Es un instrumento cuantitativo que permite comparar actividades entre sí y también al Covid con otras enfermedades
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La mayoría de las recomendaciones que recibimos para minimizar la transmisión del SARS-COV-2 y evitar contagios se basan en consejos cualitativos: mantenerse a bastante distancia de otras personas, ventilar adecuadamente las habitaciones, no permanecer durante largo tiempo en lugares cerrados con mucha gente… Pero… ¿cuánto es “bastante”, “adecuado”, “largo” y “mucho”?
Para evitar estas imprecisiones, un equipo internacional liderado por el destacado experto español en aerosoles José Luis Jiménez, de la Universidad de Colorado, en los Estados Unidos, envió al repositorio de preprints (trabajos que aún no fueron evaluados por pares) medRxiv un estudio que logra combinar en un solo número todos los factores que inciden en esa tormenta perfecta que es un evento de supercontagio.
Estos son el ritmo de generación de aerosoles que contienen el virus y del flujo de respiración, el uso de barbijos y su calidad, la ventilación y el ritmo de recambio del aire, el número de ocupantes de la sala y la duración de la exposición. “[Este estudio] nos permite recomendar valores para minimizar el riesgo de infección por Covid-19 en ambientes interiores”, escriben los investigadores. De acuerdo con sus análisis, el Covid es menos transmisible que la viruela, pero más que la tuberculosis.
“La tuberculosis es una enfermedad que solo se transmite por el aire y de ninguna otra manera –explica Jiménez–. El bacilo de Koch tiene que llegar a los alveolos del pulmón, solo allí puede infectar y hasta allí solo puede llegar en aerosoles de cinco micrones, que flotan media hora en el aire. En esta enfermedad respiratoria, los aerosoles se generan de la misma manera que en otras; es decir, al toser, al estornudar, pero también al hablar, al cantar, al gritar e incluso al respirar. Por ejemplo, uno de los brotes que citamos en el artículo se dio en una oficina donde había una persona trabajando e infectó a 26. Y no estaba tosiendo. No sabía que tenía tuberculosis. Esta patología sobrevive porque, a pesar de ser menos contagiosa, se transmite durante mucho tiempo. Una persona no tratada puede contagiar durante años, mientras que el Covid es contagioso durante tres o cuatro días”.
También para legos
El científico reconoce que este “estimador de riesgo” es más fácil de utilizar por aquellos que son duchos en modelos matemáticos y hojas de cálculo, profesores de ciencia, ingenieros o personas que están acostumbradas a pensar con números, pero advierte que hay alternativas en Internet (como uno del MIT y otro del Instituto Max Planck) que son más accesibles. “En el nuestro, priorizamos que fuera de código abierto para que se pudiera entender exactamente lo que hicimos y adaptar a distintas situaciones”, explica.
Pero, hecha la aclaración, enseguida destaca que tampoco es tan complicado emplearlo: “Está todo puesto en la hoja de cálculo y solo hay que agregar los números: cuál es el tamaño de la habitación, cuánta gente hay… son cosas muy sencillas. Luego, hay un parámetro que es la ventilación; entonces para saber cómo está de ventilado un sitio puede ser un poco más complicado. Hay una forma de averiguarlo, que es hacer un experimento. Necesitas tener un medidor de CO2, subes el CO2 respirando, y luego sales de allí y va bajando. La rapidez a la que baja te dice la velocidad de ventilación y con eso ya lo pones en la hoja de cálculo y listo. Si no sabes cuánto es y no puedes hacer el experimento, tienes que adivinarlo –explica–. En realidad, los consumidores ideales de este sistema deberían ser gobiernos, empresas, universidades… Les permite ir viendo cuánto riesgo tienen en diferentes sitios y qué hay que hacer para reducirlo”.
El modelo reproduce y permite analizar los eventos de supercontagio que registra la literatura científica. Confirma que es peligroso estar junto con mucha gente en un sitio durante mucho tiempo, cuanto menos ventilado sea el lugar, peor, y si están vocalizando con energía o haciendo ejercicio intenso, peor aún, porque se respira más y se exhalan más virus.
“Para elaborarlo, asumimos que se está guardando la distancia, solo permite calcular el contagio a través del aire de la habitación, pero cuando no estás muy cerca –destaca el experto–. Si hay gente que no guarda la distancia, hay más contagio de lo que estimamos. Los coros o bares donde la gente está hablando fuerte son lugares de alto riesgo. También en los gimnasios se ven muchos brotes. En las escuelas, menos, pero estás mucho más tiempo. Son menos peligrosas que otros entornos, pero no están exentas de riesgo, como a veces se dice. En una biblioteca o un cine, donde la gente no está hablando y está con el barbijo, que yo sepa no se han visto brotes. Y en el transporte público, depende: si la gente está callada, con el barbijo puesto y buena ventilación, entonces no es un sitio muy peligroso”.
Receta para el desastre
El ingrediente indispensable para que se produzca un evento de supercontagio es que haya por lo menos una persona que esté en el pico de su infectividad. “Esto suele ocurrir uno o dos días antes de tener síntomas, pero no en todos los casos –dice Jiménez–. Hay una gran diversidad, no se entiende muy bien por qué: hay personas que están contagiadas y que no contagian. De hecho, son la mayoría. En China, se midió que tres cuartos de las personas, aunque estaban enfermas, no emitían ningún virus al aire, pero el 25% ponía en promedio un millón de virus por hora, e incluso en ellas variaba mucho, entre 100.000 y 10 millones de virus. Entonces, para un evento de supercontagio necesitas un contagiado que sí contagie; tienes que encerrar a estas personas con otras a las que pueda contagiar y preferiblemente hablando fuerte sin barbijo durante bastante tiempo. Cuantos más de estos ingredientes tengas, más te acercas a un supercontagio. Sobre todo, los eventos en los que se contagia el 80% de la gente. Luego, si no estaban hablando tan fuerte o no estaban hablando tanto, a lo mejor se contagia el 20%”.
Con respecto al factor tiempo, si uno permanece el doble de tiempo en un lugar con virus en el aire, tiene el doble o más de probabilidad de contagiarse. Simplemente, porque los virus se van acumulando en el aire. Y los susceptibles respiran más aire y más virus, y van aumentando la probabilidad de que estos aterricen en el receptor adecuado para que se produzca la transmisión. La posibilidad de contagio es proporcional al tiempo transcurrido en un lugar en el que hay aire respirado por personas que emiten virus.
“A lo mejor estás en una situación que no tiene mucho riesgo, pero durante largo tiempo, o es una situación de alto riesgo, pero estás menos tiempo, y al final la posibilidad de contagiar es similar”, aclara el científico.
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