Coronavirus en la Argentina. Varados y sin plata, el drama de los trabajadores golondrina
Miles de trabajadores "golondrina" (así se los conoce, aunque muchos prefieren no ser llamados de ese modo) quedaron sin trabajo y varados desde que se estableció el aislamiento obligatorio y el cierre de fronteras provinciales por el coronavirus. Quienes logran volver a sus provincias, lo hacen en largos viajes en ómnibus llenos de gente, a precios superiores a los habituales y sin paradas. Al llegar, tienen que realizar cuarentenas en hoteles o albergues, algunos en condiciones de encierro muy precarias. Y a todo esto, se suma la incertidumbre de cuándo podrán volver a trabajar.
"Nos cortaron el trabajo y nos quedamos 15 días varados en Río Negro porque no salían los viajes", contó a LA NACION Axel Olmos, de 19 años, trabajador tucumano que en el verano se traslada a la Patagonia para cosechar fruta. En una temporada normal, suele quedarse hasta mediados de abril. Sin embargo, este año, su trabajo terminó en marzo. Y para ese momento, el transporte de larga distancia se había suspendido y las provincias habían cerrado las fronteras.
Junto a otros compañeros de Tucumán y Entre Ríos, Axel se alojaba en la localidad de Cervantes, en una habitación sin camas, ni muebles, ni cocina. Solo un pequeño baño. Hacinados, sin trabajo y gastando de lo que habían ganado para comprar alimentos, tuvieron que permanecer dos semanas. "Hicimos un video y lo subimos a las redes sociales. Y ahí nos dieron el permiso", contó Axel. En el video, pedían a las autoridades que los dejaran volver a sus casas.
Tomaron un ómnibus que recorría los pueblos para recogerlos. "Fuimos casi los últimos que subimos. No nos hicieron controles ni nada. Los asientos iban completos", cuenta.
Viajó con temor a contagiarse: "Desde que subimos hasta que llegué a mi casa usé el barbijo. Y tenía un alcohol en gel. No me levantaba a conversar con nadie." De Cervantes hasta Tucumán hay 1700 kilómetros. El viaje fue largo y sin paradas, ninguna provincia los dejaba bajar. Recién al entrar a Tucumán les hicieron el primer control médico. Cumplió la cuarentena en una finca del departamento Lules, donde trabaja en la cosecha de limones. "La temporada del limón empieza a mediados de mayo y termina los primeros días de septiembre. Luego quedamos desempleados y esperamos para ir a Río Negro de nuevo", explicó.
Moverse para vivir
Todos los veranos, decenas de miles de cosecheros se trasladan hacia las provincias de la Patagonia y Cuyo para trabajar en los viñedos, frutales y recolectar nueces, aceitunas o cebollas, entre otros alimentos. Según estimaciones de la Federación Productores de Fruta de Río Negro y Neuquén, solo para la cosecha de peras y manzanas se emplean entre 15.000 y 20.000 trabajadores de otras provincias. "El 90% son tucumanos", indicó Sebastián Hernández, presidente de la Federación. "También vienen de de Santiago de Estero, Formosa, Jujuy, Salta, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Buenos Aires y San Juan."
Este año, la Federación tuvo una radiografía más detallada del origen de los cosecheros porque se involucraron en la logística de su regreso. "En un año normal, los empleados se comunican con los transportes y se van yendo", explicó Hernández. Este año, en cambio, tuvieron que hacerse gestiones con gobiernos provinciales y ministerios nacionales para conseguir los permisos. "Se necesitaba acuerdo de la provincia de origen, de destino y de todas las intermedias para que aceptaran el movimiento", explicó. "En algunos casos hubo que llamar uno por uno a los ministros de las provincias para que dejaran entrar a sus propios habitantes."
En Salta, por ejemplo, el 27 de abril pasado el gobernador Gustavo Sáenz volvió a prohibir el ingreso de ómnibus de larga distancia luego de que un trabajador que volvía de Río Negro diera positivo en el test de Covid-19. Sáenz calificó de "delincuentes" a ese hombre y un compañero porque habían viajado sin estar en la lista de pasajeros.
La provincia volvió a autorizar el ingreso de varados ayer, luego de que el Ministerio de Transporte de la Nación habilitara los permisos de regreso a casa el pasado viernes. Quienes necesiten volver tienen que realizar un trámite que empieza con un formulario web y puede demorar varios días.
Son muchos los trabajadores salteños que aún esperan, como Edgar Rodas y Enzo Frías, dos albañiles que están en Allen, Río Negro, e intentaron regresar caminando a Orán. Ya estaban en la ruta cuando la UATRE les ofreció un refugio en General Roca hasta que les permitan retornar. Similar drama viven 25 integrantes de una comunidad toba de Tartagal, varados en Florencio Varela, en el sur del conurbano bonaerense, a donde viajaron para trabajar en la floricultura.
De Mendoza a Jujuy
A pesar de regir el aislamiento obligatorio, la terminal de Mendoza fue durante semanas un sitio de aglomeración de personas que intentaba volver a sus provincias. Uno de ellos era Gabriel Barrientos, de 27 años, que había llegado desde Calilegua, Jujuy, para cosechar uva y nueces. El trabajo se terminó para él a las pocas semanas por las restricciones a la circulación. Junto a un compañero formoseño, decidieron volverse. La preocupación de Gabriel era permanecer más días allí sin trabajo, lo que suponía gastar en alquiler y comida sin generar ingresos.
"Donde estaba, pagaban entre 25 y 30 pesos el tacho de uva. Yo hacía unos 30 tachos por día", contó. "De lo que trabajé, mandé plata a mi familia para que paguen cuentas que debía. Lo otro, lo guardé para comprar mercadería y tener para comer en la semana", explicó. "Te dicen: ‘quedate en casa’, pero no se ponen en el lugar de los trabajadores ‘golondrina’, como nos llaman. Si no trabajo, no me puedo quedar. Porque es mentira que no te van a cobrar la luz, el agua o el alquiler. Te cobran todo."
Luego de tres días de espera en la terminal de Mendoza, consiguió tomar un ómnibus a Jujuy. Le cobraron 4000 pesos. Ahora cumple la cuarentena en un albergue del gobierno jujeño en la capital provincial. Cuando regrese a su pueblo, su plan es volver a la sandwichería de Ledesma donde trabajaba antes de viajar a Mendoza.
"Nos dicen trabajadores golondrina. Pero para nosotros eso es discriminar. Somos trabajadores. No estamos a escondidas. Aportamos al Estado, pagamos alquiler, impuestos, compramos en el supermercado. Tendrían que tener más consideración porque hacemos algo importante. Si no, ¿quién saca toda la cosecha por la que nos pagan?", cuestionó.
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