Coronavirus. Científicos argentinos desarrollaron una plataforma que permitirá medir la inmunidad celular
Es una metodología para evaluar la activación de los linfocitos T; hasta ahora solo se podía detectar la respuesta de anticuerpos
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Una de las preguntas todavía sin respuesta completa acerca del SARS-CoV-2 y de las vacunas para prevenirlo es la que se refiere al tipo y duración de la inmunidad que promueven. Si bien ya contamos con tests para medir la respuesta de anticuerpos neutralizantes (las inmunoglobulinas), ese es solo uno de los brazos con los que opera nuestro sistema inmune.
Hasta ahora, no teníamos cómo evaluar el otro, el de los linfocitos T, una pieza crucial de la respuesta del organismo para frenar microorganismos patógenos. Pero después de muchos meses de trabajo intenso, investigadores del Instituto de Biología y Medicina Experimental del Conicet (Ibyme) liderados por el inmunólogo Gabriel Rabinovich lograron desarrollar una plataforma de monitoreo de la respuesta linfocitaria T. El trabajo se realizó en colaboración con el Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y Sida (Inbirs) de la UBA y el Conicet, y el Hospital General de Agudos “Doctor Ignacio Pirovano”.
La plataforma Covid-T, tal su nombre, permitirá comparar a lo largo de un año la magnitud y naturaleza de la activación de linfocitos T en voluntarios inmunizados con los diferentes esquemas de vacunación que se están aplicando en el país y también en pacientes recuperados. Los resultados ofrecerán información crucial para la toma de decisiones y para el diseño de estrategias sanitarias.
“Obtendremos alrededor de 300 muestras y haremos análisis a los tres, seis, nueve meses y al año para analizar la respuesta T en general y también de qué tipo es: veremos qué genes expresa, si cada vacuna está gatillando una protección equivalente en la población o si estamos protegiendo un poquito más a unos que a otros, y durante cuánto tiempo –explica Rabinovich–. En principio, no podremos atender requerimientos individuales, porque no tenemos reactivos para eso”.
Una metodología de uso libre
A diferencia de otros tests, éste no es un kit comercial, sino una metodología. Se obtiene sangre de un individuo, se la centrifuga y se separan los glóbulos blancos y, de entre estos, los linfocitos. “Los cultivamos durante seis horas a 37ºC y los estimulamos con péptidos (pedacitos) del virus, particularmente la proteína Spike (S), la cápside [que envuelve su material genético] y la membrana. Después, por citometría de flujo, los ‘marcamos’ con anticuerpos que permiten ver si esos linfocitos se activaron. Si es así, producen citoquinas y otras moléculas que indican que reconocieron lo que les pusimos en el cultivo. Podemos medir cuál es la magnitud de ese reconocimiento: si hay una respuesta T importante, la activación va a ser muy fuerte, si es menor, será débil. Mediante un algoritmo, podemos cuantificar la respuesta T y también ver a lo largo del tiempo cómo se mantiene o no. Del mismo modo, podemos comparar la reacción frente a distintas vacunas”.
Según destaca el investigador, cuando se produce la infección por SARS-CoV-2, se activa tanto la respuesta humoral (inmunoglobulinas) como la celular (linfocitos T). Estos últimos pueden actuar directamente, eliminando las células pulmonares o del epitelio respiratorio superior infectadas, o colaborar con los linfocitos B para la producción de anticuerpos neutralizantes. El no tener anticuerpos neutralizantes después de la infección o la vacunación no implica que se carezca de inmunidad celular.
Como una suerte de director de orquesta, el linfocito T organiza toda la respuesta inmune. “Cuando ingresa el SARS-CoV-2, las células dendríticas, que patrullan incesantemente el organismo en busca de patógenos, toman fragmentos, viajan hacia los ganglios linfáticos y se los presentan a los linfocitos T –explica Rabinovich–. Cuando lo reconocen, empiezan a proliferar y a producir muchas moléculas, y se generan miles de millones de linfocitos exactamente iguales que van a llegar al pulmón o al tracto respiratorio superior para defendernos contra la infección”.
Y más adelante agrega: “Con otros coronavirus, se veía que los anticuerpos declinaban con el tiempo, pero la respuesta T (de memoria) se mantenía durante 11 años. Como los anticuerpos son proteínas, es lógico que declinen, pero lo importante es ver cuánto mantenemos la memoria frente al reingreso de un patógeno”.
El equipo también puso a punto una técnica para ver qué genes “de memoria” despiertan en los vacunados y en la respuesta natural. Eso permitirá analizar cómo se caracteriza la respuesta de estas poblaciones en el nivel molecular. Y también, examinar qué ocurre ante las variantes, cuyas mutaciones las hacen más transmisibles y, en algunos casos, más agresivas.
Rabinovich agradeció el trabajo de dos becarias doctorales que dejaron de lado sus tesis y “se pusieron al hombro” el proyecto, Florencia Veigas y Montana Manselle Cocco, junto con investigadores más experimentados, como Nicolás Torres, Tomás Dalotto Moreno, Ada Blidner, Alejandro J. Cagnoni, Yamil Mahmoud, Pablo Hockl y Jorge Geffner, que coordinó el aporte crucial del biobanco del Inbirs. También participaron las médicas Alicia Sirino y Valeria Wiersba, del Pirovano y el Hospital Austral, respectivamente. Para este desarrollo, los científicos contaron con el apoyo de la Agencia I+D+I, de las fundaciones Bunge y Born, Williams y Sales, de Edenor, y de las familias Ferioli y Ostry.
“Me siento muy orgullosa, porque la comunidad científica estuvo a la altura del desafío que se planteó hace un año –dijo Ana Franchi, presidenta del Conicet, durante la presentación del desarrollo–. Ya nadie podrá decir que se gasta en ciencia, sino que se invierte en ciencia”.
Y agregó el ministro de Ciencia, Roberto Salvarezza: “Soy bioquímico y sentía que ésta era la herramienta que faltaba, que teníamos que tener. La pandemia a muchos nos abrió un horizonte que no teníamos. Nos hizo ver que el reconocimiento por un avance que se pone a disposición de la sociedad es tan importante como un paper publicado en Cell o Nature”.
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