Coronavirus: Cómo el “miedo útil” podría ser clave para afrontar la segunda ola
El movimiento de millones de argentinos durante la Semana Santa pese al aumento de casos que ya se registraba alertó sobre cómo puede responder la sociedad a este nuevo brote
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Las cifras que dejó el fin de semana largo de Semana Santa son muy favorables desde un punto de vista económico, pero, por otro lado, abren una gran incógnita en términos sanitarios. Según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), 1,9 millones de personas se dedicaron a recorrer el país en calidad de turistas y otros 2,3 millones de habitantes decidieron trasladarse a localidades cercanas a sus lugares de residencia, en busca de ocio y recreación. Es decir, el movimiento fue similar o mayor al movimiento que hubo en 2019. LA NACION consultó a especialistas para pensar por qué las personas han circulado de manera masiva pese al aumento de los casos de coronavirus y qué actitud recomiendan tener para los próximos meses.
José Eduardo Abadi, psicoanalista y escritor, señala que esa gran afluencia de turismo interno no tiene un solo significado. Por un lado, piensa que en muchos debe pesar una gran negación de la realidad y del riesgo que implica circular. También cree que otros vieron en Semana Santa la última posibilidad de gozar de libertades que, saben, están atadas a la situación sanitaria, mientras que en otros primó una sensación de rebeldía frente a los hechos de la realidad. Para los meses que se aproximan, sostiene que la sociedad debería aspirar a tener un “miedo útil” frente a la enfermedad, es decir, un respeto al virus que se traduzca en un alto nivel de cuidados, pero sin entrar caer en un “pánico inútil”, que genere reacciones y sensaciones confusas y, muchas veces, extremas.
“Yo creo que sería un error analizar lo que pasó en Semana Santa con una sola significación. Se fue mucha gente y cada individuo tiene su singularidad. Por un lado, existe la negación del drama presente, es decir, nos vamos todos, como si no ocurriera nada. También habita la idea de tener cierta capacidad individual, sobredimensionada, de poder esquivar al virus. La segunda explicación que encuentro es una fantasía consciente o inconsciente de que esta fue la última salida permitida, como si dijéramos ‘me arriesgo porque después no sabemos cuándo voy a poder volver a salir’. También es posible que exista una sensación de rebeldía, de necesidad de oxígeno frente a las inminentes restricciones. No es fácil elaborar todas las sensaciones que generan las restricciones que se avecinan”, reflexiona Abadi.
Él apunta a construir un “miedo útil”, un concepto que apunta a enfrentar la presencia del virus con cuidados conscientes. “Trabajemos mucho para que la gente tenga un miedo útil y no un pánico inútil, creo que eso nos va a ayudar a protegernos de la parálisis, la confusión. El miedo útil te permite tener las herramientas adecuadas para enfrentar situaciones y minimizar el peligro, el miedo útil te protege y el pánico te paraliza”.
Por eso, agrega el especialista, es importante que el mensaje que envíen las autoridades vayan en línea con ese concepto, y que apunten a generar conductas que estimulen el cuidado personal y del prójimo, como también será fundamental que muestren una organización inteligente de los recursos y de las medidas que vayan a tomar.
Jorge Catelli, psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y profesor e investigador de la Universidad de Buenos Aires, sostiene que, principalmente, hay una gran negación del peligro y de falta de cuidado hacia el otro, cuando la salida de la pandemia debe ser colectiva.
“Hay mucha gente que desmiente el peligro inminente y desmiente el riesgo para los otros. También, respecto de la gran circulación que hubo en Semana Santa, hubo una especie de salida maníaca frente a las posibles nuevas restricciones, como si hubiéramos dejado de pensar”, indica Catelli.
El psicoanalista cree que, en parte, de manera consciente muchos reconocen el riesgo, pero en simultáneo lo desmienten al irse de vacaciones a pesar de la situación epidemiológica.
“Hay un aspecto de un profundo masoquismo, algo que se hace y redunda en un daño personal, hay una desmentida de lo que pasa en el mundo. Por un lado hay un intento de realizar un deseo, ‘yo quiero verme viajando por el mundo como lo hice en 2019′, pero por otro lado es un intento masoquista porque pongo en riesgo mi integridad y la de los otros”, agrega Catelli.
Frente al desafío que enfrenta la sociedad argentina y, teniendo en cuenta cómo se han politizado algunas medidas sanitarias, Catelli cree que si todo se reduce a un binarismo político-ideológico, se hará difícil pensar de manera crítica:“La ideología, cuando opera como sometimiento a un ideal incuestionable, empequeñece la capacidad de pensar críticamente”.
Leda Guzzi, infectóloga y miembro de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), advierte que, más allá de los cuidados, mientras aumente la circulación de personas, inevitablemente crecerán los casos.
“Los casos están subiendo aceleradamente y probablemente la movilidad interna y las reuniones sociales de la Semana Santa, empeoren el escenario. Creo que esta segunda ola puede ser más grave que la primera, porque se perdió la percepción de riesgo y, las nuevas variantes (con mayor capacidad de transmisión y virulencia) son una amenaza real para nuestro país”, asegura Guzzi.
Guzzi recuerda que, entre el 15 de diciembre —una semana después del fin de semana largo del 8 de ese mes— y el 15 de enero, los casos aumentaron significativamente, y en el corto plazo se llegó a un pico preocupante que luego se pudo controlar. En ese momento, no hubo un gran aumento en la mortalidad porque, sobre todo, se contagió una población joven. Ahora, espera que el aumento de casos que vaticina no se traduzca en un aumento de la mortalidad.
“En dos o tres semanas vamos a ver un aumento en la ocupación de camas de terapia intensiva y ojalá no tenga un impacto alto en mortalidad. Es un momento para tomar plena consciencia de la situación. Hay que cuidarse más que nunca”, concluye Guzzi.
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