Coronavirus. El reto es estar unidos en la pandemia
Para la salud mundial, la pandemia de COVID-19 simboliza uno de los desafíos más conmovedores y fundamentales que ha debido enfrentar: colapsan los recursos humanos y de insumos, demostrando las principales falencias de nuestro sistema. Nos enfrentamos a un reto de enormes dimensiones y complejidad, cuyo abordaje demanda el compromiso de toda la sociedad.
Haber podido aprender de las experiencias ajenas y planificar con antelación las estrategias de salud resultó esencial para reducir las consecuencias graves en términos de mortalidad. El aislamiento social y la cuarentena obligatoria impidieron la rápida propagación inicial del virus y permitió no encontrarnos como otros países con la difícil decisión de elegir a quién tratar y a quién no por falta de respiradores.
El diagnóstico precoz, el aislamiento de los pacientes, la trazabilidad y la cuarentena posibilitan impedir que el virus siga propagándose. Es importante enunciar que los síntomas más habituales que provoca el coronavirus son fiebre, tos seca, cansancio, opresión en el pecho, así como congestión nasal, dolor de cabeza, conjuntivitis, diarrea, pérdida de gusto o el olfato, erupciones cutáneas o cambios de color en los dedos de las manos o los pies. Sumado a éstos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó recientemente la dificultad de hablar o moverse.
La cuarentena ha sido efectiva pero es víctima de su propio logro, ya que al frenar el pico y el contagio masivo continúa prolongándose y el punto máximo no se alcanza. Es menester aumentar los testeos en base a la definición de caso sospechoso y a aquellos con factores de riesgo (distritos vulnerables, geriátricos, cárceles, personal de salud y seguridad, entre otros). En los próximos días tendremos además la desventaja de la llegada de bajas temperaturas y su influencia en la velocidad de propagación.
Es primordial la necesidad de involucrar a los usuarios en la gestión de esta crisis sanitaria y llamar al uso racional de los recursos sanitarios especialmente para no sobrecargar los servicios de urgencias. Señala la OMS que el 80% de las personas que padecen COVID-19 se recuperan sin necesidad de acercarse a un hospital.
El plan para la transición hacia una nueva normalidad se deberá delinear de forma gradual y flexible a la evolución de los datos epidemiológicos y al impacto de las medidas adoptadas.
El avance de la reapertura será lento ya que el levantamiento prematuro y súbito de las intervenciones podría conducir a un pico secundario.
A lo largo de los ciclos, se deberán implementar los correspondientes ajustes y cambios hasta el desarrollo de vacunas.
Este brote nos recuerda lo valiosas que son las vacunas, sin su protección las enfermedades se pueden propagar rápidamente y con significativas consecuencias.
El COVID-19 enfatiza la necesidad mundial de pensar un modo más integral sobre la preparación, el cuidado, la anticipación de aparición de patógenos, y la moderación de riesgos. No es menor la responsabilidad de los profesionales médicos de comunicar con ética y compromiso, proveyendo de información rigurosa basada en las pruebas científicas más recientes.
La pandemia transformó la vida en pocas semanas siendo difícil evaluar el impacto concreto en todos los niveles: sanitario, social y económico. Sobre lo que no cabe duda es que debemos seguir por el camino de la unión y la generosidad.
La gran mayoría de los argentinos se está esforzando mucho y sus acciones están orientadas al bien común. La responsabilidad colectiva es fundamental, de cara al futuro lo que hoy experimentemos será esencial en los distintos ámbitos de la sociedad.
El reto es estar unidos.
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