pequeño municipio de Uraí, en el estado de Paraná, en el sur de Brasil, donde vivían, y fueron a Brasilia a visitar a su hija y yerno.
El viaje estaba programado desde hacía meses. El plan inicial era que pasaran unas semanas en la casa de su hija en la capital del país.
Márcia seguía las noticias sobre el nuevo coronavirus sin mucha preocupación.
A la fecha de la llegada de sus padres, en Brasil había 77 casos confirmados por el Ministerio de Salud, solo dos de ellos en el Distrito Federal.
No había registro de muertes en el país. En ese momento, no había pautas de las autoridades sobre aislamiento social o para que las personas evitaran viajar a destinos nacionales.
"Hasta entonces, el virus parecía algo lejano. Pensé que era algo que pronto pasaría", revela Márcia.
Después de los primeros registros, Brasil enfrentó un crecimiento exponencial de casos de Sars-Cov-2, el nombre oficial del nuevo coronavirus.
Hasta el jueves (23 de abril), había más de 49.000 casos confirmados registros y 3.300 muertes, según el conteo de la universidad Johns Hopkins de Estados Unidos.
"No creía que iba a llegar al nivel donde llegaron las cosas. Al principio no estaba siguiendo las noticias, así que no tenía la dimensión del problema", dice Márcia, quien hace un año dejó la profesión de enfermera para dedicarse a la costura.
Su esposo, el sargento de la Policía Militar José Romildo Pereira, estaba más preocupado por el nuevo coronavirus. Trabajaba en la calle y temía llevar el virus a casa.
Desde los primeros registros en el país, comenzó a adoptar medidas como la higiene constante de las manos y no tenía contacto con su esposa antes de ducharse, después de regresar del servicio.
La familia tenía varios planes para los próximos meses. Márcia y José, que habían estado juntos durante 10 años, estaban disfrutando de la casa que habían construido recientemente.
En abril, él tomaría vacaciones hasta junio, que es cuando estaba previsto que se jubilara, después de 30 años de trabajo.
Los planes, sin embargo, se truncaron por el nuevo coronavirus. A principios de abril, Márcia perdió a su esposo y padre.
Ella no pudo decir adiós o realizar un breve entierro, ya que también le diagnosticaron covid-19, la enfermedad causada por el nuevo coronavirus.
"Está siendo muy difícil. Todavía estoy anestesiada porque no parece cierto. Todo esto sucedió tan repentinamente", le cuenta a BBC Brasil.
Los primeros síntomas
Cuatro días después de llegar a Brasilia, Benedito tuvo dificultades neurológicas, síntomas atribuidos al nuevo coronavirus.
"Mi padre comenzó a perder la noción del día y la hora. Nunca había estado allí. Mi madre y yo éramos unos extraños", recuerda.
A medida que pasaban los días, la situación empeoró. "Era muy diferente. Siempre fue una persona activa, pero estaba muy cansado y olvidadizo. Luego, comenzó a tener fiebre", dice Márcia.
En el mismo período, José también empezó con tuvo problemas de salud. "Tenía fiebre y estaba muy cansado", describe ahora su viuda.
El policía era diabético y tenía problemas pulmonares debido a complicaciones de salud de hace años. Ellos pensaron que los dos podrían tener una gripe fuerte. Los días pasaron y los síntomas empeoraron.
El 22 de marzo, Márcia llevó a su esposo al hospital. "Le diagnosticaron una gripe alérgica", dice. Desde los primeros síntomas, el sargento dejó de trabajar. La pareja regresó a la casa.
Durante ese período, el crecimiento exponencial de los casos de covid-19 en Brasil comenzó a llamar la atención de Márcia y todos empezaron a usar máscaras. Para ese entonces ella ya consideraba que el coronavirus era una amenaza real.
El sargento siguió teniendo fiebre alta, incluso tomando los medicamentos recomendados después de la atención médica.
"El 26 de marzo, comenzó a tener síntomas peores, como dificultad para respirar, dolor pulmonar y tos muy seca. Lo llevé a la sala de emergencias y su saturación de oxígeno era muy baja", dice.
José fue hospitalizado con urgencia y llevado a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).
Los exámenes mostraron signos de neumonía, con características similares a las de covid-19.
Después de dejar a su esposo en el hospital, Márcia regresó a su casa y se enteró de que los problemas de salud de su padre habían empeorado.
"Llamamos a una ambulancia y lo acompañé al Hospital da Asa Norte (HRan), en Brasilia", comenta.
También se lo consideró un paciente sospechoso de covid-19, debido a problemas respiratorios y a que una tomografía mostró deterioro de los pulmones.
Márcia confiesa que lloró mucho cuando llegó a casa, después de ver a su esposo y padre en el hospital.
Desde el 27 de marzo, ella dejó de salir de la casa. Después de tener síntomas como cansancio, tos y falta de aliento, buscó atención y los médicos también la consideraron un caso sospechoso de covid-19. Como resultado, tuvo que permanecer aislada.
En su propia casa, se encerró en su habitación para evitar el contacto con su madre. "Necesitaba proteger a mi madre porque es hipertensa e incluso podría morir si contrae el virus", afirma.
La madre fue la única de los cuatro que no mostró síntomas de covid-19. "Mi madre nunca dio muchos abrazos o besos, así que creo que eso le impidió contraer el virus", dice.
Los resultados de las pruebas de Márcia, José y Benedito fueron positivos para covid-19.
"No sabemos quién se contagió primero y se lo pasó a los demás. Puede haber sido mi padre, durante el viaje, mi esposo durante el trabajo, o incluso yo en algún momento cuando salí de casa. Es difícil saberlo", enumera Márcia.
Las muertes del padre y el marido
Sola, dentro de la habitación que compartía con su esposo, Márcia vivió días angustiantes esperando respuestas sobre la salud de sus seres queridos.
El 2 de abril, se sorprendió cuando recibió mensajes de condolencia en las redes sociales.
"Me pareció extraño, pero luego me enteré por televisión: confirmaron la muerte del sargento que ingresó en el hospital. Era mi esposo. Primero le dijeron a la prensa", se lamenta.
Durante el período en que estuvo hospitalizado, el sargento tuvo un derrame cerebral hemorrágico, parada cardiopulmonar y falla orgánica múltiple.
Ella confiesa que reprimió la angustia al enterarse de la muerte de su esposo y permaneció en silencio.
"No podía llorar frente a mi madre. No quería que lo supiera, porque no podía apoyarla en ese momento", describe.
Márcia fue al baño, abrió la ducha y lloró largamente por la pérdida de su esposo. "Lloré suavemente. Fue muy difícil contener el dolor", asegura.
Dos días después, otra triste noticia: su padre tuvo un paro cardíaco y no pudo resistir.
"Otra vez fui a la ducha y comencé a llorar. En ese momento, estaba segura de que la próxima sería yo".
A pesar de sentir dolor en su cuerpo, falta de aire y fiebre, no quería ser hospitalizada. "No quería dejar sola a mi madre", dice. Los tres hermanos de Márcia viven en Paraná.
José y Benedito fueron enterrados en los días posteriores a su muerte. Los funerales fueron breves. Estaban en ataúdes sellados, según lo determinado por la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa).
Una de las tres hijas de Márcia, todas de su primer matrimonio, y otros miembros de la familia ayudaron a organizar los funerales.
"No podía seguir el ritmo de nada. Estaba en mi habitación, como una reclusa", lamenta Márcia. En la habitación de su casa, alternaba entre momentos de incredulidad y otros de llanto silencioso.
Después de 15 días de aislamiento, Márcia se consideró recuperada. Sin síntomas, dejó la habitación el 13 de abril.
"Lo primero que hice fue decirle a mi madre. Ella estaba tan incrédula como yo. Estamos muy tristes por todo esto. Pero parece que aún no ha caído en la cuenta de lo que pasó. No nos gusta llorar frente a la otra", dice Márcia.
Cuando la crisis pandémica se calme, planea llevar a su madre de regreso a Paraná. "Lo haré en unos meses. Por ahora, ella pasará el aislamiento conmigo", dice.
"Una está cuidando de la otra. Es como si estuviéramos posponiendo el duelo. Sufrimos cuando estamos solos. Fue la forma que encontramos para lidiar con esto", comenta.
Ella es evangélica y afirma que se aferró a la fe para enfrentar las pérdidas. "Independientemente de la religión, creo que la fe es muy importante en momentos como este", señala.
Lo más difícil para Márcia, desde la muerte de José y Benedito, ha sido la nostalgia.
"Mi esposo era un hombre increíble. Éramos muy felices. Planeábamos comenzar a viajar mucho después de su retiro. Nuestra vida fue muy buena", recuerda.
"Mi padre también era un hombre increíble. Hizo todo por sus hijos y me enseñó muchas cosas", dice.
Después de las pérdidas, Márcia le pide a las personas que se den cuenta del cuidado que hay que tener con el coronavirus.
"Es mucho más grave de lo que pensaba. La gente necesita usar máscaras y lavarse las manos. Nunca se sabe lo que sucederá en tu cuerpo cuando te contagia el virus. Es importante tener cuidado, no solo por una, sino también por los demás", resume Márcia.
BBC Mundo